Llegaban a Madrid. El Caracolillo, reanimado, volvió a las coplas y al palmoteo. Paró el coche junto a la estación de Atocha. En la calle Tortosa. Revuelo. Gentes en pie apeando maletas. Plinio se despidió de María de los Remedios que parecía esperar a que amainase la marea. Al descender del coche, el Faraón, como que no hacía nada, le dio un panzazo a Caracolillo Puro. Y el Caracolillo, poniendo toda su mala idea en los incisivos y en el guiñar de sus ojos, habló ronquete y con mala leche: “Hijo de caballo blanco, gordón asqueroso”.
FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
Las hermanas coloradas
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Viernes, 29 de Marzo del 2024
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