Opinión

Entramos sin avisar

María Durga Valencia | Martes, 26 de Marzo del 2019
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(Versión corta de mi tercer artículo, enfatizando la temática de la emigración y en concreto la xenofobia de la raza negra. Mención a  Gaitero, psicóloga del Hospital de Día de La Mancha Centro de Alcázar de San Juan (C.Real), quien expresó la complejidad del tercer artículo y de donde salió la idea de simplificarlo.)

Véase como preludio Saturn “Sleeping at last” (traducida al español en youtube)

No sé cómo hemos conseguido entrar. Venimos de lejos y nuestros pies están tan cansados …andan descalzos, duros y negros. Llevamos niños, ropa y algún trozo de pan. El sol abrasa, la lluvia cala y las piedras del camino no se comen.

Atravesamos el muro mental, fuimos más fuertes, nos hicimos invisibles para entrar. Quizá lo soñé y se cumplió como una bendición. No sé cómo lo atrapé; Tal vez sí existe la magia o quizá simplemente ocurrió. No lo recuerdo bien, pero sucedió.

Hemos conseguido entrar y no sé cómo lo hemos hecho. Lo que más me sorprendió, las casas vacías, las puertas cerradas, las persianas bajadas. Entramos hasta el fondo: Entramos hasta el final.  

Alguien nos abrió. Pero nadie nos contó que en una habitación de 2X2 cabían 10. Y sí, sabemos matemáticas, y no, no nos salen las cuentas… Y por lo que aquí vemos, si es por las cuentas, de aquí nadie sale. El sueño blanco se torna oscuro: “Si lo sé no vengo, si lo sé no vengo, mamá. Aquí es horrible, lleno de racismo a cada lado, cada momento que pisas tierra europea.”

Y seguiremos entrando. Si no nos dejan soñar no les dejaremos dormir, y aunque aquí es lo normal, eso, eso no ocurre en Senegal. Y menos aún se permiten el lujo de soñar, o siquiera de hacerlo despiertos. Pero entramos, mamá, entramos, y no nos iremos ya. Crearemos riqueza si nos lo permiten, si algún día no lejano el color de las manos deja de ser tan importante como el de los ojos, si no hay más miedo, si sueltan el terror a lo desconocido y el miedo a perder. ¿Perder qué…? Me pregunto. Lo que no es suyo tal vez, lo que parte de acumular, de la avaricia. Eso es el miedo, una gran adicción a no soltar que consume.

“Sigue hijo, sigue, recuerda que alguno no tuvo tiempo de llorar al despedirse, sigue por el otro que salió y no le espera nadie ya a la vuelta. Piensa que alguno no volverá. Sal a la calle por aquél que no pudo dejar el país. Lucha por el que prefirió morir. Vive por el que se quiso matar. Siente, y siéntelo, por el que no lo consiguió.”

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