Opinión

Francisco Martínez Ramírez: El Obrero de Tomelloso a su lucha por el ferrocarril en Tomelloso: Prensa, tren y escritor pionero

Santiago Arroyo Serrano | Martes, 10 de Noviembre del 2020
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El más importante obrero de la historia de Tomelloso no dejó nunca de esforzarse por la evolución económica y social de su pueblo. Ante este trabajo heroico, Francisco Martínez Ramírez pronto se dio cuenta de que para lograr sus objetivos tenía que llegar a los diferentes estratos de la población, para lo que creó un proyecto editorial que consolidaría su presencia pública a nivel local y nacional, por sus conocimientos del ámbito agroindustrial.

Así, su incursión en los asuntos públicos llegaría con la creación, dirección y administración del primer periódico de su pueblo, El Obrero de Tomelloso, que vio la luz el día 1 de noviembre de 1903, con el subtítulo de Defensor de los intereses comerciales y agrícolas. La fundación de un semanario de estas características le sitúa como uno de los personajes más influyentes de Tomelloso y La Mancha. Aunque no toda la población sabía leer, disponer de la dirección y control de una publicación significaba, sin duda, un nexo con otros sectores provinciales y nacionales. La redacción se encontraba en el número 30 de la calle Mayor, actual calle García Pavón, al inicio de la cual hoy encontramos una escultura en su honor.


Primer número de El Obrero de Tomelloso, 1903


Que el periódico tratara desde el principio temas tan importantes como la defensa de los intereses de los agricultores en la Ley de Alcoholes, hizo que aumentaran los anunciantes y los suscriptores, no solo en Tomelloso, sino en muchas provincias. Intelectualmente, sus fuentes más importantes las encontramos en el krausismo y en los valores de la Institución Libre de Enseñanza. El objetivo primordial de la creación de El Obrero de Tomelloso fue, la toma de partido en una de las revoluciones más importantes de su tiempo: la construcción y apoyo del ferrocarril, para mejorar la velocidad de los transportes y reducir el coste. Con el proyecto, pretendía llevar Tomelloso al futuro y resolver el problema de las carreteras y los caminos.

En el editorial del primer número del periódico, “Al público”, ya presenta sus intenciones. Se había fundado para conseguir logros para su pueblo, como el ferrocarril, y para apoyar al Partido Liberal en Madrid y, más tarde, a Melquíades Álvarez, del que Martínez Ramírez llegaría a ser secretario político personal, e involucrándose más adelante en la fundación del partido reformista.

En 1904, con la llegada, por su mediación, del político asturiano republicano, cambiarían radicalmente sus aspiraciones, encontrando en este enlace la posibilidad de tener fuerza política y verdadera influencia en la capital de España, siempre con la vista puesta en su patria chica. La creación de un periódico en aquellos tiempos era un arma para lograr intereses en su editorial. La prensa cumplía su misión de ser una herramienta fundamental para la comunicación y la difusión de ideas en una sociedad donde la educación no estaba extendida, y evidentemente no existía la radio ni la televisión.

La estructura del periódico durante sus siete años y 265 números fue muy similar. Abordó temas tan cotidianos como el alumbrado público o el polvo de las calles, hablando siempre con claridad. Manifestó una amplia altura de miras para la búsqueda de la justicia social y defensa de la clase trabajadora, que quedaría reflejado en el número 7 “El Obrero de Tomelloso tiene una misión educadora que constituye la norma de su conducta. Antes que para nadie ha nacido para el obrero de nuestro pueblo, para él ha de vivir y en su educación política y social hemos de gastar todas nuestras energías. La honradez y la laboriosidad de la clase obrera de este pueblo corren parejas con su lealtad y su bondad en el orden político, pero con una gran diferencia en cuanto a la finalidad práctica.”

El periódico se imprimía en la imprenta de Serrano y García, que tenía su domicilio en la calle Belén, 20. La tirada media era de 700 ejemplares con un coste de 35 pesetas según indican las facturas, y llegó a publicar en épocas electorales hasta 1500 ejemplares o incluso 3000, en el caso del número 171, donde aparece una fotografía con la firma de Melquíades Álvarez, y en la cabecera se puede leer: “Para Diputado a Cortes Don Melquíades Álvarez González. Esta candidatura representa la voluntad general del Distrito de Alcázar inclinada a su redención social y política”.

La viabilidad del periódico era posible gracias a los suscriptores y anunciantes. La inserción de ocho anuncios costaba 2,80 pesetas. Él mismo llevaba el cobro de los anunciantes, y digamos que se encargaba de todo el periódico.

