Opinión

De mulas y muleros

Manuel Sánchez Patón | Viernes, 16 de Agosto del 2019
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Me gustaría aprovechar la tribuna que amablemente me brinda La Voz de Tomelloso para reconocer el trabajo de todas aquellas asociaciones dedicadas a la recuperación y dignificación de la mula, animal injustamente olvidado hasta hace poco, pese a su incontestable contribución al desarrollo de nuestros pueblos. No puedo por menos que agradecer su labor, así como desearles suerte en su noble empeño por revalorizar a estos maravillosos animales.

El II Concurso Nacional de Arrastre de Piedra con Mula “Ciudad de Tomelloso”, celebrado el sábado 10 de agosto en la Plaza de Toros, es un magnífico ejemplo de cómo las competiciones, exhibiciones y muestras sirven para difundir y ensalzar a un animal imprescindible, casi totémico, señero protagonista de la cultura campesina, inexorablemente abocada a la desaparición. Casi una proeza en una sociedad frágil de memoria, ensimismada en la revolución digital, pero aturdida ante el vértigo de cambios, desafíos y amenazas de nuestro confuso tiempo.

La mula es partícipe, que no se nos olvide, de la colonización del Nuevo Mundo y del Oeste (más que el caballo, desmintiendo a Hollywood si hace falta). Su papel en la retaguardia, en labores de porteadora y para evacuar a heridos y enfermos en el frente, fue sumamente importante en la Primera y Segunda Guerra Mundial, así como en la Guerra Civil española. Su resistencia y versatilidad permitieron que muchas expediciones científicas, entre los siglos XVIII y primera mitad del XX, se adentrasen en selvas inexpugnables o en montañas de difícil acceso.

No voy a descubrir aquí su papel en la economía agraria. La mula fue un medio de subsistencia vital de muchas familias en la posguerra y mucho antes. A veces, representaba el único patrimonio que tenían.

Durante las diferentes modalidades del concurso tuve la suerte de observar el noble porte y el cuidado aspecto de mulas venidas de Socuéllamos, Villarrobledo, Bargas (Toledo), Cercedilla (Madrid), Villamanrique y Los Palacios (Sevilla), y Córdoba. Había que presenciar el esmero y delicadeza con que los dueños animaban a sus animales a superar las duras pruebas. Para las personas más sensibilizadas con los animales, decir que no aprecié ningún signo de maltrato, y de hecho, las bases del concurso destacaban la prohibición de pegar a los animales.

Emocionante fue la entrega de premios; cada propietario recogió los galardones (saco de pienso y una cantidad de dinero a los tres primeros clasificados en las categorías de pequeña, mediana, grande, y Campeón de Campeones) acompañado de su inestimable discípula.

A las mulas hay que recuperarlas, cuidarlas y amarlas. Como hermosamente nos ha enseñado la Asociación Cultural Carreros Virgen de las Viñas.

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