Feria 2019

Luis Quirós, el hombre bueno que amaba Tomelloso

Premio Artículo Periodístico “Juan Torres Grueso”

Francisco Navarro | Domingo, 11 de Agosto del 2019
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Luis Quirós Arias es una figura poco conocida en Tomelloso. Licenciado en Derecho, aunque nunca ejerció como abogado, fue un intelectual de su época, el primer tercio del siglo XX y, por encima de todo, un hombre bueno que defendió a los que menos tenían y luchó por una sociedad más justa. Tenía 47 años cuando lo fusilaron en Alcázar de San Juan. Allí sigue, sepultado en una fosa común.

La persona de Luis Quirós siempre ha atraído a este periodista. A finales de este verano tuve la ocasión de charlar con una de sus hijas, Luna Quirós y la hija de ésta, Emma Cueva, que es además una infatigable luchadora por la memoria de su abuelo. Fue una charla densa, emotiva y vehemente  en la casa de Luna, en el Barrio del Carmen. La vivienda es un santuario de nuestro protagonista, fotografías, cuadros, documentos y, sobre todo, su recuerdo permanece vivo.

Quirós fue el fundador en Tomelloso de Izquierda Republica, el partido de Blasco Ibáñez. Fue amigo del valenciano y de la escritora Rosa Arciniega, entre otros. Tuvo una estrecha relación con Azaña, Alcalá Zamora, Lerroux o Melquiades Álvarez. Pintor autodidacta, son conocidos sus cuadros de “Carrañaca” o “Las Terreras” y tiene otros muchos, menos conocidos. Escribió en “El Pueblo”, diario fundado por Blasco, “La Verdad”, “Prensa Gráfica” o “Júpiter”. Fue también poeta, dejando varios libros inéditos como “Riberas Latinas”. Solo publicó un libro en vida, “Mi homenaje a Blasco Ibáñez”.   

Los buenos siempre caen

Su nieta insiste en que Luis Quirós fue un hombre polifacético «muy buena persona y muy bueno en lo que hacía. Pero los buenos siempre caen… o los caen».

La figura de Luis Quirós no ha recibido en Tomelloso el reconocimiento que merece «por lo que fue políticamente». Todo el mundo sabe, «y el que no sabe es porque no quiere», que en España hubo «cuarenta años de silencio en los que no se pudo hablar de muchas cosas y de muchas personas, entre ellas, mi abuelo».

Emma nos cuenta que su madre, Luna, «se quedó en Tomelloso por casualidad» mientras que su abuela y sus tías se fueron a Madrid «porque era la única manera de poder salir adelante».  Luna vivió en Tomelloso, en silencio, con miedo a hablar y Emma se crio y educó en esta misma casa del Barrio del Carmen «nunca se habló del abuelo, ni de la guerra, ni de nada». Fue cuando con 16 años marcha a Madrid «cuando mis tías me fueron contando, poco a poco lo que pasó con el abuelo».

La obra escrita de Quirós

Emma Cueva, cuando fue un poco mayor, se comprometió a sacar todos los escritos de su abuelo «editamos 4 libros, esa tarea me llevó nueve años de trabajo. Primero porque mi abuelo tenía una letra “complicada”  y luego hubo que recopilar los artículos por un lado, los poemas por otro…». Los libros se presentaron en Tomelloso en el año 2004 «participaron Rocío Torres, Isidoro Torres, que entonces era concejal de Cultura y escribió un texto precioso y Juan José Losa, presidente de la Asociación Luis Quirós, que ahora está un poco dormida, y José López Martínez». Fue en ese acto —me cuenta Emma— cuando comenzó a emerger la figura de su abuelo «pero antes ya le habían puesto su nombre a una calle, en el Polígono 18».

Emma Cueva muestra los libros editados, “Acerca de Luis Quirós”, “Artículos Periodísticos”, “Poemario” y “Riberas Latinas”, la portada del último está ilustrada con una foto con Vicente Blasco Ibáñez en Menton, Francia. “Acerca de Luis Quirós” es un volumen curioso y revelador sobre todo, con artículos sobre Quirós, correspondencia o documentos de interés, que acaba con un estudio grafológico del personaje llevado a cabo por Emma.

Me explican, sobre todo Luna, donde vivió Quirós, nació en la calle Nueva y cuando se casó se mudó a la calle Veracruz, de ahí la familia se trasladó a la calle Independencia («en el número 4», asegura Luna) y al final vivieron en la calle Belén. Repasamos los (escasos) reconocimientos que Quirós ha tenido en esto 40 años de democracia, la calle, algún acto, varios artículos y un poema suyo está en el monolito erigido en memoria de los tomelloseros muertos en los campos de concentración nazis.

En contra de la injusticia

Emma —volvemos a reconducir la charla— señala que se enteró con 16 años, en Madrid, que su abuelo fue fusilado. Fueron sus tías «en Madrid no tenían tanto miedo como en Tomelloso, aunque no lo contasen en voz alta. Me enteré de su trágica e injusta muerte y de muchas cosas más, han aparecido miles de documentos… Y ahora ya lo sé todo».  La nieta de Luis Quirós lo sabe todo pero no lo ha contado todo «todavía viven personas implicadas en lo que pasó y es mejor que me calle». Luna reafirma las palabras de su hija «tú sabes más que yo».