La suscripción al periódico era de 1,5 pesetas al semestre. Entre algunos de los suscriptores más destacados de la provincia, podemos mencionar al Casino de Ciudad Real, el Hotel Miracielos o Pizarroso y Rosendo Mulleras, entre otros. Anunciantes y suscriptores de Barcelona (Dalmau y Soler), Jerez, Villarrobledo, Socuéllamos, Pozuelo de Calatrava o Ballesteros de Calatrava, que eran gestionados con diferentes representantes. Por ejemplo, en Villarrobledo en 1906 tenían 11 suscriptores. Se cobraban recibos en Yecla, La Solana, Ciudad Real, Herencia, San Clemente, Haro, Barcelona, Sevilla, Manzanares, Daimiel, Jumilla y Cádiz. Se llegó a cobrar hasta 309 pesetas a través de un giro bancario de El Crédito Madrileño.

En Tomelloso, las suscripciones eran muy numerosas, llegaron a 139, incluyendo el Círculo Liberal, el Casino de la Iberia o el cuartel de la Guardia Civil. En poblaciones cercanas, como Pedro Muñoz o Socuéllamos, también existía un número importante de suscripciones. Por poner un ejemplo, en Socuéllamos, el Círculo de la Unión había realizado dos suscripciones en 1905. En Ciudad Real capital los principales personajes del momento recibían El Obrero de Tomelloso.

La labor del periódico no fue únicamente periodística o política, así en 1904, para mejorar la educación casi inexistente de los obreros del campo, crea y publica en el periódico los estatutos del Círculo Instructivo del Obrero, que llevaba a la localidad un proceso de la expansión del sindicalismo con el desarrollo de la legislación laboral. Como promotor, fue su fundador y alma mater, reconocido con el carnet de socio n.º 1 como forma de reconocimiento por el resto de asociados (figura 3). Esta fundación tiene que ver con la de los Ateneos Obreros, que serían lugares de carácter lúdico, encuentros, conferencias, bibliotecas, etc., un antecedente de las casas del pueblo que abriría el Partido Socialista Obrero Español. Estos espacios animarían los derechos de los obreros y la nueva legislación, como la Ley de Accidentes Laborales, de 1901, y la Ley de Descanso Dominical, de 1904.

Este periódico aunque nadie ha hecho mención tuvo una segunda época muy fugaz, que recuperó un discurso de Francisco Martínez Ramírez en el Ayuntamiento.


Segunda época de El Obrero de Tomelloso


Primer número de El Centro de España, periódico dirigido por Francisco Martínez Ramírez en 1910.


De la fundación del periódico a la lucha por el ferrocarril

 

El proyecto de periódico era un medio para conseguir el fin principal, el progreso de Tomelloso, tal y como numerosos autores han tomado como elemento fundamental de la vida de nuestro autor, el impulso, la creación y ejecución del proyecto de un ferrocarril de Cinco-Casas a Tomelloso por el que es más conocido. Fue artífice de la creación y explotación de un ramal desde la línea de Madrid, que abriera a Tomelloso al mundo a través del tren y lo sacara del histórico aislamiento en el que había quedado a finales del siglo xix. Hay que recordar que algunas localidades vecinas, Manzanares, Socuéllamos y Alcázar de San Juan, ya disponían de comunicación por ferrocarril. Como lo relata Jesús Rincón, cuando nació Francisco Martínez Ramírez, Tomelloso se encuentra “aislado de las comunicaciones” (Rincón, Jesús (1999): Dossier sobre Francisco Martínez Ramírez, 50 aniversario de su muerte, Área de Cultura del Ayuntamiento de Tomelloso, p. 3). Fue empresario del ferrocarril, no tanto por deseo propio, sino porque esa era la única forma de que el tren llegara a Tomelloso, para conseguir así un despegue económico para el municipio.

El origen de la lucha lo encontramos en el clamor social para conseguir algo por lo que venía luchando desde hacía varias décadas. Fue más que su empeño lo que permitió que el ferrocarril llegara a la ciudad, no sin dificultades. Su proyecto se alineó con las estrategias políticas que pretendían hacerlo viable en el marco del interés estatal por impulsar los ferrocarriles con la Ley de Construcción de Ferrocarriles Secundarios de 1904.

