Cuando el hombre acabó con sus aguas y bajó la cabeza como
para ver –pensó Plinio- cómo le había quedado de gustosa la minina, se le
agravó el gesto, quedó mirando fijamente el yerbajoso pie de la zarzamora y
sin quitarse ambas manos de donde las tenía, comenzó a llamarlo con voces
desproporcionadas a la poca ribera que los separaba.
-¡Manuel, Manuel!... ¡Ven, ven, ven!
-Pero ¿qué pasa?
-¡Ven, ven! Que me he meao en un muerto.
-¿En un muerto?
-En un muerto que, si no veo visiones, se llama de nombre,
de apellido y apodo Manuel García El
Toledano.
FRACISCO GARCÍA PAVÓN
“El hospital de los dormidos”
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Miércoles, 24 de Abril del 2024
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