Convenimos que Tomelloso es una ciudad pragmática, que se adapta a las circunstancias, a lo que venga «aquí toca callar y nos callamos». Le hemos echado tierra a todo «hemos mirado para otro lado», parece que se hayan olvidado de los episodios más oscuros, de la Guerra Civil y de la posterior represión franquista «nunca se ha hablado y si se ha hecho, ha sido en voz baja».

Emma Cueva me dice que su abuelo era «muy inquieto, espontáneo, nervioso y, había una cosa que lo sacaba de quicio, la injusticia». Ante ella, ante la injusticia, «salían sapos y culebras de su boca». En ese sentido, la grafóloga le cuenta al periodista un episodio revelador que Quirós reflejó en un artículo «era la vendimia, Luis iba con su padre y vio a un grupo de jornaleros, de los que venían a la recolección, durmiendo bajo los soportales de la Posada. Le dijo a su padre que no se iba tranquilo: “yo voy a dormir en una cama caliente, bien cenado y esa gente está ahí, tirada en el suelo, a la intemperie». Era un regenerador de la sociedad, en otro artículo dedicado a los obreros escribió una frase que orna uno de los libros “Sea la cultura aureola de vuestra vida”. Quirós lo que quería, señala Emma, «era cultivar al pueblo, que luchara por su derechos, que tomara conciencia de la opresión a la que estaba sometido». 

Luis Quirós «nunca tuvo un dineral enorme, tuvo unas tierras que trabajó. Tenía una posición, pero vivía de sus viñedos». Fue «una persona excesivamente justa y excesivamente vehemente y muy apasionado, de los que llaman “al pan, pan y al vino, vino”».  Físicamente «era muy chiquito, más bien retaco. Pero como se sabe, la esencia viene en frascos pequeños. Yo he visto en su letra que era muy nervioso, saltaba por todo, todo tenía que ser la verdad».

Apresado en abril de 1939 y fusilado en mayo de 1941

La nieta de Quirós nos cuenta que ha hecho un importante descubrimiento sobre su abuelo. Mientras estuvo preso en Alcázar tomaba notas en las hojitas del papel de fumar «en esos papelitos cuenta cosas, que un día sacaré a la luz». Los papeles de liar los metían entre el trenzado de las cestas de mimbre para comunicarse con los de fuera, explica Emma.

Luna Quirós explica que su padre estuvo varios meses preso antes de ser fusilado. Hay una carta de despedida «preciosa, de la que solo hemos publicado una parte». Primero estuvo encerrado en Tomelloso y luego lo trasladaron a Alcázar de San Juan «ojalá y se lo hubieran llevado antes, porque para la mala vida que tuvo aquí…», asevera su hija. «Lo apresaron en abril de 1939, en Tomelloso estuvo unos meses, en Alcázar hasta que lo mataron en mayo de 1940». En nuestra ciudad, la cárcel estuvo en la calle Veracruz, casi en la plaza del mercado. Luna recuerda como «un hombre al que no conocía me cogió de la mano y me metió en un portalón grande. Entré, de la mano de aquel señor y me acuerdo ver a mi padre, tendido en un jergón en el suelo; al verme pegó un salto y me abrazó. Me quedé extrañada, sorprendida, tenía 9 años… a los dos minutos volví a salir con el hombre que me llevó»

Interviene Emma para explicar que en la época más revolucionaria de la Guerra Civil «mi abuelo ayudó a mucha gente de derechas, a esconderse, a escapar, los protegió… Pero cuando se volvieron las tornas, como había mucho miedo, la gente de derechas no movió un dedo por él». Luna, comprensiva, justifica en parte la dificultad que hubiera supuesto defender a ese hombre, a su padre, «hay que comprender que la vida es lo primero, pero tenía gente a porrillo para que hubiesen hecho algo por él».  La nieta intervine: «no sabes el listado que tengo de la gente a la que acudió y de los que pudieron hacer algo, falangistas sobre todo, y no hicieron nada. Los que él consideraba sus amigos fueron lo que casi se empeñaron en que acabará como acabó».      

Ha llegado recientemente a manos de la nieta la documentación del juicio sumarísimo al que Quirós fue sometido «fue una pantomima, mi abuelo era abogado y no se pudo defender, se reían de él». Emma cuenta que cuando su abuelo era concejal, — lo fue solamente durante un año, porque no le gustaba— «vinieron a Tomelloso unos milicianos a buscar falangistas y gente de derechas, durante un pleno del Ayuntamiento. Él se revolvió para impedirlo y lo encañonaron. Después, en el juicio, familiares de las personas que se llevaron dijeron que Luis y Francisco Quirós fueron quienes mandaron fusilar a aquellos. Fue mentira, mi abuelo y su hermano trataron por todos los medios de que no se llevase a cabo».

