El más importante obrero
de la historia de Tomelloso no dejó nunca de esforzarse por la evolución
económica y social de su pueblo. Ante este trabajo heroico, Francisco Martínez
Ramírez pronto se dio cuenta de que para lograr sus objetivos tenía que llegar a
los diferentes estratos de la población, para lo que creó un proyecto editorial
que consolidaría su presencia pública a nivel local y nacional, por sus
conocimientos del ámbito agroindustrial.
Así, su incursión en los asuntos públicos llegaría con la creación, dirección y administración del primer periódico de su pueblo, El Obrero de Tomelloso, que vio la luz el día 1 de noviembre de 1903, con el subtítulo de Defensor de los intereses comerciales y agrícolas. La fundación de un semanario de estas características le sitúa como uno de los personajes más influyentes de Tomelloso y La Mancha. Aunque no toda la población sabía leer, disponer de la dirección y control de una publicación significaba, sin duda, un nexo con otros sectores provinciales y nacionales. La redacción se encontraba en el número 30 de la calle Mayor, actual calle García Pavón, al inicio de la cual hoy encontramos una escultura en su honor.
Primer número de El Obrero de Tomelloso, 1903
Que el periódico tratara
desde el principio temas tan importantes como la defensa de los intereses de
los agricultores en la Ley de Alcoholes, hizo que aumentaran los anunciantes y
los suscriptores, no solo en Tomelloso, sino en muchas provincias. Intelectualmente,
sus fuentes más importantes las encontramos en el krausismo y en los valores de
la Institución Libre de Enseñanza. El objetivo primordial de la creación de El Obrero de Tomelloso fue, la toma de
partido en una de las revoluciones más importantes de su tiempo: la
construcción y apoyo del ferrocarril, para mejorar la velocidad de los
transportes y reducir el coste. Con el proyecto, pretendía llevar Tomelloso al
futuro y resolver el problema de las carreteras y los caminos.
En el editorial del
primer número del periódico, “Al público”, ya presenta sus intenciones. Se
había fundado para conseguir logros para su pueblo, como el ferrocarril, y para
apoyar al Partido Liberal en Madrid y, más tarde, a Melquíades Álvarez, del que
Martínez Ramírez llegaría a ser secretario político personal, e involucrándose
más adelante en la fundación del partido reformista.
En 1904, con la llegada,
por su mediación, del político asturiano republicano, cambiarían radicalmente
sus aspiraciones, encontrando en este enlace la posibilidad de tener fuerza
política y verdadera influencia en la capital de España, siempre con la vista
puesta en su patria chica. La creación de un periódico en aquellos tiempos era
un arma para lograr intereses en su editorial. La prensa cumplía su misión de
ser una herramienta fundamental para la comunicación y la difusión de ideas en
una sociedad donde la educación no estaba extendida, y evidentemente no existía
la radio ni la televisión.
La estructura del
periódico durante sus siete años y 265 números fue muy similar. Abordó temas
tan cotidianos como el alumbrado público o el polvo de las calles, hablando
siempre con claridad. Manifestó una amplia altura de miras para la búsqueda de
la justicia social y defensa de la clase trabajadora, que quedaría reflejado en
el número 7 “El Obrero de Tomelloso
tiene una misión educadora que constituye la norma de su conducta. Antes que
para nadie ha nacido para el obrero de nuestro pueblo, para él ha de vivir y en
su educación política y social hemos de gastar todas nuestras energías. La
honradez y la laboriosidad de la clase obrera de este pueblo corren parejas con
su lealtad y su bondad en el orden político, pero con una gran diferencia en
cuanto a la finalidad práctica.”
El
periódico se imprimía en la imprenta de Serrano y García, que tenía su
domicilio en la calle Belén, 20. La tirada media era de 700 ejemplares con un
coste de 35 pesetas según indican las facturas, y llegó a publicar en
épocas electorales hasta 1500 ejemplares o incluso 3000, en el caso del número
171, donde aparece una fotografía con la firma de Melquíades
Álvarez, y en la cabecera se puede leer: “Para Diputado a Cortes Don Melquíades Álvarez González. Esta candidatura representa la voluntad
general del Distrito de Alcázar inclinada a su redención social y política”.
La
viabilidad del periódico era posible gracias a los suscriptores y anunciantes. La
inserción de ocho anuncios costaba 2,80 pesetas. Él
mismo llevaba el cobro de los anunciantes, y digamos que se encargaba de todo
el periódico.