El 24 de junio de 1907, el propio Martínez Ramírez presenta una instancia y proyecto por duplicado del ferrocarril de vía normal de la estación de Argamasilla de Alba a Tomelloso. Se ocupó prácticamente de realizar todas las gestiones, aspectos financieros, logísticos e institucionales. Era consciente de que el ferrocarril significaba para Tomelloso mucho más que un medio de transporte era la posibilidad de despegar como gran núcleo industrial, comunicarse con el mundo y unirse a una entidad nacional e internacional superior. Por ello, intentó convencer de esta importante inversión a los vecinos de la localidad, aunque no todos estuvieron de acuerdo, pues un fuerte movimiento de carreros se le opusieron, él los calificó como “Sanchos”.

Para la construcción del ferrocarril era necesaria una importante inversión económica, para ello Martínez Fernández, intentando hacer socio a todos los vecinos a través de las contribuciones, se encargó de elaborar el pliego de condiciones para realizar un arbitrio municipal sobre la exportación de vino, aguardientes y alcohol desde Tomelloso a otras regiones nacionales y extranjeras. Por cada arroba de 16 litros de vino, aguardiente, alcohol o mistela de cualquier graduación, se abonarían para la construcción del ferrocarril 5 céntimos de peseta.

Finalmente, y tras muchos años de esfuerzo, el servicio de ferrocarril fue inaugurado el 10 de septiembre de 1914. En la Memoria de Accionistas del primer año de explotación ordinaria del negocio, Martínez Ramírez les felicita por “el éxito obtenido, no solamente por lo que se refiere a los frutos recogidos del negocio mismo, sino más bien por haber quedado resueltos los graves problemas que al principio del año 1915 se hallaban planteados y cuya solución interesada hondamente a la vida de esta compañía” (Memoria de la Compañía del Ferrocarril de Argamasilla-Tomelloso, 1915, 1916, 1917. Disponible en el Archivo de la Fundación de Ferrocarriles Españoles). La explotación fue realizada con éxito, salvo por unas incidencias con las inundaciones del Guadiana, pero el resultado fue positivo, con unos ingresos de 290 630 pesetas. Respecto al tráfico, tal y como indica la memoria, 36 731 viajeros usaron el servicio, con una media de 101 viajeros diarios. Y se transportaron 417 403 kg de mercancías de gran velocidad y 49 348 toneladas en pequeña velocidad. Tomelloso se conectó al progreso global.



Convocatoria del Consejo de Administración de la Compañía del Ferrocarril


Francisco Martínez Ramírez, el origen de la historia literaria y la identidad local

 

Habiendo realizado los grandes logros de su vida y desde su querida Mirasol tomó la pluma y se dedicó a escribir muchas de las obras que aún están hoy inéditas en la Biblioteca Municipal, 30 años después de la donación en tiempos de Javier Lozano como Alcalde, es una lástima que la brillantez, riqueza y elegancia de sus últimos y principales textos, no hayan visto la luz. Como primer cronista de Tomelloso narra entre la ficción y la realidad la evolución de la identidad de un pueblo de trabajadores como Tomelloso.

Con la llegada de los primeros trabajadores que quisieron establecer allí su vivienda, Martínez Ramírez matiza que “la costra de cantos comenzó a desaparecer, dejando al descubierto una tierra de promisión y fundando la raza de gentes que, nacida entre las piedras calizas y formando su espíritu, con los materiales del trabajo, la sobriedad y la lucha contra los elementos, había de formar un tipo humano singular y puro” (p. 21).

Como curiosidad, en el manuscrito inédito de la segunda parte de la Crónica de Tomelloso: Casto y Juana, hace referencia a la psicología y el espíritu de Tomelloso que más tarde abordarían autores como Francisco García Pavón, Eladio Cabañero, Dionisio Cañas. Señala que “quizás no nazcan en Tomelloso cerebros asombrosos; pero predominarán las virtudes sociales, fruto del equilibrio fisiológico. Lo que no va en lágrimas, va en suspiros. Y así seguirá siendo, hasta que la abundancia del dinero acabe con todas sus virtudes. Lo creo firmemente. Cuando sobra dinero, falta virtud. Son los dos polos opuestos, que mantienen el equilibrio social”.

Realiza una comparación de la vida social con la vida del hombre integrando el macrocosmos del entorno con el microcosmos humano de sus habitantes “Tomelloso llegó a la última mitad del siglo xx un tanto cansado; parecía no poder con la carga. Contenían su crecimiento las dificultades de comunicación y transportes, con el comercio exterior. El valor de su trabajo era menor que el de los pueblos limítrofes, y esta diferencia aumentaba sin cesar. Los perjuicios, de todo orden, que origina el aislamiento, adquieren, muy pronto, la velocidad progresiva, que acaba en la ruina”.



