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Por el Tomelloso de García Pavón

Francisco Navarro | Sábado, 29 de Febrero del 2020
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Dentro de las actividades del centenario de Francisco García Pavón se puso en marcha la Ruta Literaria del escritor por varios lugares de la ciudad. Una iniciativa que surgió de la Biblioteca Municipal que ha sido (y está siendo) todo un éxito y que el periodista va a llevar a cabo. Si el lector nos acompaña vamos a recorrer unos cuantos lugares, imprescindibles tanto en la vida como en la obra del autor.

Para iniciar un periplo por el Tomelloso de García Pavón (o el de Plinio y don Lotario, que muchas veces, de tanto ir unidos, se confunden) hay que hacerlo de la mejor manera posible. Como comenzaban la jornada, aunque cayesen chuzos de punta, los justicias de Tomelloso: dando cuenta de un contundente desayuno en la buñolería de La Rocío. Es un sitio indeterminado, Pavón no nos da una certera ubicación de esta churrería regentada por esa andaluza descarada e irónica que suele pone un extraño punto de cordura en las aventuras pliniescas. Nosotros nos acercamos a la buñolería más cercana a la plaza, pero Tomelloso tiene más.

 “La Rocío, con mandil blanco y manguitos, cortaba buñuelos con una navaja de la rueda que tenía de ellos sobre el mostrador de mármol” (Los carros vacíos).

Allí, en ese establecimiento, de pie derecho, Plinio mojaba un par de buñuelos (porras, fuera de Tomelloso) en café con leche, mientras se espabilaba. Tras liar un caldo con parsimonia (si antes no lo interrumpía el fiel cabo Maleza con algún inopinado asunto), comenzaba el día.

La plaza de España y el ayuntamiento

Una vez que hemos sentado nuestro estómago, el primer lugar a visitar es la Plaza de España. El mentidero es el centro del universo pavoniano y el lugar donde se inician y acaban la mayoría de los casos de Plinio y don Lotario. Tenemos el ayuntamiento, los portales, el casino, la iglesia y los bares de entonces; además, es desde donde parten todas las calles de Tomelloso.

“Aquel plomazo aplastaba las gentes y los coches. El Ayuntamiento, que estaba a la derecha, parecía sin respiración, sin guardias, sin alcalde y sin serenos cantores, decoración vieja de teatro repuesta sin motivo. Enfrente, la Posada de los Portales, con su aire norteño de solaneras, columnas, almagres y cales, posada de antiguos arrieros y tratantes que dormían en el suelo escuchando cocear las caballerías sobre la piedra todas las horas de la noche. Y a la izquierda del Casino, la iglesia. Plomo sobre piedra, torre chata y hechuras sin gracia, donde fuero bautizados cinco siglos de tomelloseros” (El reinado de Witiza)

En los tiempos de García Pavón, en los bajos de las casas consistoriales estaba ubicada la Guardia Municipal de Tomelloso (GMT). Las inmensas y labradas puertas, con simbología masónica) estaban abiertas de continuo y los “guindillas” de guardia se podían ver en el vestíbulo, junto a un inmenso banco de madera. Las dependencias policiales se encontraban en el lugar que ahora ocupan los despachos de los Grupos Municipales. Los calabozos estaban en el sótano y cerca de ellos se almacenaban los legajos más viejos del archivo municipal. Cuentan que en la década de 1960 los policías encerraron a un vecino en avanzado estado de embriaguez. El señor se fumó un cigarro para calmar los nervios y dada su euforia lanzó la colilla con fuerza a través de las rejas de la celda yendo a caer la pavesa sobre los expedientes amontonados. En cuestión de segundos el papel se prendió y el calabozo se lleno de humo y llamas. Hubo que sacar de allí al preso y acabar haciendo una cadena de cubos de agua para sofocar el incendio.

