“Estoy en deuda con mi padre por vivir; y con mi maestro por vivir
bien.” (Alejandro Magno)
“Aquellos que educan bien a los niños merecen recibir más honores que
sus propios padres, porque ellos solo les dieron vida, mientras que aquellos
les dieron el arte de vivir bien.” (Aristóteles)
He querido empezar estas líneas
con esas dos frases, de Alejandro y Aristóteles, ya que el segundo fue maestro
del primero. Y por todos es conocida la vida de Alejandro Magno, el mayor
estratega de todos tiempos y, a mi juicio, un hombre con una visión del mundo
que pocos han tenido. Fue —en gran medida— gracias a Aristóteles, que Alejandro
se lanzó a su carrera hacia los confines del mundo, siempre buscando avanzar
más. Sin lugar a dudas, Alejandro cambió el mundo.
Hoy en día, aunque ya no hay
tierras que conquistar y con los avances tecnológicos podemos plantarnos en
cualquier parte del mundo en cuestión de horas, la figura de nuestros
profesores, maestros, docentes…sigue siendo de una importancia capital. Durante
este 2020 estamos conociendo una cara muy amarga de la existencia. Y me refiero
a nuestra existencia como especie. El mundo que conocimos siete meses atrás
prácticamente no se parece en nada al que tenemos ahora. La civilización ha
sido duramente castigada por el más pequeño de los enemigos: un virus. El
COVID-19 ha trastocado todo aquello que dábamos por sentado. Se ha visto que,
sectores de la sociedad que antes pasaban desapercibidos o que se daban por
sentados (sanitarios, reponedores, cajeros, servicios de limpieza, cuerpos de
seguridad, voluntarios, agricultores, transporte, correos…) han resultado
pilares básicos en esta lucha que mantenemos. Sin ellos, no habríamos salido
adelante. Y por ello les aplaudimos.
Sin embargo hay otro sector del
que —quiero pensar que involuntariamente— parte de la sociedad, ha pasado de
largo: me refiero a la educación. Todos nuestros maestros y profesores se han
dejado la piel para poder adaptarse rápidamente a la nueva situación y, sin
recursos, seguir formando y dando clase a sus alumnos, reinventándose como
mejor han podido con los medios a su alcance. Si nuestra sanidad no ha dejado
de lado a sus pacientes, nuestros profesores no han dejado de lado a sus
alumnos. Cambiar todo el sistema de educación en cuestión de días ha sido una
tarea colosal, titánica y, si las cosas no han salido del todo bien —falta de
equipos, material, medios…— no ha sido, en ningún caso, por los maestros.
Durante los peores meses de la pandemia he sido estudiante de la UNED, aquí en
Tomelloso, y puedo dar testimonio de la enorme implicación, ganas y buen hacer
de todos los que han sido mis profesores. Ciertamente, el curso ha llegado a
buen término, gracias a su esfuerzo.
Sacar adelante un curso en estas
circunstancias de pandemia, miedo, incertidumbre… no es fácil, y he conocido a
profesores que lo han pasado realmente mal por la frustración de no poder dar
todo lo que tienen que ofrecer y no acabar las clases como ellos querían. Puede
parecer algo baladí, pero en absoluto lo es. Cuando tienes una vocación, das lo
mejor de ti.
Meses después y con un curso nuevo
en marcha, la situación de nuestro profesorado poco ha cambiado. Nuevamente,
han sido olvidados y han tenido que ser ellos quienes se busquen la manera de
empezar las clases con garantías. No hay que olvidarnos de que, al igual que
los jóvenes, ellos también están expuestos.
Creo, ya para terminar, que la
tarea que tienen por delante es de extrema importancia, y las administraciones
deberían verlo. Los maestros enseñarán a nuestros futuros adultos lo que hemos
vivido, lo que hemos pasado, cómo nos hemos comportado y qué hemos hecho mal
para que esos errores no se repitan. La próxima pandemia tal vez no podamos
evitarla, pero las generaciones futuras podrán afrontarla de mejor manera, no
solo tácticamente, sino como sociedad solidaria y comprometida, gracias a las
enseñanzas que hoy les transmitan los profesores.
Invertir en los profesores y
maestros de hoy, es apostar por la civilización del mañana. Desde estas
humildes líneas, quiero expresar un merecido reconocimiento a todos los
docentes (si se me permite la licencia, en especial a la persona que le
entusiasma la astronomía tanto como la enseñanza) que día a día imparten sus
clases con la esperanza de ver a esos jóvenes convertidos en la esperanza del
mañana.
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Miércoles, 17 de Abril del 2024
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Jueves, 18 de Abril del 2024
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