Dependiendo de las circunstancias y de los momentos, el
lenguaje se enriquece, se empobrece, se modifica, se deforma, se desvirtúa, se
maltrata o se degrada. Las nuevas
actividades, los adelantos científicos y técnicos en las diversas ramas, los inventos, requieren de nuevas palabras y
ello justifica la aparición de neologismos más o menos acertados. Pero no es a
este enriquecimiento del lenguaje al que queremos referirnos, aquí y ahora,
sino a la utilización de ciertas palabras que, no siempre bien empleadas, se
ponen de moda en los medios de comunicación, ya sean utilizadas por los
profesionales de éstos o por los políticos, fundamentalmente.
En ocasiones, no se sabe muy bien porqué, aunque a veces se
intuye, determinados vocablos, o determinadas acepciones de éstos,
académicamente incorrectos, hacen
fortuna y su repetición y aceptación popular
dan lugar a que lleguen a lograr carta de naturaleza oficial y sean
aceptadas por la Real Academia de Lengua Española e incorporadas a su
Diccionario. Tampoco vamos a referirnos a éstos, pues no somos quién para
opinar respecto del acierto o desacierto de los académicos. Si doctores tiene
la Iglesia, académicos posee la Academia. Cierto que otras veces la
incorrección del uso es tan grande que los encargados de fijar, mantener limpia
y esplendente nuestra lengua, no sólo no
les dan paso, sino que proscriben su utilización o recomiendan su no uso.
Hoy nos vamos a referir a ciertas palabras que están de plena
actualidad y cuyo uso no siempre a nuestro juicio, es el más apropiado.
Sería exagerado encontrar un párrafo como el que vamos a
exponer, aunque, separadamente, seguramente lo
hayamos leído bastantes veces.
Utilizaremos como ejemplo la siguiente hipotética noticia:
“El tiempo que se
avecina traerá consigo el descenso de la temperatura. Mañana hablaremos de
bajada de los termómetros; hablaremos de lluvias y hablaremos de vientos en el
norte. Estas circunstancias no son las más propicias para la mejora de la
pandemia, con lo que el confinamiento perimetral vigente es de prever que
continuará.
En otro orden de cosas,
recibimos noticia de que se ha producido una deflagración, al parecer por un
escape de gas, en la exclusiva vivienda del futbolista MM, habiendo causado
ingentes daños materiales con desaparición de icónicos y emblemáticos relojes de
su colección. Afortunadamente no ha habido que lamentar desgracias personales
pues todos los habitantes se encontraban fuera. MM y su esposa recibieron la noticia
cuando se hallaban en el banco aperturando una cuenta.”
No hay otra profesión, seguro que ni la de
otorrinolaringólogos, foniatras o
logopedas, que utilicen con más frecuencia el verbo hablar: Hablaremos de nubes, de lluvia, de nieve, de granizo, de
frio… No es que esté mal utilizado el verbo, pero de vez en cuando, algún otro
giro o sinónimo, para vaticinar el tiempo, no vendría mal en boca de
meteorólogos, hombres o mujeres del tiempo.
Y hablando de modas lingüísticas, ni los inexistentes –en el DRAE- verbo “perimetrar” o su participio “perimetrado”, ni el adverbio “perimetralmente”, ni la “perimetración”, ni el únicamente admitido, el adjetivo perimetral, jamás tuvieron el uso que han logrado modernamente.
La primera vez que los oí, hace ya algunos años, fue con
motivo del incendio de un importante edificio, respecto del cual, un político
(no digo dónde, ni quién) no se cansó de repetir, para tranquilizar a los
oyentes, que ya estaba determinada la
“zona perimetral” del incendio.
Los que hicimos el bachiller de ciencias recordamos que los
conceptos de zona y perímetro, como los de polígono y lado o los de circunferencia
y círculo, son distintos y se refieren unos a
superficie y otros a línea y se expresan en unidades cuadradas los primeros y lineales
los segundos. Hablar de “zona perimetral” es una incorrección conceptual elevada
al cubo. En su caso, debería haberse referido al “perímetro de la zona” del incendio, ya que no a la zona “perimetrada”; en ningún caso, perimetral.
De aquel incendio
urbano lo perimetral pasó a los incendios forestales y, a partir de entonces,
no hay noticia de un fuego del que no nos hablen de su “perimetración”. “El incendio está “perimetrado”, aunque no
controlado”; “perimetrado” y en vías de extinción”, etc.
Pero
he aquí que se propaga la pandemia del COVID-19 y, para evitar su expansión, se
acude al confinamiento, es decir, a
la “Acción y efecto de confinar”,
en la acepción de “Recluir algo o a alguien dentro de límites”
y recluir es “encerrar o poner en reclusión” Y como si la plaga
se tratara de un incendio, la pandemia trae consigo, junto a las graves
dolencias que conocemos, el adjetivo perimetral, el verbo “perimetrar”,
su participio “perimetrado”, la acción y efecto de “perimetrar”: la “perimetración” y el adverbio “perimetralmente.” ¡“Perimetrando”,
que es gerundio!