Quirós era muy ingenuo, nos cuenta Emma, tanto que cuando entraron los nacionales, «él mismo fue al Ayuntamiento, como había formado parte de la institución, para echar una mano… Y ya nunca más salió».

Un hombre polifacético

Luis Quirós fundó en Tomelloso Izquierda Republicana, el partido de Vicente Blasco Ibáñez. El tomellosero admiraba al valenciano «y el único libro que le dio tiempo a publicar en vida fue “Mi homenaje a Blasco Ibáñez”». Don Vicente —como lo nombran sus paisanos— iba a escribir el prólogo de “Riberas Latinas” y los dos intelectuales se carteaban con fruición, explica Emma. Blasco Ibáñez estaba en Menton «allí fue a verlo Quirós», pero como murió pronto no pudo escribir ese prólogo. Muerto el novelista, la relación continuó con los hijos de éste «Sigfrido y Mario». Es decir, que Blasco y Quirós no eran amigos íntimos pero «eran mucho más que conocidos».

Luis Quirós estudio derecho porque así lo quiso su padre, que era veterinario. Pretendía que fuese Diputado a Cortes. Emma, sin saber que su abuelo era abogado, quería estudiar derecho «pero me planteé “¿Y si tengo que defender a un culpable o condenar a un inocente?” Y opté por psicología». Pasan los años «y me entero que mi abuelo había dicho las mismas palabras que yo y nunca ejerció».

Emma Cueva me cuenta que Luis Quirós fue pintor, escritor, fotógrafo, «músico también, tocaba bien el piano; hizo un teatro. También le gustaba el buen comer y fumaba bastante, hasta que lo dejó. Se enfadaba con frecuencia y cuando eso ocurría echaba venablos por la boca». Pero también tenía muy buen humor  «cuando saludaba, en lugar de dar los buenos días decía “¡Olé!”». Le daban mucho miedo los ratones «los compañeros de cárcel lo sabían y en la cesta que le pasaba mi abuela le pusieron un ratón y se descompuso». Y Luna, su hija, con toda la serenidad del mundo, apostilla «y al día siguiente estaba muerto».

Emma Cueva, con todo lo que ha hablado con su madre y sus tías y los documentos que posee tiene la intención de escribir una biografía de Luis Quirós «pero no me resulta fácil, por tiempo y por dinero. Me voy a meter con ello pero ya veremos cuando sale». Periodista y entrevistadas convenimos en que la figura de Luis Quirós se merece una biografía.

Lo mataron por ser bueno

Uno, tras casi una hora de charla está convencido de que Quirós era un hombre bueno, en el sentido machadiano de la palabra «por eso lo mataron». Su muerte, como la de tantos, fue un trágico error «ser tan honrado y tan cabal como fue mi abuelo, puede traer malas consecuencias en  tiempos revueltos».  Lo mataron con 47 años y en su corta vida solo se preocupó por hacer el bien, por trabajar sus viñas, por el arte, por la escritura «pagó por ser de Izquierda Republicana por haber estado un año de concejal y por sus artículos, en los que no se mordía la lengua». Luna señala que la viuda de Luis, su madre, «sobrevivió seis años a su esposo».

A Luis Quirós «lo mataron dos veces —dice Emma— primero lo fusilaron y después borraron su memoria». Si por ella fuese, Emma «sacaría a mi abuelo de la fosa común donde está». Cuenta que cuando su madre y sus tías se decidieron un poco a «enfrentarse con lo que pasó, dándoles mucho lata, conseguí que fuésemos al cementerio de Alcázar a preguntar. Nos encaminaron a un montón de tierra y ahí nos arrodillamos y lloramos lo que no está escrito. Años después se puso una lápida con el nombre de los cuatrocientos que hay allí enterrados».

Para no cometer los mismos errores no hay que olvidar

Los tres hablamos de la actualidad, de la memoria histórica, del Valle de los Caídos. Las descendientes de un represaliado por el franquismo aseguran que «los homenajes, las rehabilitaciones, siguen sentando mal después de tanto tiempo. Mucha gente cree que no hay que remover las heridas del pasado. Pero todos los muertos, tanto de un lado como del otro, tienen el derecho de sacarlos donde estén y llevarlos con su familia». Luna dice que «por lo menos nosotros, después de tantos años nos enteramos que mi padre estaba enterrado en el cementerio de Alcázar pero hay muchos que no saben donde están. Cuando se presentaron los Mapas de la Memoria en la Diputación de Ciudad Real hable con un señor que no sabía donde está su padre y a eso no hay derecho».

Ninguna de las dos justifica las barbaridades de los bandos durante la Guerra Civil, al contrario, critican las fechorías de todos. Emma asegura que «la guerra de tiros acabó y empezó la verdadera, la represión sistemática del contrario. Ahí está por ejemplo “La lengua de las mariposas”. La película explica muy bien lo que pasó durante la represión franquista. La historia no se puede cambiar, hay que decir que la posguerra fue una vergüenza y que lo sepa todo el mundo». Es necesario que todo aquello no vuelva a pasar «y para que no suceda hay que tener muy presente todo, para no volvamos a caer en el mismo error».

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