Cíclope metálico que gruñes en la llanura,
tus pisadas rompen la placidez de la noche.
Enfocando con tu ojo luminoso te deslizas sobre las recelosas parras,
recorriendo hileras, fagocitando racimos a un ritmo de vértigo,
desmembrando granos hasta dejar temblando a la estremecida planta.
Madres palpitando tras el asalto.
Puerperios que sudan mosto tras el parto.
Tu rugir me provoca contradicción.
Admiración y tristeza, eficacia frente a la fatigosa tarea,
engendro mecánico que atesoras el fruto en tus elevadas fauces.
Con nocturnidad y alevosía transitas la viña hasta dejarla exhausta,
después, al amanecer, ahíto de néctar, lo entregas al anodino remolque.
Y otra vez vuelves con tus ansias recolectoras,
horas y horas, incansable mientras dure el combustible.
Luego allí, en la bodega,
todo preciso, tolvas limpias y asépticas.
Sinfines, prensas y depósitos vitrificados,
laboratorios y fórmulas elementales.
Probetas y paneles de control esperan el ansiado fruto.
Por el sumidero se fueron las gastadas palabras.
Ahora ya nadie habla del tufo y del chilanco.
El cercao y el atroje acabaron en ser meros localismos,
la pileta y el horquillo son expresiones de la memoria antigua.
Vocablos para versos que nacieron viejos.
Desde el poema, declaro la realidad imperante de la tecnología,
rueda imparable de la modernidad, apisonadora del lenguaje.
Pero a pesar de tus logros, apenas eres espectadora del prodigio.
Milagro lo llaman algunos,
ayer en barro o cemento, dulce mosto;
hoy, en vasijas de acero inoxidable, vino nuevo.
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Martes, 23 de Abril del 2024
Miércoles, 24 de Abril del 2024
Miércoles, 24 de Abril del 2024