Opinión

Tomás, mi amigo

Joaquín Patón Pardina | Martes, 17 de Septiembre del 2019
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Esta mañana te han echado en falta las calles de tu Tomelloso. Esperaban tu paso rítmico, insistente y casi marcial. Siempre con la vista al frente intuyendo el porvenir con  tu corazón presto para la ayuda. Mil corazonadas dio en infinidad de veces, especialmente en cada nacimiento de tus hijos, y redoblaba con la noticia de un nieto nuevo.  No se te gastó en los ochenta y cuatro años de la vida, que compartiste con nosotros; cada vez más fuerte, cada día con más ritmo, cada instante con más fuego. 

Llevabas un tiempo últimamente como abstraído…, más terco que de costumbre…, empezaste a encontrar las palabras con dificultad…, esas palabras que antes te brotaban como por ensalmo. Luego los nombres, las ideas, las caras,… ¡La puta enfermedad de Alzheimer, como la de mi otro amigo Rafael,  el que se perdió un día, o de Chelo!.  Aunque tú dirías: “Cualquier enfermedad es mala”.

Hoy te ha llamado Papá-Dios para llevarte con Él y ahí estás. Te imagino con la sonrisa franca y abierta, con las manos dispuestas a estrechar con efusión las otras que te presentan.

Hoy tu camino recorrido tantas veces hasta Santiago, se ha alargado un poco más. Vas ligero de equipaje (como lo pedía Jesús), sin bastón, sin mochila, sin calcetines de repuesto, sin vicks vaporub para las ampollas de los pies; no necesitas mapa, te lo aprendiste de memoria en la catequesis, con tu fe y tu contacto diario con Dios.

Hoy las piedras, los charcos, las montañas y los valles son historias pasadas, sobre ellos escribiste miles de pensamientos, oraciones, recuerdos, deseos, propósitos, y la decisión improrrogable: ¡Ser cada día mejor persona!

Hoy has conocido “personalmente” a Santiago, “el hijo del trueno”, (así los llamaban los amigos a él y a su hermano Juan); ha venido él mismo a saludarte; os habéis dado un abrazo grande y fuerte pero de verdad, no como cuando llegabas a la catedral y abrazabas su busto arriba de las escaleras.  Has experimentado lo recio que es y cómo estalla en carcajadas a la más mínima. En sus tiempos, en la tierra, hacía retumbar la barca de Pedro allá por el mar de Galilea. Te hiciste su amigo por los caminos; eso hacía también el Maestro, descubrir amigos mientras caminaba.

Hoy necesito darte las gracias, porque a mí también me encontraste en otro camino, y anduvimos al paso en muchas ocasiones y como sin hacer nada, me ofreciste opiniones, reflexiones, y me aceptaste así como soy. 

Hoy los tuyos están tristes, pero sosegados. Te saben en buenas manos. Estás en el mejor albergue que podrías haber encontrado en tu vida. No te va faltar el Pan y el Vino, la Mesa está vestida de gala, han servido el mejor Cordero, preside  Cristo y te ha puesto a su lado; ves en el otro a su Mamá (nosotros la invocamos María de la Viñas).

Pongo fin a mi monólogo con las palabras de otro amigo  a la muerte de mi Padre: “¡Enhorabuena, has dado el salto en el trampolín desde la muerte a la Vida!”.

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