La
suscripción al periódico era de 1,5 pesetas al semestre. Entre algunos de los suscriptores más destacados
de la provincia, podemos mencionar al Casino de Ciudad Real, el Hotel
Miracielos o Pizarroso y Rosendo Mulleras, entre otros. Anunciantes y
suscriptores de Barcelona (Dalmau y Soler), Jerez, Villarrobledo, Socuéllamos,
Pozuelo de Calatrava o Ballesteros de Calatrava, que eran gestionados con diferentes
representantes. Por ejemplo, en Villarrobledo en 1906 tenían 11 suscriptores.
Se cobraban recibos en Yecla, La Solana, Ciudad Real, Herencia, San Clemente,
Haro, Barcelona, Sevilla, Manzanares, Daimiel, Jumilla y Cádiz. Se llegó a
cobrar hasta 309 pesetas a través de un giro bancario de El Crédito Madrileño.
En Tomelloso, las suscripciones eran muy numerosas, llegaron a 139, incluyendo el Círculo Liberal, el Casino de la Iberia o el cuartel de la Guardia Civil. En poblaciones cercanas, como Pedro Muñoz o Socuéllamos, también existía un número importante de suscripciones. Por poner un ejemplo, en Socuéllamos, el Círculo de la Unión había realizado dos suscripciones en 1905. En Ciudad Real capital los principales personajes del momento recibían El Obrero de Tomelloso.
La labor del periódico
no fue únicamente periodística o política, así en 1904, para mejorar la
educación casi inexistente de los obreros del campo, crea y publica en el
periódico los estatutos del Círculo Instructivo del Obrero, que llevaba a la
localidad un proceso de la expansión del sindicalismo con el desarrollo de la
legislación laboral. Como promotor, fue su fundador y alma mater,
reconocido con el
carnet de socio n.º 1 como forma de reconocimiento por el resto de asociados
(figura 3). Esta fundación tiene que ver con la de los Ateneos Obreros, que
serían lugares de carácter lúdico, encuentros, conferencias, bibliotecas, etc.,
un antecedente de las casas del pueblo que abriría el Partido Socialista Obrero
Español. Estos espacios animarían los derechos de los obreros y la nueva
legislación, como la Ley de Accidentes Laborales, de 1901, y la Ley de Descanso
Dominical, de 1904.
Este periódico aunque nadie ha hecho mención tuvo una segunda época muy fugaz, que recuperó un discurso de Francisco Martínez Ramírez en el Ayuntamiento.
Segunda época de El Obrero de Tomelloso
Primer número de El Centro de España, periódico dirigido por Francisco Martínez Ramírez en 1910.
De la fundación del periódico a la lucha por el ferrocarril
El proyecto de periódico era un medio para conseguir el fin
principal, el progreso de Tomelloso, tal y como numerosos autores han tomado
como elemento fundamental de la vida de nuestro autor, el impulso, la creación
y ejecución del proyecto de un ferrocarril de Cinco-Casas a Tomelloso por el
que es más conocido. Fue artífice de la creación y explotación de un ramal
desde la línea de Madrid, que abriera a Tomelloso al mundo a través del tren y
lo sacara del histórico aislamiento en el que había quedado a finales del siglo
xix. Hay que recordar que algunas localidades
vecinas, Manzanares, Socuéllamos y Alcázar de San Juan, ya disponían de
comunicación por ferrocarril. Como lo relata Jesús Rincón, cuando nació
Francisco Martínez Ramírez, Tomelloso se encuentra “aislado de las comunicaciones”
(Rincón,
Jesús (1999): Dossier sobre Francisco Martínez Ramírez, 50 aniversario de su muerte, Área de
Cultura del Ayuntamiento de Tomelloso, p. 3). Fue empresario del ferrocarril, no tanto por deseo propio, sino
porque esa era la única forma de que el tren llegara a Tomelloso, para
conseguir así un despegue económico para el municipio.
El origen de la lucha lo encontramos en el clamor social para
conseguir algo por lo que venía luchando desde hacía varias décadas. Fue más
que su empeño lo que permitió que el ferrocarril llegara a la ciudad, no sin
dificultades. Su proyecto se alineó con las estrategias políticas que
pretendían hacerlo viable en el marco del interés estatal por impulsar los
ferrocarriles con la Ley de Construcción de Ferrocarriles Secundarios de 1904.
El 24 de junio de 1907, el propio
Martínez Ramírez presenta una instancia y proyecto por duplicado del
ferrocarril de vía normal de la estación de Argamasilla de Alba a Tomelloso. Se ocupó prácticamente de realizar todas
las gestiones, aspectos financieros, logísticos e institucionales. Era
consciente de que el ferrocarril significaba para Tomelloso mucho más que un
medio de transporte era la posibilidad de despegar como gran núcleo industrial,
comunicarse con el mundo y unirse a una entidad nacional e internacional
superior. Por ello, intentó convencer de esta importante inversión a los
vecinos de la localidad, aunque no todos estuvieron de acuerdo, pues un fuerte
movimiento de carreros se le opusieron, él los calificó como “Sanchos”.
