Es el
niño Jesús en Belén. La Virgen María y san José lo rodean. Un niño recién
nacido. Un niño que es el Hijo de Dios. Quicio y sentido de todo. El gran signo
de la presencia de Dios en el mundo es la respuesta que da Jesús cuando Juan el
Bautista envía a sus seguidores a preguntarle si él es el Mesías. Les dice: «Id
a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos
andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y
los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de
mí!». Mirando el belén, dedicando un poco de tiempo, unos minutos tan solo, a
contemplarlo. Quizá el de casa, el del escaparate de una tienda, el de alguna
asociación o institución: ¿quién eres tú en el belén?
Puedes
ser el ángel que habla a otros de Dios. El que le dice a la gente que no tenga
miedo, que no se desespere ni se impaciente. Permanecer es propio del que ama,
del que confía porque reconoce que hoy, en este preciso instante, por muy
desgraciado que sea, no será la oscuridad definitiva. Mañana volverá a brillar
la luz y el sol. Esa confianza es en la debilidad, no en la fuerza ni en el
poder. Llega esa ausencia de temor a todo hombre que deja que crezca el amor en
su corazón.
Quizá eres
pastor. El que se arrodilla y reconoce que Dios es Dios. Él tiene la fuerza y
el poder que se va manifestando a lo largo de los siglos, pero en debilidad, en
cruz y en muerte. La muerte también es manifestación de Dios porque todo lo
antiguo va desapareciendo para dejar paso a lo nuevo, lo definitivo. El pastor
se arrodilla y obedece sin miedo. Reconoce y contempla. Son los que reciben el
anuncio de los ángeles. Ellos son los que confían.
Siempre
apartado del nacimiento está Herodes, el castillo, los soldados. Ellos son los
que luchan, los que dejan crecer el odio en su corazón; los que consideran que
un papel en la historia es fruto de la victoria. Lucharán hasta el final confundidos.
No es ese el camino del triunfo. Hacen mucho daño en los corazones y en el
propio desarrollo de las personas porque conseguirán que muchos elijan caminos
equivocados. La misericordia también entrará como luz en su corazón, en su
historia, en su vida.
Los
Reyes Magos, alejándose de la violencia, del interés insano, de la corta visión
del poder, llegarán al portal de Belén a entregar lo mejor de cada uno. Ofrenda
de vida. Son sabios. Han sabido descubrir la clave de la existencia. Se han
alejado del mal para recorrer los caminos del bien. Una estrella los guía.
También nosotros somos iluminados para descubrir con sabiduría dónde está la
verdad.
Puedes
ser Niño Jesús, Virgen María, San José. Los que escuchan la Palabra de Dios y
la cumplen. Son los que aman hasta el extremo, los que entregan su vida por
entero a Dios. También aquí –no podía desvelarse el final- están los pastores,
los hombres y mujeres de buena voluntad, los Reyes Magos. En el Niño Jesús
contemplamos lo que estamos llamados a ser. Él es el Hijo de Dios, nosotros los
hijos de Dios. En la Virgen María encontramos el mejor ejemplo de cómo se es
hijo, de cómo se sigue a Jesús hasta la cruz y se recibe la corona de gloria de
la vida eterna y de la resurrección. San José, callado, en silencio, haciendo
posible la presencia salvadora de Dios en el mundo. Él es «el custodio que no
se cansa nunca de proteger a su familia». Es el hombre justo, el que recorre
obediente los caminos de Dios.
Desde la
Navidad, en nuestra vida cotidiana, caminamos hasta la cumbre de la ciudad de
Jerusalén. Desde el nacimiento vamos hacia la muerte y llenamos nuestras manos
y nuestra vida de amor que no termina en otra cosa más que en vida eterna.
Seguimos a la estrella que ilumina nuestros pasos.
Miguel Ángel
Jiménez Salinas
Delegado Diocesano de Medios de Comunicación Social
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Viernes, 22 de Diciembre del 2023
Viernes, 22 de Diciembre del 2023
Viernes, 22 de Diciembre del 2023
Martes, 23 de Abril del 2024
Martes, 23 de Abril del 2024