Tras unos días de ausencia, allí
estaban los seis gatillos esperándome. Más crecidos, si bien su diferencia de
tamaño había aumentado; durante este tiempo fueron conformando también sus
diferentes comportamientos que ahora paso a relatar.
Ante todo decir que los
gatos nacieron, como referí en otro artículo dedicado a ellos, en un solar
contiguo; mi primer contacto lo tuve a los tres meses de nacer. Comento esto
porque los gatillos no viendo a una persona en sus primeras semanas de vida, en
general son sumamente asustadizos. La comida como reclamo es el único medio
para que se acerquen, aunque resultan difíciles de coger y acariciar. Cuando se
acostumbran y siempre llevados por su enorme curiosidad, el “carácter” de cada
uno se manifiesta de forma muy distinta. De los seis, tres machos y tres
hembras, la actitud queda marcada además por el sexo de una manera clara.
Dos de los machos son
idénticos, como dos gotas de agua. Uno de ellos, al que llamo “aprovechado”, es el primero en acudir
cuando ve que tengo algo entre las manos, “que por el interés te quiero Andrés”.
Conseguido el alimento se retira a comerlo lejos del grupo, demostrando que solamente
va buscando sacar tajada y nunca mejor dicho, es decir, la rentabilidad de la
ocasión. El otro más lento, al que llamaré “dictador”, no admite competencia y llegado el caso de compartir se
lía a dar zarpazos, eso sí, manteniéndose en el grupo. El tercero más tranquilo,
es el último en responder a la llamada y bastante después que los demás, como
si estuviera en su mundo; tiene un comportamiento menos asustadizo, aceptando
las normas del resto de la manada, si bien su condición de macho lo hace también
poco cercano; lo llamaré “desinteresado”.
Como sus dos hermanos de camada, no admite contacto físico, ni caricia alguna;
se diría que los tres muestran ya maneras de un individualismo propio de la
vida solitaria que les espera. Dentro de unos meses, desaparecerán para marcar cada
cual su territorio.
Las tres hembras tienen distinta
actitud a los machos aunque entre ellas mismas también hay diferencias. La más
pequeña, aquella que fuera la última en saltar desde el tejado, la “caganidos”,
es calcada a su madre; esta gatilla diminuta es la más curiosa de los seis y
creo que la más felina; va como se dice ahora, a su bola. Rápida, nerviosa
hasta el extremo, sus acciones de acercamiento y alejamiento son eléctricas. Ayer
mismo, en un descuido se subió a la mesa que teníamos preparada para comer, la
cogí y la respuesta fue un bufido con zarpazo incluido. La llamaré “polvorilla”.
Quedan las dos últimas, “cariñosa” y “tranquila”.
Estas dos gatillas mantienen un comportamiento completamente distinto. Siempre
están conmigo, jugando a menudo entre ellas. En ningún momento se asuntan y permanecen
cerca pidiendo que las sobe; ante mi negativa, me rodean con su cuerpecillo,
lamiendo mis tobillos y acariciándome las piernas con sus colas.
Pero “cariñosa”, es especial;
tumbada entre mis pies, busca calor y afecto, me sigue a todas partes, mirándome
con aire ingenuo y de curiosidad. Hace varios años tuve otra gata que tuvo igual
comportamiento. De los seis muy probablemente sea la única que seguirá aquí
durante el invierno. Las demás, cuando no haya alimento que rascar, se irán a
buscarlo en otro sitio.
Chimba que
así he “bautizado” a “cariñosa”, seguro estoy que permanecerá durante mis
ausencias esperando; y yo aunque la vea con mucha menos frecuencia, no
defraudaré su fidelidad.
El otoño está próximo a
llegar, yo regreso a la ciudad, la camada terminará disgregándose y cada
miembro tomará su rumbo. Es la ley de la vida. La madre ya no admite
acercamientos ni caricias, pasó la hora del aprendizaje, de enseñarles a
sobrevivir. La edad adulta les espera y el ciclo vital marcará su futuro. Atrás
queda el día, hace tres meses, en que temerosos, asomaron por el tejadillo que
separa el lugar donde nacieron.
Probablemente, salvo a “chimba”,
no los volveré a ver y en el caso de los tres machos a buen seguro. Pero me quedan
en la retina y en la memoria los buenos momentos que durante estos días de
verano esta media docena de gatillos me hicieron disfrutar. Y es que el milagro
de la vida es el mejor regalo que podemos admirar; la vida, siempre la vida. La
vida es tan maravillosa como a dios gracias, real.
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Miércoles, 17 de Abril del 2024
Sábado, 20 de Abril del 2024
Sábado, 20 de Abril del 2024
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