Vivimos momentos difíciles en todo el mundo a causa de la pandemia
del coronavirus. Esta circunstancia ha provocado numerosos cambios de todo tipo
en nuestra forma de vida. También ha sido la causa de que pongamos en especial
valor lugares que quizá antes no apreciábamos tanto como lo hacemos ahora; me
refiero a hospitales y demás centros sanitarios, así como a todas las personas
que trabajan en ellos. Estas personas, médicos, enfermeros, auxiliares,
celadores, servicios de limpieza y mantenimiento, servicios de ambulancia,
etc., siempre han estado ahí, pero quizá nunca antes hemos dirigido nuestra
atención hacia ellos, con tanta admiración y gratitud, como en estos momentos.
Dicho lo anterior, se preguntarán ustedes, ¿qué tiene que ver todo
esto con los toros? Y más aún, ¿y con la beneficencia?
Pues sí, señoras y señores, el interés por dotar de medios
económicos a los establecimientos sanitarios, y principalmente a los
establecimientos sanitarios que más lo necesitaban, está profundamente insertado
en la cultura taurina.
En unos días, a principios de junio, al finalizar la Feria de San
Isidro, habría tenido lugar en la Plaza de Toros de Las Ventas la tradicional
Corrida Extraordinaria de la Beneficencia que, lamentablemente este año, al
igual que ocurriese en 1939, no podrá celebrarse. Ante la imposibilidad
sobrevenida de celebrar ese tradicional festejo, quiero, con este pequeño
artículo, hacer un brindis especial a todos aquéllos que aman y hacen posible la
Fiesta de los Toros, y también espero que contribuya a aumentar el conocimiento
de quienes razonablemente no la aman, o no la entienden, pero la respetan.
La historia de la Corrida de la Beneficencia tiene su germen en el
siglo XVII. Bajo el reinado de Felipe IV se tomó la decisión de donar toda la
recaudación de los festejos taurinos celebrados en la capital al Hospital
General de Atocha y otras entidades de beneficencia, que acusaban importantes
necesidades financieras. Fue más tarde, en el siglo XIX, concretamente en el
año 1856, cuando se redujo esta tradición a un único festejo, y desde entonces
se ha perpetuado en el tiempo. En todas sus ediciones, la Plaza se engalanaba
de modo especial; era tradición y se ha mantenido en el tiempo, que a ella
asistiese la primera autoridad del país. Así era frecuente ver al Rey, al presidente
de la República, al Caudillo, y nuevamente al Rey, según los distintos sistemas
de gobierno que han ido transcurriendo a lo largo de nuestra historia. Todos y
cada uno de ellos, sin excepción, han respetado y avalado éste importantísimo
espectáculo, contribuyendo al reconocimiento del mismo con su presencia.
Una de las más grandes figuras del toreo, Manuel Laureano
Rodríguez Sánchez “Manolete” la toreó dos años consecutivos, y como siempre
donó la totalidad de sus honorarios, como era tradición. El público de Madrid
tuvo la oportunidad de deleitarse con este “Monstruo” del toreo durante la
Beneficencia de 1946, en su única comparecencia en los ruedos españoles en ese
año. Ese día grande, estuvo acompañado en el cartel por el rejoneador Álvaro
Domécq, y los diestros Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, Antonio
Bienvenida, y un jovencísimo Luis Miguel Dominguín, que triunfaría esa tarde
junto a Manolete. Un año más tarde, 1947, Manolete, regresaría a ese mismo
compromiso benéfico acartelado con su buen amigo Rafael, “Gitanillo de Triana”,
y el sevillano Pepín Martín Vázquez, que saldría a hombros ese día por la
Puerta Grande. Manolete regaló ese 16 de julio a Madrid, la que sería su última
faena en la primera Plaza del mundo. Y ese día no solo donó sus ganancias, sino
que también entregó su sangre[1],
torería y mucho arte, a un público exigente que finalmente se rindió ante uno
de los más grandes toreros de la historia. Nadie podía imaginar que ese mismo
año, apenas un mes y medio más tarde un Miura de nombre “Islero” lo elevaría a
leyenda. A título póstumo le fue impuesta la Medalla de la Beneficencia como
reconocimiento a este desinteresado gesto.
No fueron éstos los únicos apuntes de generosidad del diestro cordobés. Manolete siempre estuvo presto en todo lo que fuese ayudar a quién más lo necesitaba. En su hacer, era habitual la entrega de dinero a los más pobres y necesitados, así como a instituciones que se hacían cargo de ellos, como las monjas que cuidaban a personas mayores en su Córdoba natal, o los Hermanos de San Juan de Dios de Jerez. Así mismo participó siempre que se lo propusieron en festejos y festivales, como el de las monjas del Hospital de los Marqueses de Linares, donde, circunstancias del destino, pasó sus últimos momentos con vida.
Manuel Díaz “El Cordobés”, brindando un toro a un joven y buen aficionado de Tomelloso, Jesús Navarro, durante una corrida de Feria.
Regresando al presente he de decir que, también nuestro querido
Tomelloso contrajo un compromiso con la beneficencia, maridada con tauromaquia
hace ya ocho años. Fue en abril de 2013 cuando se celebró la primera Corrida
Benéfica. En aquella ocasión, a beneficio de Cáritas. Desde entonces, año tras
año, de forma ininterrumpida, la Peña Taurina de Tomelloso ha seguido
promoviendo este extraordinario festejo, con el apoyo de las Instituciones, y
sobre todo con el del noble pueblo de Tomelloso. Este año, al igual que ocurre
con la Corrida Extraordinaria de la Beneficencia, y por las mismas causas, no
ha podido celebrarse la VIII edición de nuestra ya tradicional Corrida. Otro
año será, si Dios quiere.
Pero lo que está fuera de toda duda es que los toros son cultura,
son nuestros, del pueblo español, han transcendido a ideologías y regímenes
políticos de distinta naturaleza, y a lo largo del tiempo han mostrado detalles
de compromiso con los más necesitados y vulnerables. Son un legado que no
podemos rechazar ni abandonar, sino estimular, defender y potenciar, sin perjuicio
de respetar a quienes no amen, o incluso aborrezcan, esta Fiesta tan nuestra.
Pero también debemos exigir el mismo respeto y comprensión para todos aquéllos
que, como un servidor, amamos al toro bravo, y la Fiesta que lo protege y ennoblece.
En Tomelloso, a 18 de mayo de 2020
Luis Antonio Perales Casajuana
Aficionado y socio de la Peña Taurina de Tomelloso.
[1] Durante la lidia de su
segundo toro, quinto de la tarde, Manolete sufrió una cogida, y herido de
consideración en la pierna continuó la faena hasta su final. Tras caer el toro,
fue trasladado exhausto a la enfermería perdiendo abundante sangre, y
recibiendo allí los trofeos conseguidos.
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