Entre las frases atribuidas al genial y polifacético Woody
Allen está la de que “el dinero no da la
felicidad pero procura una sensación tan parecida, que se necesita de un
especialista muy avanzado para llegar a verificar la diferencia”.
Y es que ciertamente hay que ser persona muy libre de
esclavitudes y adherencias para captar las notables diferencias entre ambos
aunque con criterios puramente materiales y consumistas lleguen a identificarse
de una manera casi general. A nadie se le oculta que el dinero siempre ha
sido ese gran objeto de deseo por el que algunas personas han pagado a veces
muchísimo más de lo que vale…para acabar perdiendo paradójicamente aquello que
buscaban con errónea ansiedad y ubicuidad: la felicidad y la libertad.
¿Qué posee este salvoconducto universal, este gran
“lubrificante” de voluntades, ese “conciliador” de pareceres, ese domador de
revoluciones, este dios temporal y efímero? La respuesta bien podría ser: su
enorme versatilidad.
El dinero es lo único que muta de manera interminable
adaptándose a toda circunstancia, época, ámbito o hecho, una característica que
lo convierte en llave maestra para acceder de una manera cómoda a cualquiera de
las situaciones por difíciles que puedan parecer en nuestras vidas.
Todos los objetos poseen determinados rasgos que los hacen
perceptibles; forma, color, sabor, olor y peso; en suma, cualidades que los
definen expresando sus peculiaridades, su singularidad; pues bien, el dinero
también las tiene, repasémoslas: Todos sabemos que el color del dinero puede
ser “blanco o negro” según sea su procedencia; su sabor también es equiparable
al agua, dulce para calmar la sed de necesidades o salada para acentuarlas. El
dinero huele al sudor del esfuerzo y trabajo o a la humedad del oscuro, frío y
sombrío panteón familiar. El peso del dinero es liviano cuando lo valoramos
pero muy grave cuando su poder de persuasión nos vence. La forma del dinero sin
embargo es universalmente aceptada, que redonda o cuadrada, es casi siempre
perfecta.
Pero además de estas características, el vil metal posee
también otras que no son tangibles y pueden llegar a ser muy peligrosas incluso
para la salud moral. La consistencia del dinero por ejemplo es una de ellas,
variando según la temperatura a la que sea sometido. Duro y rígido cuando hace
frío en la billetera; dúctil y generoso, si existe calor…en el corazón de
quienes lo tienen y comparten. Y es que la fragilidad del dinero es la misma
que las conciencias y afanes de los seres humanos que lo atesoran.
El peligro más grande que conlleva el dinero es hacerle creer
al que lo amasa que puede volar con él por encima de la realidad. El dinero es
un magnífico indicador para medir la verdadera talla humana de quien lo
administra.
Una oportuna “parábola laica de los talentos” para todos nosotros, convertidos hoy en meros sujetos económicos, hijos materiales de la época que nos ha tocado vivir, tiempos neocapitalistas de tonterías, superficialidades, frivolidades, excesos y enormes carencias que los cubos de basura se encargan cada madrugada de diagnosticar en muchas de nuestras ciudades. El dinero con mil caras…la pobreza en las conciencias y la miseria sobre ochocientos millones de personas.
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Miércoles, 27 de Marzo del 2024
Jueves, 28 de Marzo del 2024
Jueves, 28 de Marzo del 2024