Para la construcción del ferrocarril era necesaria una
importante inversión económica, para ello Martínez Fernández, intentando hacer
socio a todos los vecinos a través de las contribuciones, se encargó de
elaborar el pliego de condiciones para realizar un arbitrio municipal sobre la
exportación de vino, aguardientes y alcohol desde Tomelloso a otras regiones
nacionales y extranjeras. Por cada arroba de 16 litros de vino, aguardiente,
alcohol o mistela de cualquier graduación, se abonarían para la construcción
del ferrocarril 5 céntimos de peseta.
Finalmente, y tras muchos años de esfuerzo, el servicio de ferrocarril fue inaugurado el 10 de septiembre de 1914. En la Memoria de Accionistas del primer año de explotación ordinaria del negocio, Martínez Ramírez les felicita por “el éxito obtenido, no solamente por lo que se refiere a los frutos recogidos del negocio mismo, sino más bien por haber quedado resueltos los graves problemas que al principio del año 1915 se hallaban planteados y cuya solución interesada hondamente a la vida de esta compañía” (Memoria de la Compañía del Ferrocarril de Argamasilla-Tomelloso, 1915, 1916, 1917. Disponible en el Archivo de la Fundación de Ferrocarriles Españoles). La explotación fue realizada con éxito, salvo por unas incidencias con las inundaciones del Guadiana, pero el resultado fue positivo, con unos ingresos de 290 630 pesetas. Respecto al tráfico, tal y como indica la memoria, 36 731 viajeros usaron el servicio, con una media de 101 viajeros diarios. Y se transportaron 417 403 kg de mercancías de gran velocidad y 49 348 toneladas en pequeña velocidad. Tomelloso se conectó al progreso global.
Convocatoria del Consejo de Administración de la Compañía del Ferrocarril
Francisco Martínez Ramírez, el origen de la historia literaria y
la identidad local
Habiendo realizado los grandes
logros de su vida y desde su querida Mirasol tomó la pluma y se dedicó a
escribir muchas de las obras que aún están hoy inéditas en la Biblioteca
Municipal, 30 años después de la donación en tiempos de Javier Lozano como Alcalde,
es una lástima que la brillantez, riqueza y elegancia de sus últimos y
principales textos, no hayan visto la luz. Como primer cronista de Tomelloso
narra entre la ficción y la realidad la evolución de la identidad de un pueblo
de trabajadores como Tomelloso.
Con la llegada de los primeros
trabajadores que quisieron establecer allí su vivienda, Martínez Ramírez matiza
que “la costra de cantos comenzó a desaparecer, dejando al descubierto una
tierra de promisión y fundando la raza de gentes que, nacida entre las piedras
calizas y formando su espíritu, con los materiales del trabajo, la sobriedad y
la lucha contra los elementos, había de formar un tipo humano singular y puro”
(p. 21).
Como curiosidad, en el manuscrito
inédito de la segunda parte de la Crónica
de Tomelloso: Casto y Juana, hace
referencia a la psicología y el espíritu de Tomelloso que más tarde abordarían
autores como Francisco García Pavón, Eladio Cabañero, Dionisio Cañas. Señala
que “quizás no nazcan en Tomelloso cerebros asombrosos; pero predominarán las
virtudes sociales, fruto del equilibrio fisiológico. Lo que no va en lágrimas,
va en suspiros. Y así seguirá siendo, hasta que la abundancia del dinero acabe
con todas sus virtudes. Lo creo firmemente. Cuando sobra dinero, falta virtud. Son
los dos polos opuestos, que mantienen el equilibrio social”.
Realiza una comparación de la vida social con la vida del hombre integrando el macrocosmos del entorno con el microcosmos humano de sus habitantes “Tomelloso llegó a la última mitad del siglo xx un tanto cansado; parecía no poder con la carga. Contenían su crecimiento las dificultades de comunicación y transportes, con el comercio exterior. El valor de su trabajo era menor que el de los pueblos limítrofes, y esta diferencia aumentaba sin cesar. Los perjuicios, de todo orden, que origina el aislamiento, adquieren, muy pronto, la velocidad progresiva, que acaba en la ruina”.