Ya
no basta con decir que la Comunidad de A o B están confinadas, o que el
municipio C, o la zona D, están
confinados. (Sus ciudadanos, se entiende) Hay que añadir el adjetivo de moda y
se dice, respecto de cualquiera de
ellos, que se ha acordado el
“confinamiento perimetral”: “Perteneciente o relativo al perímetro” o “Situado en el perímetro”, que es lo que nos dice el DRAE, que significa el
repetido adjetivo. O que estamos confinados “perimetralmente”. Y eso cuando no
nos cuentan, -dando por sobreentendido el confinamiento- que se ha
“perimetrado” tal o cual lugar, como si ya no lo hubieran
hecho los topógrafos de la Dirección
General del Catastro y los del Instituto Geográfico Nacional.
Tal vez se quiera justificar la
“perimetración” y sus derivados, como medida
para distinguir el confinamiento personal del zonal o territorial, pero
el confinamiento lleva implícitos ambos elementos: el subjetivo o personal y el
objetivo o espacial. Hemos visto que consiste en la reclusión de personas en unos límites o, si
se quiere, perímetros. Confinar deriva
de confín y confín es el “Término o raya que divide las poblaciones, provincias,
territorios, etc., y señala los límites de cada uno”. El hipotético confinamiento
personal no es tal, será otra cosa:
prohibición de acudir a determinados lugares, de reunirse en número superior a
uno determinado, cierre de espacios o establecimientos, limitación de horarios
para determinadas actividades, porcentaje de aforo en determinados locales, etc.
Y la prohibición, no de salir, sino de
entrar en un determinado territorio, tampoco es confinamiento, por mucho que se
le califique de perimetral, sino un cierre de fronteras o de límites.
En cualquier caso, cuando el tiempo o las
circunstancias lo permitan, aconsejen y así se acuerde, se levantará el
confinamiento, no se “desconfinará”
“perimetralmente” lo confinado. El DRAE, ¿tal vez por entender que la
declaración de confinamiento establece
su duración y llegada ésta desaparece automáticamente?, no ha incorporado el
verbo “desconfinar” a pesar de que, evidentemente, puede tener lugar antes de
que se cumpla el plazo inicialmente establecido.
Para
terminar vamos a referirnos al siniestro acaecido en el domicilio de MM,
pasando por alto el “En otro orden de cosas”, o, los también en boga, “Y dicho esto” o “Dicho lo cual” y
el “Como no podía ser de otra manera”, como si, en todo caso, no fueran posibles otras mil maneras diferentes.
La
deflagración, como lo perimetral, está
de moda. La explosión, si no es atómica o nuclear, es una vulgaridad, una horterada o algo
insignificante. Sin duda, por similitud con la conflagración, (“Perturbación repentina y violenta de pueblos o naciones”),
los responsables de los medios, han debido creer, que una deflagración es más
espectacular, más importante, más
dramática, más noticia, y, casi no la hay de explosión de bombona de butano o de gas
ciudad, que no deflagre. Al parecer utilizando el verbo sin consultar el DRAE, que claramente
especifica que deflagrar, “Dicho de una
sustancia”, significa “Arder súbitamente con llama y sin explosión”. Cada vez
que encendemos nuestra cocina de gas,
éste deflagra, afortunadamente sin peligro para nuestra integridad y la de
nuestra casa, ya sea ésta modesta o “exclusiva” como la de MM.
Al
parecer la casa del futbolista no era ganancial, sino “exclusiva”, ya que
exclusivo es adjetivo que significa, no
suntuosa, elegante, cara o lujosa,
sino “Que excluye o tiene fuerza y virtud de excluir”, “Único, solo, excluyendo a cualquier otro.”
Vamos, que en tomellosero castizo, era “Suyisma”.
No aclara tampoco la noticia, de cuál de los cónyuges, o si de ambos, eran los “icónicos
y emblemáticos” relojes destrozados,-no queremos alargarnos con estos dos adjetivos
también de actualidad- ni a nombre quién estaban abriendo, que no
“aperturando”, la cuenta en el banco, ni si éste estaba o no “perimetrado”.
Y
después de hablar tanto de “perimetraciones”
y de modas, aunque éstas sean del lenguaje, se me viene a las mientes una palabra con cierta
similitud fonética: “petimetre”. ¿La recuerdan? Significa “Persona que se ocupa
mucho de su compostura y de seguir las modas.” Pura asociación fonética de
ideas. Nadie se dé por aludido.
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Miércoles, 17 de Abril del 2024
Sábado, 20 de Abril del 2024
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