Cuentos Blancos de Francisco Martínez Ramírez


Martínez Ramírez también narra los efectos que produciría en Tomelloso el aislamiento contra el que él mismo luchó que solo pudo salir adelante con el esfuerzo humano y la industria vitícola, pero la falta de comunicaciones le llevó a perder la vitalidad progresiva hasta que con su esfuerzo se mejoró el transporte para que sus productos adquirieran más valor, fue la industria alcoholera la que salvó la economía de Tomelloso en pleno periodo caciquil. Repasa, de manera irónica, esta etapa en la que los vaivenes políticos no podían justificarse, cuando en Tomelloso la religión era el trabajo: “No hay aquí más opinión que no sea la de trabajar en las viñas, en los melonares y en las cuevas. Lo demás, por un oído entra y por otro sale. Nuestros amigos en mi barrio van donde yo les digo, tan campantes y pensando en la viña, en el melonar o en la fábrica; echan en la urna la papeleta que yo les doy y vuelven a su casa, pensando en lo mismo que pensaban cuando salieron de ella. Todo lo demás es música”

La obra publicada de Martínez Ramírez tiene un trasfondo muy importante sobre la necesidad de mejora de la vida y perfeccionamiento del ser humano a través de la evolución del conocimiento. En sus trabajos económicos, como históricos o biográficos, pone de manifiesto lo más necesario para que a través de la virtud y la unión de verdad, bondad y belleza, la humanidad, y más concretamente el pueblo que le vio nacer, pudieran progresar sin límites.

 

La pervivencia de su mensaje y legado en nuestros días.

 

Si tuviéramos que resumir la personalidad de Francisco Martínez Ramírez en una sola palabra, utilizaríamos el concepto “entusiasmo”. En sus proyectos podría haber un interés personal y de búsqueda de rentabilidad, aunque siempre había un entusiasmo colectivo por el desarrollo de su localidad: en el ferrocarril, en las destiladoras, en los canales de agua, en los espacios informales de educación obrera, en sus múltiples viajes a Madrid para luchar porque los impuestos fueran justos para los agricultores, en el fomento del asociacionismo laboral, en las publicaciones históricas, etc.

Nunca se rindió en la lucha por transformar la realidad, “modificar la cultura y la mentalidad de sus conciudadanos” (Alía Miranda, Francisco (2014): Duelo de sables. El General Aguilera, de ministro a conspirador contra Primo de Rivera (1917-1931), Madrid, Biblioteca Nueva, p. 111.), como un excitator de Tomelloso y La Mancha, se reconozca lo importante que fueron sus esfuerzos personales y su liderazgo para lograr transformaciones colectivas. De hecho, lo que siempre preocupó a Martínez Ramírez fue el bienestar de su pueblo, su provincia, su país, a pesar de que la búsqueda incesante de esos ideales le llevase a acabar la vida en la más extrema pobreza material.

A los manchegos de hoy nos legó una gran herencia moral y espiritual, que ha sido esencial para que en Tomelloso y su comarca pervivan los modelos ideales que propuso insistentemente, y es que como nos recordaba el gran Francisco García Pavón, su ejemplar y exquisito talante y humanismo, debería ser hoy, poco más de setenta años de su desaparición, un 2 de septiembre de 1949, como si hubiera querido disfrutar del trajín de la vendimia que tanto le gustaba, un referente a seguir en todas nuestras acciones políticas, económicas, culturales, sociales y educativas, presentes y futuras. Una visión lo más familiar posible hemos tratado de dar en nuestro Francisco Martínez Ramírez. El Obrero de Tomelloso. Prensa y acción reformista en La Mancha, publicado por Almud, ediciones de Castilla-La Mancha. Quizás no sea el trabajo más importante que se haga, pero estoy seguro de que le hemos puesto el mismo amor que él puso a todo lo que hacía.

Hoy, en un acto de justicia poética, en el ciento cincuenta aniversario de su nacimiento sería conveniente que las instituciones y sus gobernantes hicieran un esfuerzo por recuperar su actitud y su compromiso, que como la llanura manchega, no tenía límites.


Cubierta de la primera crónica del Tomelloso, “La Venta del Tomillar”

La Vendimia es una de sus Crónicas Manchegas publicada en El Obrero de Tomelloso:

Esta época del año viene a ser para Tomelloso lo que la hora de la comida es al cuerpo humano. Tomelloso se nutre de la vendimia, en ella adquiere todos los elementos de su vida, a ella debe toda la razón de su existencia.

