La obra comienza con Mariana Pineda, Laia Marull, tejiendo la bandera liberal (“Marianita, sentada en su cuarto,/no paraba de considerar:/«Si Pedrosa me viera bordando/ la bandera de la Libertad»). Sobre el negro escenario hay una trama roja, fabulosa, sobre la que la protagonista se enreda, como anunciando lo que se nos viene encima. Los personajes cantan “Herido de amor” (“Cógeme la mano, amor,/que vengo muy malherido,/herido,/de amor huido…”).

Marianita borda en un cañamazo hercúleo, borgiano, la enseña de los liberales (Libertad – Igualdad – Ley) para don Pedro Sotomayor, el cabecilla del movimiento en Granada y de quien está enamorada. La puesta en escena se nos antoja asfixiante, premonitoria, negra, sin salida. Bengoa Vázquez consigue meternos en la obra con cuatro trazos (puertas que se mueven y esa malla roja que se adapta a cada escena), dejando volar nuestra imaginación.

Hernández-Simón mantiene la esencia lorquina de la función, con la fuerza del granadino. La protagonista, Laia Marull, lleva al público desde la vehemencia inicial a la resignación y la soledad del final, pasando por el amor, el miedo o el odio a Pedrosa. Mariana, que se mete en el corazón del público, no huye como don Pedro, ella se queda a esperar su final (“Yo soy la misma libertad”). Aurora Herrero, Oscar Zafra, Alex Gadea, Fernando Huesca, Sara Cifuentes, José Fernández, Marta Gómez y Silvana Navas completan el solvente elenco con un gran trabajo interpretativo.

Anoche vimos una excelente obra que mantiene vivo el espíritu de García Lorca y sus ansias de libertad. El público dedicó a los intérpretes una gran ovación.