Enfrente del ayuntamiento, al otro lado de la calle del Campo, están las actuales dependencias de la Policía Local. Antes fue juagado de paz y mucho antes, casa de arbitrios. También fue la Casa Carnecería, edificio que asaltaron los tomelloseros el 2 de julio de 1876 en la llamada “Revolución de los Consumos”, “rebelión popular y sangrienta contra los rematantes del arbitrio de consumos para el año económico 1876-1877” como describe el propio Pavón en la Historia de Tomelloso. En los bajos de ese edificio se ubico la Biblioteca Municipal de Tomelloso, fundada y dirigida por Francisco García Pavón a finales de 1953. Entre los numerosos socios que pronto se hicieron con su carnet de la misma, se cuenta en la web del Ayuntamiento de Tomelloso, destacan los escritores Juan Torres Grueso, Eladio Cabañero y un jovencísimo Félix Grande, así como el pintor, aún adolescente, Antonio López García. Posteriormente también sería un usuario muy asiduo el dibujante e ilustrador José Luis Cabañas.

En la plaza destaca también la Posada de los Portales, uno de los edificios más significativos de la ciudad. Erigida en 1778, fue albergue de viajeros y caballerías hasta los años setenta, después fue el almacén de una carpintería y posteriormente fue adquirida por el Ayuntamiento, rehabilitada y restaurada respetando su estructura original. La fachada presenta galerías de balaustres torneados, al estilo de las corralas o corrales de comedias, levantados sobre un soportal formado por cuatro columnas toscanas y dos pilares. Actualmente es un Centro Cultural destinado principalmente a exposiciones temporales, conferencias y otros eventos.

La calle Independencia, la Biblioteca y la calle Martos

Salimos de la plaza por la calle Independencia. Una rúa de gran importancia en la vida del escritor. En el número 15 estaba su casa natal, en la que vivió con sus padres. En ella transcurren infinidad de pasajes de sus cuentos y novelas. Es una de las calles principales de Tomelloso, de las que confluyen en la plaza de España, ahí estaba la barbería de Canuto y vivía doña Nati, la insobornable protagonista de “Los liberales”.

“No consigo recordar la figura de las dos estatuas de escayola que había, sobre pedestales en el portal de nuestra casa de la calle de la Independencia…” (Ya no es ayer).

En esa misma calle se encuentra el edificio que desde la década de 1960 alberga a la Biblioteca Municipal. Un edificio que lleva su nombre desde 1990 y que (según nos contó la actual directora, Rocío Torres, en una entrevista para este medio) cada vez que el escritor volvía a Tomelloso venía cargado con libros para donarlos a la biblioteca. El edificio está decorado, desde el pasado año, coincidiendo con los fastos del centenario de Pavón, con un soberbio graffiti de Javi López “Jops”, que recrea la figura del escritor.

A pocos metros está la calle del Pintor Francisco Carretero, llamada antaño calle Martos y apodada después calle del Infierno. En ella estuvo ubicada la fábrica de maderas y muebles del abuelo paterno de Pavón, Luis García. La actual vivienda ha mantenido la fachada y las puertas (elaboradas en el propio taller) como en los tiempos del Infierno.

“Mi abuelo Luis fue el primero que llevo un motor de vapor al pueblo. Cansado de mover las máquinas de pie, la aserradora, el torno y no sé qué otras, se trajo de Valencia una pequeña locomotora de la industria. Y las gentes, cuando pasaban por la portada de la fábrica, a oír el pistoneo, ver los vapores y los humos, se decían «¡Eso es un infierno! —Pues coño, ¡El Infierno se va a llamar!» Y desde entonces, hasta medio siglo después que se vendió la finca, se leyó sobre la portada: «El Infierno. Fabrica de muebles y de carpintería mecánica de Luis García Giner».” (Ya no es ayer).

Enfrente estaba la casa de Paulina y Gumersindo, personajes reales y conocidos de García Pavón y su familia con los que compuso un deliciosos y emotivo relato.

“Antes de que el carro llegase a la esquina de la calle de Martos, Paulina avanzaba por el centro de la carrilada hasta Gumersindo. Tomándole la cara entre las manos, lo besaba como a un niño.

Vamos, Paulina, vamos. ¿Qué va a decir la gente? —decía él, tímido, empujándola con suavidad. (Él, que olía a aire suelto de otoño y a sol parado; a pámpanos y a mosto, si ya era vendimia.) Daba luego unas palmadas a Tancredo: «¡Ay, viejo!».

