Todos
los años y cuando se acercan estas fechas, el colectivo “El Globosonda” de
Parla realiza una actividad cultural que titulamos “La noche de los cuentos
vivientes”.
Este
años será algo más complicado, por eso utilizaremos las posibilidades que nos
ofrecen las diferentes plataformas digitales para difundir textos e imágenes
que refuerzan nuestra tradición.
Entre
las diferentes posibilidades de participar, una de ellas es la escritura de
cuentos y relatos de miedo.
Y como cada cual tiene los suyos, ahí va el mío de este 2020
Hola,
¿qué tal? Me presento ante ustedes: Me llamo Jimeno Jiménez y desde hace unos
cuantos años mis amigos me llaman cariñosamente JJ, o sea, jota, jota. Antes no
me importaba, pero ahora que ya voy teniendo una edad no me gusta mucho que me
llamen así.
Me
piden que les cuente sobre mis miedos y yo, la verdad, es que apenas tengo que
decirles. Desde muy pronto supe convivir con ese sentimiento que aterroriza a
mucha gente.
Cuando
apenas levantaba un palmo del suelo, mis padres me responsabilizaron de un
pequeño rebaño de cabras y ovejas. Allí, en aquella mísera sierra, solo y a
oscuras en la choza oía cada noche el aullar a los lobos, lo que al principio
me acojonaba un poco, pero me fui acostumbrando.
Cuando
fui mayor me llevaron a la mili, pero yo no quería ir porque estaba muy a gusto
en el pueblo. En aquel campamento de reclutas me comieron el coco y me apunté a
la Legión. Allí, en aquel cuerpo, me dieron alguna que otra hostia, quizás sin
merecerlas, pero nada de particular, ya saben, cosas de hombres. Más me dolió
cuando me grabé en el brazo la frasecita típica “Amor de madre”. Aquello fue
una encerrona, pues cuando me lo hicieron estaba un poco borracho y además, era
cierto que no tenía mucha suerte con las mujeres.
Más
tarde, y cuando me tuve que ir del pueblo, más que miedo tuve recelo. Era un
cambio muy grande irme a la capital y no sabía si iba a acostumbrarme. Después,
durante treinta y tantos años, tuve pavor a que me atrapase la rutina, y les
digo esto, porque durante ese tiempo estuve apretando tornillos en una cadena
de montaje, todo el día bajo la luz artificial de los fluorescentes, menuda
condena.
Ahora
con los años me he vuelto un tipo duro, de esos que dicen que están de vuelta
de todo, que muy pocas cosas les importa. Sin embargo, en esta mañana luminosa,
tengo pánico a entrar en la habitación donde tengo el ordenador y al encender
el aparatejo, me entra un sudor frío. No sé por donde empezar, tecleo asustado
un día más.
Resulta
que estoy a punto de jubilarme en cuanto cumpla los años, pero ahora, con la
dichosa pandemia, todo el papeleo se gestiona por Internet. A mí esto me viene
grande, tengo la mesa llena de papeles, de nóminas, de claves y de
certificados. La vida laboral me da error y no consigo cita ni a la de tres. El
otro día, hasta lo intenté a las cuatro de la madrugada pero al final, desistí.
Este
quilombo me está quitando el sueño, me duele la cabeza y apenas tengo hambre,
vamos, que estoy de los nervios. Nunca tuve tal miedo como ahora, me siento
desvalido y no sé cómo salir de este oscuro túnel.
Mis
amigos me recomiendan que vaya a una gestoría porque esta situación de
impotencia me está quitando la salud, y sobre todo me dicen que ni se me ocurra
ver una peli inglesa que se llama: Yo, Daniel Blake.
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Miércoles, 17 de Abril del 2024
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Viernes, 19 de Abril del 2024
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