Pone al mal tiempo buena cara, Moisés Ramírez, el responsable de la empresa de transportes, Moisés y Constanza, que nos ha contado las duras condiciones en las que han tenido que trabajar sus empleados durante la pandemia. La situación fue mejorando a medida que avanzó la desescalada, “pero lo que pasamos en los dos primeros meses de pandemia ya no nos lo quita nadie”, dice en su habitual tono desenfadado y sincero un hombre que lleva más de cincuenta años en el sector. “Estoy jubilado parcialmente, porque no quiero desconectarmen de un trabajo que me gusta mucho. El día que me quite de este por cualquier causa, estaré enterrado en vida”, señala.

Justo hace un año entrevistamos a Moisés. Difícilmente podían esperar el periodista y entrevistado lo que sucedería unos cuantos meses después. Cuando llegamos está pendiente del teléfono, de las rutas de sus camiones que  surcan las carreteras del país, de las labores de mantenimiento que un empleado realiza. El sol de la tarde que avanza, ya casi de verano, realza el brillo de las cisternas que esperan sus destinos en las instalaciones de la calle Valle de Alcudia.

-¿Cómo se las han arreglado durante la pandemia para seguir prestando servicio a sus clientes?

-Nos hemos apañado malamente. En el sector nuestros teníamos la obligación de cumplir con nuestro trabajo para abastecer el mercado alimentario, había que hacerlo sí o sí al ser una de las actividades consideradas imprescindibles. Buena parte de nuestro transporte es de leche y las vacas se ordeñan todos los días. El problema fue que nos cerraron todos los restaurantes de carretera y no teníamos donde lavarnos, ni dónde comer, ni nada. Había  que cumplir con los mercados, pero nosotros estábamos tirados como perros.

-¿Se han sentido maltratados?

-Sí. Este Gobierno ha pensado poco en nosotros.  Había que abastecer los mercados a toda costa, pero sin importar la situación en la que nos encontrábamos los chóferes. No había donde comer, ni lavarnos. Así que tuvimos que llevar la merienda en el cajón y también las garrafas de agua para poder lavarnos. Ha sido una situación tercermundista que me ha hecho despertarme muchas veces a las tres y cuatro de la mañana pensando en la gente que tenía en la carretera en esas deplorables condiciones.  Después fueron abriendo algunos sitios, aunque muy contados, pero todo esto llegó bastantes después. El principio fue muy triste y con muchos problemas, uno detrás de otro.

-¿Han podido tener a toda la plantilla de la empresa en marcha?

-Todos hemos estado funcionando. A través de la mutua con la que trabajamos, nos pudimos hacer  todos la prueba. Yo di positivo, y el doctor me dijo que lo cogí a principios de febrero, pero en una prueba posterior me dijeron que la había superado. Algunos conductores también dieron positivo, pero después lo superaron y hemos seguido trabajando. 

-¿Considera reconocido el trabajo que han realizado los transportistas en estos tres duros meses?

-Para nada. No creo que nadie se acuerde mañana ni pasado del trabajo que hemos realizado. Los sindicatos de transportes que tenemos, que suelen ser mucho de fotos, no se han preocupado. Parando un solo día el transporte  para reivindicar los servicios que nos hacían falta se hubiera podido arreglar esto. Solo se han preocupado de que los tiempos de trabajo se alarguen, pero del resto nada. 

-La crisis económica que se ha generado ha provocado que la administración decrete ayudas para algunos sectores, ¿también las ha habido para el sector del transporte por carretera?

-Al nuestro ha llegado más bien poco.  Tenemos que resignarnos porque es el trabajo que hemos elegido, pero ha quedado claro en esta pandemia que nuestros clientes son más importantes que nuestros parientes. Hemos cumplido con nuestro servicio a rajatabla.

-Al margen de la situación generada por la pandemia, ¿cuál es el panorama que tiene en estos momentos el transporte?

-La faena está floja. Nos las vemos y deseamos con los retornos. El transporte del vino está muy atascado. Por fortuna si estamos trabajando bien con el alcohol de cereales que se utiliza para lavarnos las manos. Ha habido un pico de actividad de dos meses muy fuerte. Pero el tema alimentario está más flojo.

-¿Considera que esto tan fuerte que hemos pasado nos hará plantearnos las cosas de otra manera, no solo en el ámbito de la economía, sino de la vida en general?

-El problema es que tenemos la memoria muy corta, se nos olvidan las cosas rápidamente. Ahora se trata de ser prudentes y no meternos en otro fregado. Hemos perdido muchos seres queridos y ha sido muy duro para muchas familias, pero, no sé porque razón, las cosas se olvidan y volvemos a caer en los mismos errores.