Se les veía venir calle de Martos adelante cogidos del bracete —como ella decía—, seguidos de Tancredo, ya confiado a su querencia. Siempre le traía él algún presente: las primeras muestras de la viña, unas amapolas adelantadas, un jilguero, espigas secas de trigo para hacer tostones, un nido de pájaros o un grillo bien guardado en la boina”. (Paulina y Gumersindo)

La Glorieta y el Casino de Tomelloso

Avanzamos a la Glorieta de María Cristina, también escenario de los textos de García Pavón. La floresta se construyó en los terrenos del cementerio viejo gracias a doña Crisanta Moreno, benefactora de Tomelloso, en 1902. El recoleto parque tiene una fuente coronada con la estatua de Lorencete, un pescador que ha sido emblema de la ciudad y que se ha tenido que reponer al menos en tres ocasiones. En la Glorieta está el Museo López Torres que alberga la obra del pintor tomellosero, además de un auditorio. El museo contiene una colección permanente de óleos y dibujos cedidos por Antonio López Torres a su ciudad con un total de 65 óleos y 41 dibujos distribuidos en dos salas diferentes.

De la Glorieta arranca la calle del Pintor López Torres. En la fachada lateral del auditorio hay un gran mural, obra del artista de Tomelloso Rafael Rodrigo “Meone” que recrea el cuadro de López Torres “Niños jugando a las bolas”.

“Y el que la calle de la Paloma se llame ahora del pintor López Torres tampoco desentona. Porque Antonio tiene la sonrisa, la barba y la bata, blancas como las palomas y como las azucenas de al lado”. (El hospital de los dormidos)

Nos metemos al Casino de Tomelloso por la entrada de los jardines, la de la calle de la Palma. Se trata del antiguo Círculo Liberal fundado por Francisco Martínez Ramírez, “El Obrero de Tomelloso”. El casino tiene una añeja biblioteca con pupitres y estanterías con libros, hay una enciclopedia Espasa que dios sepa de cuando data. Los socios mañaneros leen el periódico. Tiene un gran salón que le dicen “de los espejos”, dado que hay dos grandes lunas en la sala. Los marcos de los espejos y el artesonado del techo, hecho de madera y cristal, salieron de los talleres de El Infierno. La pieza, que sirvió durante muchos años como salón de baile, albergó la Copa Presidente del Gobierno de Billar a tres bandas en mayo de 1995.

“El baile del «Círculo Liberal» era el más selecto de Tomelloso. Allí acudía la verdadera crema del pueblo. Aunque Plinio era de condición muy humilde, por aquello de su prestigio y fidelidad a las instituciones, en determinadas ocasiones se codeaba con los señoritos, aunque siempre guardando las distancias y sin apearse el uniforme, que aquella noche, por cierto, era el nuevo, bien planchado, deslumbrantes los vivos en rojo y plata. El alcalde gustaba también de la compañía de Manuel González en ocasiones tales como bailes, bautizos, bodas y actos públicos, donde «podía haber jaleo».” (El carnaval)

Salimos del casino por la calle Don Víctor. Frente a nosotros está la estatua de Francisco Martínez Ramírez “El Obrero”. Tomellosero ilustre trajo el ferrocarril a la ciudad y fundó el periódico “El obrero de Tomelloso”. Pavón se confesó un ferviente admirador de Martínez, que era amigo de su abuelo Luis, ambos convencidos republicanos. Tras su fallecimiento en 1949, Francisco García Pavón escribió un artículo en Lanza (diario en el que colaboraba) titulado “Ha fallecido el hombre más ilustre de Tomelloso”.

El Casino de San Fernando

Volvemos a la plaza a completar la última etapa de nuestro singular periplo pavoniano por Tomelloso. Visitamos el Casino de San Fernando. Un círculo con una parroquia más agrícola que el Tomelloso, al que llamaban los de éste como “el casino de los señoritos”. El San Fernando es el escenario por antonomasia del universo literario de Pavón, es donde empiezan y acaban la mayoría de las aventuras de Polinio y don Lotario. Además, el escritor era socio de ese casino y cada vez que volvía se le podía ver observando el mundo detrás de los ventanales del San Fernando. Allí fue camarero durante muchos años Manolo Perona, el “corresponsal folklórico-literario-tomellosero” de García Pavón.

“Manuel González, alias Plinio, Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso y su colaborador y amigo entrañable don Lotario el veterinario, con aire desganado contemplaban la plaza del pueblo tras la vidriera de uno de los balcones del Casino de San Fernando”. (El reinado de Witiza)

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