Cuentos Blancos de Francisco Martínez Ramírez
Martínez
Ramírez también narra los efectos que produciría en Tomelloso el aislamiento
contra el que él mismo luchó que solo pudo salir adelante con el esfuerzo
humano y la industria vitícola, pero la falta de comunicaciones le llevó a
perder la vitalidad progresiva hasta que con su esfuerzo se mejoró el
transporte para que sus productos adquirieran más valor, fue la industria
alcoholera la que salvó la economía de Tomelloso en pleno periodo caciquil.
Repasa, de manera irónica, esta etapa en la que los vaivenes políticos no
podían justificarse, cuando en Tomelloso la religión era el trabajo: “No hay
aquí más opinión que no sea la de trabajar en las viñas, en los melonares y en
las cuevas. Lo demás, por un oído entra y por otro sale. Nuestros amigos en mi
barrio van donde yo les digo, tan campantes y pensando en la viña, en el
melonar o en la fábrica; echan en la urna la papeleta que yo les doy y vuelven
a su casa, pensando en lo mismo que pensaban cuando salieron de ella. Todo lo
demás es música”
La obra publicada de Martínez Ramírez
tiene un trasfondo muy importante sobre la necesidad de mejora de la vida y
perfeccionamiento del ser humano a través de la evolución del conocimiento. En
sus trabajos económicos, como históricos o biográficos, pone de manifiesto lo
más necesario para que a través de la virtud y la unión de verdad, bondad y
belleza, la humanidad, y más concretamente el pueblo que le vio nacer, pudieran
progresar sin límites.
La pervivencia de su
mensaje y legado en nuestros días.
Si tuviéramos que
resumir la personalidad de Francisco Martínez Ramírez en una sola palabra,
utilizaríamos el concepto “entusiasmo”. En sus proyectos podría haber un interés
personal y de búsqueda de rentabilidad, aunque siempre había un entusiasmo
colectivo por el desarrollo de su localidad: en el ferrocarril, en las
destiladoras, en los canales de agua, en los espacios informales de educación
obrera, en sus múltiples viajes a Madrid para luchar porque los impuestos
fueran justos para los agricultores, en el fomento del asociacionismo laboral,
en las publicaciones históricas, etc.
Nunca se rindió en la
lucha por transformar la realidad, “modificar la cultura y la mentalidad de sus
conciudadanos” (Alía
Miranda, Francisco (2014): Duelo de sables. El General Aguilera, de ministro
a conspirador contra Primo de Rivera (1917-1931), Madrid, Biblioteca Nueva,
p. 111.), como un excitator de
Tomelloso y La Mancha, se reconozca lo importante que fueron sus esfuerzos
personales y su liderazgo para lograr transformaciones colectivas. De hecho, lo
que siempre preocupó a Martínez Ramírez fue el bienestar de su pueblo, su
provincia, su país, a pesar de que la búsqueda incesante de esos ideales le
llevase a acabar la vida en la más extrema pobreza material.
A los manchegos de hoy
nos legó una gran herencia moral y espiritual, que ha sido esencial para que en
Tomelloso y su comarca pervivan los modelos ideales que propuso
insistentemente, y es que como nos recordaba el gran Francisco García Pavón, su
ejemplar y exquisito talante y humanismo, debería ser hoy, poco más de setenta
años de su desaparición, un 2 de septiembre de 1949, como si hubiera querido
disfrutar del trajín de la vendimia que tanto le gustaba, un referente a seguir
en todas nuestras acciones políticas, económicas, culturales, sociales y
educativas, presentes y futuras. Una visión lo más familiar posible hemos
tratado de dar en nuestro Francisco Martínez Ramírez. El Obrero de Tomelloso.
Prensa y acción reformista en La Mancha, publicado por Almud, ediciones de
Castilla-La Mancha. Quizás no sea el trabajo más importante que se haga, pero
estoy seguro de que le hemos puesto el mismo amor que él puso a todo lo que
hacía.
Hoy, en un acto de justicia poética, en el ciento cincuenta aniversario de su nacimiento sería conveniente que las instituciones y sus gobernantes hicieran un esfuerzo por recuperar su actitud y su compromiso, que como la llanura manchega, no tenía límites.
Cubierta de la primera crónica del Tomelloso, “La Venta del Tomillar”
La
Vendimia es una de sus Crónicas Manchegas publicada en El Obrero de
Tomelloso:
Esta época del año viene a ser para
Tomelloso lo que la hora de la comida es al cuerpo humano. Tomelloso se nutre
de la vendimia, en ella adquiere todos los elementos de su vida, a ella debe
toda la razón de su existencia.
Las funciones mercantiles, el
trabajo agrícola y la actividad de estos habitantes, en todas sus
manifestaciones, hállase absorbida desde hace muchos años por el cultivo de la
vid, cuyas plantaciones han rebasado los límites del término municipal,
invadiendo grandes extensiones de los términos colindantes.
