Opinión

El Infierno y los demonios

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 19 de Enero del 2019
{{Imagen.Descripcion}}

El título que he elegido para este artículo con solo leerlo, creo que va a provocar muy distintas reacciones,  cuánto más el contenido. Me siento a la mesa camilla, distribuyo las cartas del tarot sobre la mesa y me pongo a adivinar.  A ver, a ver… A ti te ha surgido una sonrisa de incredulidad (vaya “tontá”, piensas). A ti te ha recordado lo aprendido en aquella catequesis lejana de infancia (se te han puesto los pelos como escarpias, recordando palabras e imágenes que te contaban de pequeño). Para ti, que has sentido curiosidad y sigues leyendo, va el siguiente escrito esperando que te ayude.

Ya comenté en otro artículo la costumbre que tiene la cultura humana de antropomorfizar o zoomorfizar  fuerzas naturales o psicológicas para hacer palpable y  entendibles muchos conceptos metafísicos o espirituales. Nos damos  un paseo por Atenas durante el siglo VI a. C., por el Antiguo Testamento,  o el Imperio Romano y observamos  explicaciones de fenómenos  naturales a base de mitos.  Un ejemplo claro y conocido es la creación del hombre y la mujer, el paraíso terrenal, y demás componentes  ambientales y literarios explicativos de los orígenes del mundo y del hombre. Desde el siglo V a C. se han preocupado los intelectuales de todas las ciencias posibles de darnos explicaciones razonadas y lógicas de todo.

Sin embargo, y es lo asombroso, todavía hay quienes siguen afirmando algunos mitos como si fueran explicaciones certeras.  Alguien en la fiesta de San Antonio Abad nos estuvo hablando de la actividad del demonio en la vida del ermitaño. Parece ser que de modo frenético el diablo tentaba una y otra vez al siempre sacrificado Antón. Yo pensaba y todo ese empeño frenético ¿para qué? Me imaginaba un animal rojo similar a una cabra grande (no digo el nombre porque suena fuerte) con cuernos y pezuñas tirando de la manga del hábito para arrastrar al santo al infierno.

No me asusté, igual que tú, religioso lector, tampoco te asustas, aunque te queda una cierta intranquilidad en el estómago, mientras que en tu mente reina la imaginación yendo y viniendo.

Muchos predicadores se han quedado más en la representación imaginativa que en la realidad.

Aclaramos algunos términos: La palabra Diablo, procede de otra griega a la que no se ha dado traducción, quedándose con la transcripción de letras, se trata del vocablo  Διαβάλλω , es un verbo y significa “lanzar, tirar lejos”. Podemos utilizarlo para decir que “un arquero ha lanzado una flecha” o “el delantero del equipo visitante ha lanzado un penalti”. Nuestra palabra balón tiene la misma raíz, se refiere a algo que se lanza, que se tira con fuerza.

En lenguaje religioso podríamos concretarlo como una fuerza, una intención, una inclinación que en un momento determinado te anima a realizar alguna acción sin calificativo de buena o mala. Con el tiempo se decantó por el segundo denominador  y la imaginación artística o calenturienta en ocasiones hizo el resto. Se llegó a encarnar en una figura repelente y miedosa lo que era una simple fuerza para actuar en la vida.

En nuestra cultura y en la de medio mundo hablar del Diablo es sinónimo de satanismos, posesiones demoníacas, películas de miedo, exorcismos y demás.

En la misma línea tenemos que, el lugar donde se dice que habita dicho ente es en el Infierno. Haciendo el mismo recorrido lingüístico anterior observamos, que esta palabra viene del latín inferior, se trata de un comparativo utilizado, para designar lo que está más abajo del plano en el que nos movemos.

En la antigua cultura mítica se decía que los dioses habitaban el “caelum”, es decir el cielo, lo que estaba más arriba de las nubes, junto a los astros y las estrellas; los que reinaban en el universo y protegían o maldecían a los pobres humanos que vivían en la tierra. Todavía pensaban que  ésta era plana y estaba sujeta por columnas al subsuelo.

Por debajo de ese nivel, es decir en el lugar contrario, opuesto  a los dioses tenían su guarida los diablos.  Además, ese habitáculo inferior estaba ardiendo continuamente. La experiencia les decía que en las cuevas habitables la temperatura era más cálida que en el exterior, por lo tanto cuanto más hondura, más temperatura. De ahí que el infierno se imaginase como un lugar de fuego continuo, donde arden incesantemente los que viven o son condenados a él.

De nuevo una imagen plástica es la que nos queda aceptando literalmente lo que solo son expresiones simbólicas, artísticas o defectuosas en las traducciones de otros idiomas.

Querido lector para tu tranquilidad, si eres religioso y todavía te maltrata algún receloso miedo, te recuerdo esta cita (Mat. 18, 22 y ss.) Preguntaba Pedro a Jesús cuántas veces habría que perdonar al que te ofendía, ¿hasta siete (o sea muchas)?  La respuesta, la conoces, decía hasta setenta veces siete (es decir siempre).

La conclusión, clara. Si Jesús enseña a perdonar siempre. ¿No va a perdonar  Papá-Dios a sus hijos también siempre…? ¿Los condenará al infierno con la compañía del Diablo para toda la eternidad?

Evidente que no. Un padre o una madre derrochan amor con todos sus hijos, incluso con los que puedan ser más díscolos y rebeldes. No podemos quedarnos con la idea de un Dios vengador, terrible y sanguinario como lo presentan algunas expresiones veterotestamentarias.

No podemos vivir con miedos, menos si Cristo el Señor es nuestro Maestro.

1266 usuarios han visto esta noticia
Comentarios

Debe Iniciar Sesión para comentar

{{userSocial.nombreUsuario}}
{{comentario.usuario.nombreUsuario}} - {{comentario.fechaAmigable}}

{{comentario.contenido}}

Eliminar Comentario

{{comentariohijo.usuario.nombreUsuario}} - {{comentariohijo.fechaAmigable}}

"{{comentariohijo.contenido}}"

Eliminar Comentario

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter

Haga click para iniciar sesion con

facebook
Instagram
Google+
Twitter
  • {{obligatorio}}