Opinión

El dinero, un salvoconducto universal

Fermín Gassol Peco | Martes, 22 de Septiembre del 2020
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Entre las frases atribuidas al genial y polifacético Woody Allen está la de que “el dinero no da la felicidad pero procura una sensación tan parecida, que se necesita de un especialista muy avanzado para llegar a verificar la diferencia”.

Y es que ciertamente hay que ser persona muy libre de esclavitudes y adherencias para captar las notables diferencias entre ambos aunque con criterios puramente materiales y consumistas lleguen a identificarse de una manera casi general. A nadie se le oculta que el dinero siempre ha sido ese gran objeto de deseo por el que algunas personas han pagado a veces muchísimo más de lo que vale…para acabar perdiendo paradójicamente aquello que buscaban con errónea ansiedad y ubicuidad: la felicidad y la libertad.

¿Qué posee este salvoconducto universal, este gran “lubrificante” de voluntades, ese “conciliador” de pareceres, ese domador de revoluciones, este dios temporal y efímero? La respuesta bien podría ser: su enorme versatilidad.

El dinero es lo único que muta de manera interminable adaptándose a toda circunstancia, época, ámbito o hecho, una característica que lo convierte en llave maestra para acceder de una manera cómoda a cualquiera de las situaciones por difíciles que puedan parecer en nuestras vidas.

Todos los objetos poseen determinados rasgos que los hacen perceptibles; forma, color, sabor, olor y peso; en suma, cualidades que los definen expresando sus peculiaridades, su singularidad; pues bien, el dinero también las tiene, repasémoslas: Todos sabemos que el color del dinero puede ser “blanco o negro” según sea su procedencia; su sabor también es equiparable al agua, dulce para calmar la sed de necesidades o salada para acentuarlas. El dinero huele al sudor del esfuerzo y trabajo o a la humedad del oscuro, frío y sombrío panteón familiar. El peso del dinero es liviano cuando lo valoramos pero muy grave cuando su poder de persuasión nos vence. La forma del dinero sin embargo es universalmente aceptada, que redonda o cuadrada, es casi siempre perfecta.

Pero además de estas características, el vil metal posee también otras que no son tangibles y pueden llegar a ser muy peligrosas incluso para la salud moral. La consistencia del dinero por ejemplo es una de ellas, variando según la temperatura a la que sea sometido. Duro y rígido cuando hace frío en la billetera; dúctil y generoso, si existe calor…en el corazón de quienes lo tienen y comparten. Y es que la fragilidad del dinero es la misma que las conciencias y afanes de los seres humanos que lo atesoran.

El peligro más grande que conlleva el dinero es hacerle creer al que lo amasa que puede volar con él por encima de la realidad. El dinero es un magnífico indicador para medir la verdadera talla humana de quien lo administra.

Una oportuna “parábola laica de los talentos” para todos nosotros, convertidos hoy en meros sujetos económicos, hijos materiales de la época que nos ha tocado vivir, tiempos neocapitalistas de tonterías, superficialidades, frivolidades, excesos y enormes carencias que los cubos de basura se encargan cada madrugada de diagnosticar en muchas de nuestras ciudades. El dinero con mil caras…la pobreza en las conciencias y la miseria sobre ochocientos millones de personas.

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