Opinión

Tiempo para una obligada madurez

Fermín Gassol | Jueves, 2 de Abril del 2020
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Tiempo para una obligada madurez

En estos días, semanas ya tan preocupantes, graves y desconcertantemente insólitas creo que quien más quien menos, según sus circunstancias profesionales y familiares, está teniendo tiempo para reflexionar sobre lo que ha sido su vida, corta o larga, hasta estas fechas. Probablemente se agolparán vivencias, experiencias, aquellas que más significaron, momentos difíciles y decisivos que marcaron el rumbo del futuro, errores, contratiempos…la mayoría sin embargo testigos de esa rutina o monotonía a que sometemos como no puede ser de otra manera la vida diaria.

Vidas las de cada uno, siempre diferentes a merced de personales situaciones, para unos pocos siempre fáciles, para la mayoría nada cómodas y difíciles o casi imposibles para bastantes también, en las los rigores del tiempo ya vivido han marcado no cabe duda el grado de madurez adquirido. En estos días tenemos a mi suegra en casa con noventa y dos años; le ha costado reconocer la dimensión de la tragedia, pero al ver en la televisión la cifra de muertos le salió del alma una expresión que a buen seguro nunca pensó ni de lejos decir, “esto es como en la guerra”…ayer balas hoy los virus, ella testigo de dos guerras.

La vida nunca nos somete a una misma temperatura, cada día nos tiene reservada alguna sorpresa si bien pequeña, que el corazón no podría soportarlas de mucho mayor calado por gratas fueran…Y así entre tragos dulces y amargos, la vida va perfilando nuestro peso específico que en esto consiste la madurez; una madurez nunca adquirida por el movimiento uniforme, sino por los acelerones y frenazos, por los jarros de agua hirviendo o bien fría, nunca tibia, por esas olas que de vez en cuando te dan la voltereta o ese toro que te pasa rozando la cintura. Una madurez que siempre deja alguna cicatriz en el cuerpo y en el alma. Y de esto sabe mucho más quién más ha vivido…

Esta pandemia está haciendo estrago en los mayores, en nuestros padres y abuelos, en quienes han sido, son y siguen siendo sin duda los mejores, que se nos están yendo los mejores, aquellos a quienes debemos cuanto somos y en casi todos los casos sin ese aplauso final, ese reconocimiento, esa despedida a la que todo ser humano tiene derecho, como última caricia de agradecimiento a lo que han hecho, a lo que han sido. 

Un momento este, donde la madurez nos ha venido impuesta por un golpe dado directamente al corazón dejándolo por un momento paralizado para después seguir latiendo de otro modo. Cuando dentro de un tiempo no sé cuánto volvamos a vernos, abrazarnos y besarnos, todos habremos pasado por un obligado curso acelerado de una madurez de la que los más jóvenes serán sus primeros destinatarios y ojala que beneficiarios.


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