Deporte

Los atletas del Manchathon comparten su almuerzo navideño

La Voz de Tomelloso ha vivido en primera persona este peculiar entrenamiento

Carlos Moreno | Domingo, 29 de Diciembre del 2019
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Me permitirán los lectores que haga esta crónica en primera persona. El periodista ha tenido el privilegio de compartir el tradicional almuerzo de navideño del Manchathon, pero antes ha tenido como aperitivo un entrenamiento de diez kilómetros por el camino del Campo, el que comunica Tomelloso con Arenales de San Gregorio y Campo de Criptana. El almuerzo había que ganárselo.

El lugar de partida ha sido el chalet de Fran Fernández, que es el último de los construidos iguales, una vez que el camino supera el puente de la autovía de Los Viñedos. La mañana es fría y húmeda, con mucha niebla, pero las condiciones meteorológicas no amedrantan a estos deportistas que han hecho del atletismo un modo de vida.

Van llegando los coches, saludos, algunos estiramientos y ejercicios de calentamiento, bromas, conversaciones distendidas…hasta que Pedro Luis Quevedo, unos minutos antes de las diez, dice que ya es hora de empezar el rodaje. Antes el periodista ha realizado una fotografía a un grupo que supera los sesenta componentes. La mayoría se dispone a correr, pero hay quien se queda al abrigo del fuego por alguna lesión o por tener que ayudar en las labores de cocina. 

Me lo habían dicho, y no tardo en comprobarlo, que los grupos se forman de manera automáticamente, según niveles. No todos correremos la misma distancia. Algunos manchatones hacen ocho kilómetros, otros diez, hay quien hace doce e incluso algunos 18, que les sirve como preparación para la Maratón de Sevilla. Los manchatones siempre tienen algún reto por delante. 

He decidido irme con los de diez, cinco de ida y de vuelta, que empiezan con ritmo pausado, pero poco a poco, casi sin darme cuenta, se va subiendo el ritmo. El grupo de cabeza se va viendo cada vez más pequeño en la lejanía. Voy bien en un grupo en el que están José Ángel Benito, que me va contando cosas con su habitual sentido del humor, Maite Vergara, Ramoni, Rosa Sánchez, Maruja González y Mario. Dos matrimonios marchan en este grupo lo que demuestra lo contagioso que es esto del running.

A pesar de sus molestias en el soleo, Maite corre con su habitual pundonor y no solo eso, sino que nos va contando experiencias de otras carreras durante todo el camino, tranquilamente, como si paseara por la calle un domingo cualquiera. Yo hablo poco, cuando me preguntan contesto con monosílabos, porque no voy tan sobrado de fuerzas.

Cuando estamos alcanzando el ecuador del entrenamiento, vemos que viene en sentido contrario el joven Salah, que vuela sobre el asfalto, con un estilo impecable que me hace pensar que ahí puede haber un campeón en ciernes. El recorrido de vuelta se hace algo más largo, quizá por las ganas de acabar y el suculento almuerzo que nos espera. Cuando pasamos por alguna casa, pedriza o cualquier otra referencia que me suena cercana al chalet de Fran me animo. Maite dice que quedan todavía algo más de dos kilómetros. Vaya, -me lamento-, pensaba que estábamos algo más cerca. 

Cuando no hay conversaciones se escuchan las respiraciones, la propia y la de los demás. Me suena a música celestial la indicación de Maite; "solo quedan 700 metros para llegar", aunque la niebla, que no levanta, impide avistar el objetivo. Pero sí, por fin llegamos, con esa satisfacción de la tarea hecha. Pienso entonces en la inmensa felicidad que deben sentir todos aquellos que terminan una maratón, sensación que han vivido muchos componentes de este club. 

Toca reponer fuerzas.  Tras un aperitivo para abrir boca, vienen unos deliciosos huevos revueltos con jamón que duran poco en los platos. Los hemos acompañado con cerveza y buen vino de la tierra. Llegará después el asado y para terminar unos deliciosos postres caseros que han preparado algunas componentes del club. El arroz con leche cosecha un gran éxito, pero en realidad el éxito es de este entrañable almuerzo deportivo que he podido compartir con esta gran familia del Manchaton.

Voy sacando fotos de pequeños grupos, de hombres y mujeres que sonrien y que parecen felices. Antes de irme, hago nuevas fotos del grupo entero. Todos van ataviados con la nueva sudadera  amarilla. Por fin aparece el sol. Siguen las conversaciones, muchas de ellas tienen como reclamo, la San Silvestre Vallecana que correrán el día 31. José Ángel va repartiendo las camisetas envueltas en unos paquetes con el nombre de cada corredor. Un detalle que demuestra la meticulosa organización de un club  donde nada se deja a la improvisación y en el que la calidad humana y el talento deportivo se reparten a partes iguales. Me lo he pasado bien y seguro que repetiré.


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