No voy a protestar; al fin y al cabo, siempre has sido muy tuyo, y si has querido partir, tú sabrás los motivos. Pero fíjate que creo que, como nunca has sabido decir que no a nadie, te han reclamado de arriba para que pusieras paz en algún dislate, o porque se habían quedado sin profesores de Artes y Habilidades Rurales, y claro, tratándose del Paraíso, tenían que recurrir a un Magnífico…

Soy muy afortunada, lo confieso. Yo no he conocido al  concursante famoso, ni al personaje público; he tenido la suerte de ver al hombre que, parapetado en su don de gentes, en su sonrisa, era capaz de regalarte una mirada inteligente y la palabra justa para que tu espíritu entrara en armonía con lo que estaba transmitiendo. 

Muchos van a recordar tu forma de sonreír, tus abrazos y tu eterno buen humor; tú espíritu guasón y esa sorna que sabías gastar. Yo me voy a quedar con tus ojos: penetrantes cuando se empeñaban, chispeantes las más de las veces, soñadores cuando te retirabas a tus cuarteles, relampagueantes cuando estabas convencido de tener la razón…Y, sobre todo, verdes; verdes, como los del 2 por ciento de los humanos(en el extremo de la Campana de Gauss, cómo no)…y como los de la copla, cantada por Pasión Vega, que te gustaba con delirio…

En tu honor, y con los amigos reunidos en torno a unas buenas botellas de tinto, prometo entonarla. Te quiero.

María Magdalena (así me llamabas, Juan José).