¿Es ético aprovecharse de la desgracia para
mejorar posiciones respecto al adversario? ¿Es aceptable que quien
aspira a liderar una sociedad se aproveche del dolor en vez de ayudar a
atajarlo? Cuando pase la pandemia todos tendremos que hacernos un juicio
de valor sobre si ayudamos, o no, a vencerla. Los políticos los
primeros, también la oposición.
Escuché a la presidenta de la Comunidad de
Madrid el día que anunciaba el confinamiento de un millón de personas
-posiblemente en una de las ruedas de prensa más difíciles de su vida-
rogar que nadie hiciera política con el virus, que los recursos públicos
eran limitados y que había que decidir entre aulas prefabricadas o
respiradores, que sólo pudo contratar a tres enfermeras escolares para
los 3.256 centros educativos porque las bolsas de empleo estaban
agotadas, que la Atención Primaria -con más de 15 días de lista de
espera- era un problema nacional por la alta presión sanitaria. Oí al
vicepresidente Aguado, de Ciudadanos, exigir que se abandonara la lucha
partidaria ante un virus que no entiende de riqueza, ni de fronteras y
que todo el mundo tenía que elegir “ser vacuna o ser virus”.
Escuché a los máximos dirigentes de Madrid -del
PP y de Cs- explicar que los contagios se deben a la movilidad y la
densidad y que la letalidad estaba vinculada con el envejecimiento. Que
no había culpables -salvo el virus- que nadie los buscara y que el resto
solo somos víctimas.
No es diferente a las palabras que, otras
muchas veces, han dicho gobernantes de estas formaciones políticas en
Castilla y León, en Galicia o Andalucía. La pregunta es: ¿Por qué esa
responsabilidad que reclaman no la practican sus líderes regionales que
ejercen la oposición? ¿Por qué existe tanta diferencia entre los que
gobiernan (que se esfuerzan en vencer la desgracia) y los que están en
la oposición (haciendo política con el sufrimiento)?
¿Por qué los argumentos con los que el PP
explica la pandemia hasta Parla no les sirven para entenderla a partir
de Illescas?¿Por qué los argumentos que da la Junta de Castilla y León
para argumentar lo que sucede en Soria, Segovia o Valladolid no les
sirven para Albacete, Ciudad Real o Cuenca? ¿Hasta dónde quieren
parcelar el dolor del virus?
A la misma hora que la presidenta de Madrid o
el alcalde de la capital pedían no politizar con la COVID-19, la
secretaria general de su partido en Castilla-La Mancha, desde
Guadalajara, a menos de una hora de la puerta del Sol, arrojaba los
fallecidos en Castilla-La Mancha a la cara de Page. Al mismo tiempo, el
presidente del PP de Toledo (quien fue delegado del Gobierno con
Cospedal) acusaba al Gobierno regional de ocultar fallecidos. ¿Qué
buscan con esas palabras tan gruesas, con unas afirmaciones tan crueles y
desalmadas?
Son los mismos que compararon las mascarillas
antiCovid con las máscaras de ETA (Lola Merino el 22 de mayo) o los que
acusaron a la Junta -sí, tal cual- de ser la principal causa de
mortalidad del virus en la región (Carolina Agudo el 19 de junio). Una
oposición cruel que politiza un dolor que no entiende de colores porque:
¿Qué razones hay para idolatrar la gestión del Gobierno de Castilla y
León con 2.948 fallecidos durante la COVID, pero arrojarle las víctimas a
Page con 3.031 fallecidos por el virus en Castilla-La Mancha a 22 de
septiembre? ¿Acaso duelen menos los fallecidos según el color político
de quien gobierna?
La coherencia es un valor en peligro de
extinción en la política actual más predispuesta a manipular los
argumentos para destruir al contrario que en ayudar a encontrar las
razones primeras de los problemas para solventarlos. Partidos que
nacieron para luchar contra el populismo, para combatir una España de 17
realidades, son los primeros en caer, a conveniencia, en esos pecados
que querían superar.
Solo venceremos a la pandemia, a sus efectos
económicos y sociales desde el rigor, la empatía y la unidad. Sólo
saldremos más fuertes si nos olvidamos por unos meses de nuestras
afiliaciones políticas y nos centramos en aliviar la carga sobre los
hombros de nuestra sociedad. ¿De verdad alguien puede mirar a los ojos a
otra persona y decir que en cualquier región de España (donde en unas
gobierna el PP y Ciudadanos, en otras el PSOE, el PNV o el PRC) los
fallecidos por la pandemia serían menos cambiando el color político?
Viví con angustia la politización que en España
se produjo sobre la continuidad del estado de alarma y la fases de la
desescalada. Viví con desgarro el ver negociar al Gobierno de España,
incluso rogar el apoyo, cuando estaban en juego las vidas de las
personas. Hoy me reconcilia creer ver en las palabras de la presidenta
de la Comunidad de Madrid -cuando no puede descartar tener que pedir un
confinamiento global en su región- reconocer que aquello fue un error.
Y espero que ese espíritu de enmienda, de
abandonar el jaleo partidario y la propuesta populista, inunde las
conciencias de la oposición en Castilla-La Mancha, al menos, hasta que
venzamos definitivamente al virus. No son de rigor medidas, por ejemplo,
como las que alardea el presidente del PP de Castilla-La Mancha, que
conllevan una caída de ingresos de 2.000 millones de euros y un
incremento de gastos de 4.000, en un presupuesto no financiero de 7.000
millones...en la empresa privada, con esta falta de rigor, no le
convocarían ni al proceso de selección.
Cuando venzamos al virus, entonces será el
momento de preguntarnos sobre cómo llegaron los sistemas sanitarios a la
pandemia en cada lugar de España, sobre quién recortó o quién reforzó
la sanidad. Valoraremos las gestiones de quienes han contratado más o
menos rastreadores o han puesto encima de la mesa más o menos ayudas
sociales. En todo ello, el Gobierno de Page está en los puestos de
cabeza.
Pero hagamos un ejercicio de conciliación
nacional, al menos, los partidos que hemos gestionado una región u otra,
una administración u otra: reconozcamos que todos los gobiernos han
comprado todo el material de protección que le ofrecía el mercado, todos
los respiradores a su alcance, todos los test. Me separa casi todo en
política de la manera de ver las cosas de Feijóo o Urkullu pero no me
cabe ninguna duda de que todos, con independencia de cómo piensan, no
han cesado en intentar evitar un contagio más, una víctimas más.
Pensar lo contrario no es solo injusto, es
cruel. Parece ser que, en esa forma de hacer política, cada día quedan
menos en España, entre ellos, los presidentes del PP en España, Pablo
Casado, y en Castilla-La Mancha, Paco Nuñez.
Sergio Gutiérrez Prieto