Ofrece un espectáculo realmente
original este campo, que se pierde de vista como un mar verdoso y ondulante,
una llanura inmensa cubierta de verdor, matizada por casitas más blancas que la
nieve; miles de grupos de morenas y alegres manchegas, con sus pañuelos
multicolores, el zagalejo recogido y enseñando las piernas cubiertas por
masculinos calzones, hormiguean por entre las viñas, llenando y vaciando
constantemente las espuertas cargadas de uva, mientras canturrean alegremente
los aires del país, entre chanzas de picante sabor; los innumerables caminos
que surcan en mil caprichosas direcciones esta dilatada llanura, se convierten
en líneas blanquísimas, por donde ruedan con perezoso y espeluznante tableteo
las enormes galeras y pesados carros, uno tras otro, formando inmenso rosario,
y en el ambiente puro, cargado de luz y de color, un eterno olor a pámpano, que
parece ser el perfume vivificante de La Mancha.
Por todas partes se observa una
actividad febril. Las calles están llenas constantemente de carros descargando
en las piqueras el hermoso fruto. Por
las miles de lumbreras de las cuevas
salen columnas de humo mezclado con las evaporaciones carbónicas del mosto en
fermentación; las algazaras de los obreros que pisan en los pequeños jaraíces
corean los ruidos metálicos que producen las máquinas en las grandes
bodegas; todo el mundo trabaja excitado por una fiebre de singular alegría, y
hasta el burro, de ordinario mohíno y cabizbajo, adquiere en esta época
desusada actividad, empleando sus típicas terquedades en tirar mucho y aprisa.
Y así se realiza la recolección de
la uva en cantidad verdaderamente colosal; así se produce el engrandecimiento
de un pueblo que crece en una progresión envidiable; así se verifica el fomento
de productivas industrias. Todo obedece al incesante trabajo de un pueblo
laborioso constituido casi en su totalidad de obreros sin otra preocupación que
la viña, sin más culto que el trabajo y sin más vicio que el de dar, después de
las rudas faenas del campo, dos vueltas de ronda
acompañados de malísimas guitarras, rascadas a paso de carga.
Ejemplo elocuente que así
desconocen, como deberían tener presente los gobernantes, los que dirigen las
riendas del Estado, para ejercer un deber tutelar que no se manifiesta por
ninguna parte: los que traen y llevan al monarca por las provincias del Norte
de España, cuyos elementos productivos van monopolizando suavemente manos
extrajeras, haciéndole olvidar el corazón de la patria, donde al lado de
comarcas ricamente productoras se hallan dilatadas extensiones convertidas en
triste desierto, por la incuria, por el abandono de quienes no supieron hacer
otra cosa que llevarnos al desastre, desmembrando la nación española, cuyas
ruinas han ido amasadas con un río de sangre.
Se inspirarán los Gobiernos en el
ejemplo de este pueblo, huérfano de toda protección central; siguieran el
sistema de esta economía, por todo punto admirable, y fomentando y estimulando
la condición productiva de otras comarcas, se evitarían los tristes
espectáculos que ofrecen esos transatlánticos, repletos, abarrotados de gente
desdichada que en gruesos racimos se amontonan en nauseabundas bodegas, para
hacer gratuitamente el camino que ha de llevarles a su mayor desventura.
Estas gentes salen de los grandes
centros de población a donde fueron en busca del pan, y cuando el sobrante de
brazos es tal que desequilibra el mercado, este arroja de una bocanada de
vidas, envueltas en el aliento pesado y repugnante de la miseria, y los
depósitos, no en lugares de la misma casa, donde fuera fructuoso el trabajo; no
en centros donde se manifiesten los deberes del Estado o los sentimientos
humanitarios de un pueblo culto, sino en lejanas tierras donde las lágrimas y
los suspiros encuentran como únicos ecos los rugidos de las fieras o las
miedosas tranquilidades del desierto.
Y cuando estas tristes realidades se
ponen en contraste con el trabajo fecundo y alegre de este pueblo; cuando al
lado de la riqueza equitativa y justamente repartida observamos la miseria
producida por el desamparo y el vicio, sentimos la satisfacción del deber
cumplido, el orgullo de poder presentar el tipo de obrero tan sobrio como
inteligente, tan laborioso como honrado, que nace en el campo, hace crecer su
vida social en el ahorro y se eleva a los lugares de la fortuna por el más
recto camino de la virtud.
Santiago
Arroyo Serrano
10 de
noviembre de 2020
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Miércoles, 27 de Marzo del 2024
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