Bajamos por los peldaños de la escalera que,  en su primer tramo, están revestidos con un terrazo. Las paredes están encaladas y descubrimos pronto el perfecto estado de conservación de una cueva laberíntica, pintada en blanco y añil, con una enorme contramina y el jaraíz que acoge una destrozadora de dos cilindros, impecable, “de las primeras que llegaron a Tomelloso”, precisa José María Díaz, siempre puntilloso con los datos. De una de las paredes cuelgan fotografías de grupos de excursionistas que disfrutaron del privilegio de visitar la cueva. Proceden de diversos puntos del país: Navarra, Vizcaya, Valencia, Madríd, Formentera… “y en realidad no están todos, porque no todos los grupos me envían las fotografías que hacen”, asegura Arcadio que nos señala a uno de los visitantes, el presidente del BBV en Brasil, que vino por mediación de Miguel Ángel Calvo. Hasta unos australianos visitaron la cueva y también doce gigantescos hombres rubios de Noruega.

Hay curiosos aperos como una esteva que ha reconocido mi compañero, Francisco Navarro, y una bomba “de aquellas que hacía Burillo. La gente era ingeniosa a más no poder”, dice Arcadio. Ya abajo del todo seguimos admirando una cueva “que conservo tal y como se trabajaba en ella hasta el año 1978, le hemos añadido algún elemento como esta baranda que decidimos poner por motivos de seguridad, sobre todo cuando bajan personas mayores con el fin de que tengan donde agarrarse”.

La cueva tiene dos partes claramente diferenciadas; la parte más antigua alberga nueve tinajas de cemento de7.500 litros, mientras que en la otra, fruto de la ampliación que se hizo a finales de los cincuenta, hay otras 16 de 22.000 litros. “Las primeras fueron construidas por mi padre antes de la guerra, -recuerda José María-, y las otras las construyó Justo Espinosa, que era un oficial que tuvo mi padre”. En tiempos más pretéritos, la cueva albergó tinajas de barro que fueron sustituidas porque reventaban.  Seguimos observando más detalles de una cueva que tiene el techo en la tosca, cinco lumbreras, las molduras y una curiosa decoración de botellas de vino que están adosadas a los rabos que hay entre las tinajas. El suelo, de cemento, está muy bien conservado y las bocas de las tinajas están cubiertas con tapas de anea.

En el empotrado aparece un enrejado de madera, pintado en añil, que produce otro bonito efecto decorativo. La bóveda es muy plana, aunque tiene algo de medio punto en los extremos. Arcadio rememora con nostalgia la sabiduría de aquellos constructores  de cuevas que, “solamente con un lápiz en la oreja y un palote hacían esta maravilla de túnel”. Como la bombilla se ha introducido dentro de la tinaja, la luz que desprende produce también un bonito efecto.

Una cueva está dedicada al vino tinto y otra al blanco, con botellas de las principales bodegas y cooperativas de  la ciudad que le han regalado al propietario y que éste enseña orgulloso. “En mi casa siempre hubo algo muy claro, si tienes algo hay que tenerlo bien, de lo contrario es mejor estarse quieto. En esta cueva se trabajó mucho, se elaboraban unas treinta o treinta cinco mil arrobas de vino. Había cuatro personas trabajando de día y noche un par de meses. Y yo me tiraba buena parte del año remeciendo tinajas”.

Como la cueva tiene tantos pasadizos y dependencias todavía nos aguardan más sorpresas. Llegamos ahora a una habitación donde hay una foto de Ceferino y todos los aperos necesarios para que la cueva se pusiera en funcionamiento. Hay corchos, quinqués,  los candiles con los que hacía frente al tufo, una escoba de cabezuela, una bombona, dos botellas con muestras de vino o el jabón, cuya aplicación era imprescindisble en la boca de las tinajas para evitar que el mosto se derramara.

Al final nos detenemos en los picos, auténticos, que utilizaban los constructores de las cuevas. Están justo debajo de unas fotografías de aquellas inolvidables cuadrillas de picadores y terreras. Gentes que se ganaban la vida haciendo un trabajo descomunal  horadando el subsuelo de la  ciudad. Toca marcharnos, no sin antes echar una última mirada a esta espectacular cueva.