Opinión

Voluntariado en Cáritas: Enredarse con los empobrecidos

Fermín Gassol | Sábado, 5 de Diciembre del 2020
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“Tiende tu mano y enrédate”, esa es la frase, acertada frase que aparece en el cartel anunciador del Día Internacional del Voluntariado. Una edición esta de dos mil veinte que celebramos en unas circunstancias extrañas, ignotas, llenas de dudas para el futuro de la humanidad pero que nos ponen una vez más de manifiesto tanto la precariedad como la vocación de fraternidad a la que estamos llamados todos los seres humanos. Esta pandemia así lo está evidenciando. 

Y en medio de esta complicada situación económica, sanitaria y social, las voluntarias y voluntarios de Cáritas, como de tantas otras organizaciones, seguimos ahí ejerciendo las distintas misiones encomendadas; con las dificultades y riesgos añadidos y en consecuencia con una mayor generosidad y entrega en las acciones desempeñadas a diario.

Y es que, como os decía en mi carta de marzo, este virus nos ha obligado a modificar las maneras de acoger. Pero también es sin duda la ocasión de encontrar y poner en práctica fórmulas que procuren un acompañamiento donde tenga parte sustancial la confianza depositada en aquellas personas a quienes ayudamos.

Una misión, la de acoger y acompañar, que en Cáritas como organización eclesial tiene una dimensión particular: la Caridad como expresión tangible de nuestra Fe. Si bien las circunstancias hoy nos hacen ejercer la Caridad de una manera distinta y más difícil en muchos casos, tanto su origen como su fin permanecen inalterados: Jesucristo, el gran enredado con la humanidad, con sus limitaciones y miserias, a la que amó en grado sumo. Él es Quien da siempre sentido a todos nuestros afanes. Él es Quien da importancia y una inabarcable trascendencia a lo que hacemos.

Enredar nuestras vidas con las de las personas más empobrecidas, hacer nuestros su problemas y necesidades, sus fracasos y esperanzas; enredarnos con ellas hasta el punto de quererlas. 

Esta es nuestra misión que es vivida por el voluntariado de manera gratuita y admirable con una primorosa vocación de la que soy testigo y siempre en respuesta a lo que en el Evangelio de Mateo Jesús nos dijo: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”.

Una entrega que el Señor conoce y que a decir de nuestro querido y recordado obispo recientemente fallecido D. Antonio, pagará con creces.


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