Opinión

Europa

Manuel Sánchez Patón | Sábado, 7 de Marzo del 2020
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Con barcos de guerra, barras de hierro, balas de plástico, munición real, gases lacrimógenos, cañones de agua, deportaciones en caliente, alambradas, muros, vallas y calabozos. En Ceuta y Melilla, en Croacia, en Bosnia, en Hungría, en Grecia.

Así trata la democrática, progresista, la verde ecologista, la muy moderna Europa a los refugiados e inmigrantes. La que da lecciones de valores comunes y derechos humanos a otros. La que presume de tener una cartera bautizada con el irrisorio nombre de “protección de nuestro estilo de vida europeo” (un guiño claro a la ultraderecha).

Cuánto músculo, cuánto dinero destinado a tiranías, estados fallidos, y estados predemocráticos (Turquía, Libia, y Marruecos y Mauritania, respectivamente) para que nos guarden las fronteras y no nos lleguen las turbas, que tienen vetado ese espacio prístino de justicia, libertad y seguridad con el que se identifica la UE.

Apartado 1 del artículo 78 del TFUE “La Unión desarrollará una política común en materia de asilo, protección subsidiaria y protección temporal destinada a ofrecer un estatuto apropiado a todo nacional de un tercer país que necesite protección internacional y a garantizar el respeto del principio de no devolución. Esta política deberá ajustarse a la Convención de Ginebra de 28 de julio de 1951 y al Protocolo del 31 de enero de 1967 sobre el Estatuto de los Refugiados, así como a los demás tratados pertinentes”. Apartado 3 del mismo artículo “Si uno o varios Estados miembros se enfrentan a una situación de emergencia caracterizada por la afluencia repentina de nacionales de terceros países, el Consejo podrá adoptar, a propuesta de la Comisión, medidas provisionales en beneficio de los Estados miembros afectados. El Consejo se pronunciará previa consulta al Parlamento Europeo”. Pues eso.

No hay crisis migratoria. La crisis es de las democracias liberales y de las instituciones en las que se apoyan, autoritarias y corruptas, que rinden vasallaje a las élites económicas que destruyen el planeta y atentan contra la vida.

Al menos nos queda el consuelo de ver a la UE convertirse en un actor secundario, irrelevante, patético, del nuevo orden internacional.

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