Las funciones mercantiles, el trabajo agrícola y la actividad de estos habitantes, en todas sus manifestaciones, hállase absorbida desde hace muchos años por el cultivo de la vid, cuyas plantaciones han rebasado los límites del término municipal, invadiendo grandes extensiones de los términos colindantes.

Ofrece un espectáculo realmente original este campo, que se pierde de vista como un mar verdoso y ondulante, una llanura inmensa cubierta de verdor, matizada por casitas más blancas que la nieve; miles de grupos de morenas y alegres manchegas, con sus pañuelos multicolores, el zagalejo recogido y enseñando las piernas cubiertas por masculinos calzones, hormiguean por entre las viñas, llenando y vaciando constantemente las espuertas cargadas de uva, mientras canturrean alegremente los aires del país, entre chanzas de picante sabor; los innumerables caminos que surcan en mil caprichosas direcciones esta dilatada llanura, se convierten en líneas blanquísimas, por donde ruedan con perezoso y espeluznante tableteo las enormes galeras y pesados carros, uno tras otro, formando inmenso rosario, y en el ambiente puro, cargado de luz y de color, un eterno olor a pámpano, que parece ser el perfume vivificante de La Mancha.

Por todas partes se observa una actividad febril. Las calles están llenas constantemente de carros descargando en las piqueras el hermoso fruto. Por las miles de lumbreras de las cuevas salen columnas de humo mezclado con las evaporaciones carbónicas del mosto en fermentación; las algazaras de los obreros que pisan en los pequeños jaraíces corean los ruidos metálicos que producen las máquinas en las grandes bodegas; todo el mundo trabaja excitado por una fiebre de singular alegría, y hasta el burro, de ordinario mohíno y cabizbajo, adquiere en esta época desusada actividad, empleando sus típicas terquedades en tirar mucho y aprisa.

Y así se realiza la recolección de la uva en cantidad verdaderamente colosal; así se produce el engrandecimiento de un pueblo que crece en una progresión envidiable; así se verifica el fomento de productivas industrias. Todo obedece al incesante trabajo de un pueblo laborioso constituido casi en su totalidad de obreros sin otra preocupación que la viña, sin más culto que el trabajo y sin más vicio que el de dar, después de las rudas faenas del campo, dos vueltas de ronda acompañados de malísimas guitarras, rascadas a paso de carga.

Ejemplo elocuente que así desconocen, como deberían tener presente los gobernantes, los que dirigen las riendas del Estado, para ejercer un deber tutelar que no se manifiesta por ninguna parte: los que traen y llevan al monarca por las provincias del Norte de España, cuyos elementos productivos van monopolizando suavemente manos extrajeras, haciéndole olvidar el corazón de la patria, donde al lado de comarcas ricamente productoras se hallan dilatadas extensiones convertidas en triste desierto, por la incuria, por el abandono de quienes no supieron hacer otra cosa que llevarnos al desastre, desmembrando la nación española, cuyas ruinas han ido amasadas con un río de sangre.

Se inspirarán los Gobiernos en el ejemplo de este pueblo, huérfano de toda protección central; siguieran el sistema de esta economía, por todo punto admirable, y fomentando y estimulando la condición productiva de otras comarcas, se evitarían los tristes espectáculos que ofrecen esos transatlánticos, repletos, abarrotados de gente desdichada que en gruesos racimos se amontonan en nauseabundas bodegas, para hacer gratuitamente el camino que ha de llevarles a su mayor desventura.

Estas gentes salen de los grandes centros de población a donde fueron en busca del pan, y cuando el sobrante de brazos es tal que desequilibra el mercado, este arroja de una bocanada de vidas, envueltas en el aliento pesado y repugnante de la miseria, y los depósitos, no en lugares de la misma casa, donde fuera fructuoso el trabajo; no en centros donde se manifiesten los deberes del Estado o los sentimientos humanitarios de un pueblo culto, sino en lejanas tierras donde las lágrimas y los suspiros encuentran como únicos ecos los rugidos de las fieras o las miedosas tranquilidades del desierto.

Y cuando estas tristes realidades se ponen en contraste con el trabajo fecundo y alegre de este pueblo; cuando al lado de la riqueza equitativa y justamente repartida observamos la miseria producida por el desamparo y el vicio, sentimos la satisfacción del deber cumplido, el orgullo de poder presentar el tipo de obrero tan sobrio como inteligente, tan laborioso como honrado, que nace en el campo, hace crecer su vida social en el ahorro y se eleva a los lugares de la fortuna por el más recto camino de la virtud.

 

 

Santiago Arroyo Serrano

10 de noviembre de 2020

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