Con la que está cayendo de rebrotes del dichoso
coronavirus y algunas otras noticias insólitas, este verano del 2020 ya no me
sorprende nada, ni siquiera me inquieta la propuesta de los atrevidos del
Globosonda para el mes que viene.
Pues no se les ocurre a estos imprudentes que rebuscar
en la hemeroteca la singular fracesita que seguro que se acuerdan si la escribo
y que pronunció el emérito por tierras americanas, sí, aquella donde reprendía
a un gobernante de los llamados populistas: "Por qué no te
callas".
El argumento tiene tela si comparamos cómo van las
cosas desde el 2007 cuando se pronunció la reprimenda. Ahora la película se ha
enrevesado bastante y jugamos a dónde está Wally, y es que el asunto del
enigmático viaje que ha emprendido el Borbón está siendo el culebrón del
verano.
Cosas del tiempo y del destino, asuntos mayores de la
política y los negocios que nunca acabaremos de comprender. Parece mentira que
no entendamos que la vida es como el mar, que más pronto o más tarde siempre
nos devuelve los restos del naufragio. Y éste lo es, y grande, aunque ya
barruntábamos algo a pesar de la ley del silencio que la prensa respetó hasta
que ya no hubo más contención, porque se habían acumulado tantos desaguisados,
por decirlo de alguna manera, que inevitablemente el tema ha reventado.
Sin embargo dejo aparcado el asunto y me quiero acoger
a las palabras de un líder político recientemente desaparecido que no tenía
pelos en la lengua, y comparto su desánimo en referencia a la actitud de los
súbditos que, resignados, lo soportamos todo. Aseguraba, con pena, que ya no se
sorprendía de la actitud sumisa y condescendiente de la gran mayoría, de la
devaluación de nuestra democracia y de cómo estaban consiguiendo esos poderes
fácticos nuestra condescendencia a través del cansancio, el hartazgo y la
desidia.
Y bien calladitos que estamos ante tanta tropelía,
silenciosos y excesivamente tolerantes por lo que está sucediendo, no sólo por
las acciones del pasado monarca, me refiero a la situación en general.
Porque es urgente analizar la gestión de la crisis del
coronavirus y sus consecuencias en el ámbito hospitalario, y ya que estamos, el
disimulado abandono de la sanidad pública. Hay que oponerse a la imposición de
la telemedicina como nuevo modelo sanitario, hay que volver a la consulta
presencial, a la sanidad preventiva y atender el seguimiento de los pacientes
con enfermedades comunes en los ambulatorios.
No debemos consentir la pérdida de tiempo que suponen
las colas interminables en los organismos públicos, en las entidades bancarias
o en la tramitación de todo tipo de gestiones administrativas.
En algún momento nuestros dirigentes deberían plantar
cara ante el ninguneo de Europa. Además, estamos obligados a eliminar
duplicidades para reducir las sobredimensionadas administraciones públicas. Es
necesario corregir la lacra que supone la precariedad laboral y también debemos
afrontar la falta de futuro de los jóvenes, y acometer con decisión la siempre
postergada reconversión del sistema productivo. Hasta el más ignorante se ha
dado cuenta de que, tras la pandemia, no podemos volver al turismo o al
ladrillo como motores de nuestra economía, que con eso solo no basta, que no
debemos, ni podemos seguir viviendo de créditos y subvenciones porque estamos
hipotecando el futuro de las nuevas generaciones.
A pesar de su importancia, estas cuestiones referidas
anteriormente, estos retos pendientes de resolver por nuestros gobernantes a
través de leyes y medidas concretas no les interesa a la gran mayoría, porque
estamos adormecidos por los medios. Cadenas de televisión que parecen patios de
corralas, platós donde el cotilleo, el griterío y la chabacanería entretienen
al personal a lo largo del día.
Ciudadanos embelesados a través de una pequeña
pantalla, embaucados por las redes sociales y escaparates virtuales, lugares
donde no existe la reflexión ni el debate serio y sereno, escenarios donde todo
es bonito e inmediato, cachivaches tecnológicos para distraernos de la cruda
realidad.
Pero además de ignorar los grandes desafíos y las
amenazas que acechan a nuestra sociedad, también nos callamos ante actitudes y
realidades muy cercanas, soportamos estoicamente la conductas incívicas y
violentas de los okupas, de los nuevos parásitos de esta sociedad que reniegan
del esfuerzo, del tesón y del estudio, donde todo el mundo se cree con derecho
a todo, granujas que se sienten amparados por las grandes tropelías de los
poderosos.
Como siempre, los únicos que no se callan son los
bocazas y todos los que hacen discursos huecos, verborrea para rellenar
silencios, tertulianos sabelotodo, porque existe una máxima evidente, siempre
vociferan los que más deberían callar.
A todos estos caraduras, que son demasiados, la gran
mayoría silenciosa, esa resignada colectividad a la que tanto y tan mal a veces
se alude, debería decir bien alto y claro: "Cállense ya porque estamos
hartos, póngase a la tarea y demuestren ser los líderes que necesitamos, es
urgente".
Globosonda: Texto para La Caja Negra del mes de septiembre
del 2020
Fdo: Rafael Toledo Díaz.
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Martes, 23 de Abril del 2024
Miércoles, 24 de Abril del 2024
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