Descubriendo Tomelloso

Altercados y disputas (1)

Ángel Martín-Fontecha | Miércoles, 20 de Enero del 2021
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En estas familias de los pueblos… y de todos los sitios, los odios, las venganzas, … y los amores, tienen un proceso muy largo. Los disimulos, las conveniencias, la vida dentro de casa, los retarda y disimula durante años y años”.  “El Carnaval” FRANCISCO GARCÍA PAVÓN

Intentar plasmar todos los sucesos más o menos dramáticos (delitos, altercados, denuncias…) acaecidos a lo largo de la historia de un pueblo como Tomelloso es tarea prácticamente imposible por la gran cantidad de hechos que podrían componer el correspondiente estudio. A continuación, y en dos entregas, se exponen algunos de estos sucedidos desde la fundación del pueblo allá por el siglo XVI. Por supuesto, viendo estos incidentes, veremos también la evolución del “mal” en las relaciones humanas a lo largo de décadas y podremos comprobar cuáles son las causas habituales de estas maldades: robos, crímenes pasionales, errores judiciales, …

Del primer pleito, entre particulares, del que tenemos referencia en Tomelloso ocurrió al poco de su fundación. Así en el año 1584, tenemos constancia de un pleito entre Catalina Lizana y el alcalde Alonso García Lázaro por injurias.

Un siglo después, en 1663, nos encontramos con otro sucedido acaecido en Tomelloso y sus alrededores que tuvo como víctima a Lorenzo Martínez, natural de Barchín del Hoyo (Cuenca), que regresaba de Andalucía con cuatro pollinos cargados de aceite y otras mercancías. En Sierra Morena se juntó con Pedro García Zamora, aunque en posteriores declaraciones a la Justicia también se hacía llamar Francisco García Benita, que era natural de San Clemente y vecino de Torralba (Cuenca). Este segundo personaje dijo ser mercader y que venía de Sevilla de vender azafrán y acordaron hacer el viaje juntos.

Al llegar a La Solana, en la posada de Juan Martínez, se le murió a Lorenzo una yegua torda que traía. Siguieron su camino y el día 4 de diciembre de 1663, “con una hora de sol, poco más o menos”, cerca de la venta llamada “La Campana”, a mitad de distancia entre Socuéllamos y Tomelloso, “sin haber tenido pendencia ni palabras de controversia” Pedro la emprendió a puñaladas contra su acompañante, a fin de quitarle los pollinos y lo que traía en ellos, haciéndole muchas heridas. Estando sin sentido y creyéndolo muerto lo echó a un pozo cercano y después “mucho canto para que la muerte fuese más efectiva y oculta y el asunto zanjado y en perpetuo olvido”.

Al día siguiente siguió su marcha y pernoctó en la posada de Juan Martínez Aillón, en la cercana villa de Socuéllamos, donde produjo algún altercado ya que María de León, criada de la posada, en el proceso declaró: “que un día del año pasado que no se acuerda cual fue, llegó y pidió posada y habiendo cenado unas sardinas y ensalada de cardo que le puso la criada se acostó y una vez recogida la gente de la casa, el dicho hombre quiso echar la puerta donde la testigo dormía en el suelo para entrar a dormir con ella y que sin no abría, habría de echar la puerta al suelo y la habría dematar y beber de su sangre, pero al no conseguir su propósito y a hora de media noche siguió su camino…”

Mientras todo esto ocurría, Lorenzo dentro del pozo no había muerto y tres días después “sintiendo el declarante pasar gente por el camino a las voces que daba llegaron al dicho pozo dos hombres y preguntando que era les rogó le sacaran de allí y lo sacaron y estando fuera conoció a uno que le dicen Lorenzo, vecino de Adobe en el Reino de Aragón, y que lo conoce porque lo había tratado muchas veces…”

El 9 de junio de 1664 volvió a pasar Pedro por el lugar de los hechos, camino nuevamente a Andalucía y al hospedarse en la Venta Vieja, término de Tomelloso, muy cerca de “La Campana” fue detenido por el Alcalde de la Santa Hermandad de Tomelloso, D. Bartolomé Arias Izquierdo Nieto, y conducido a Socuéllamos donde el día 15 de Julio “teniéndolo preso con dos pares de grillos, atado a la pared, en un calabozo con dos puertas y dos cerraduras y siete guardas, rompió el calabozo por una puerta que había lodada con barro y canto y se quitó la cadena y un par de grillos y por el corredor de dicha cárcel subió al tejado de la cocina y se fue y huyó”. Parecer ser que el fugado se refugió en el Convento de San Francisco de Villarrobledo.

Al final faltan hojas en este expediente en el Archivo Municipal de Socuéllamos por lo que no sabemos cuál sería el final de tan enrevesado suceso.

En el Archivo Municipal de Socuéllamos, vemos un documento donde se indica que en la madrugada del 31 de enero de 1747 los vecinos del lugar de Tomelloso, jurisdicción de Socuéllamos, Don Paulino Ortiz Alcalde de la Santa Hermandad junto con Gabriel Díaz Ajofrín, Juan González, Juan Montero y Josef Monteño Menor, en cumplimiento de la orden de su Majestad el Rey, salieron por las quinterías en busca de mozos… “suficientes para el servicios de la guerra y manejo de las armas”… Llegaron a la Nieva, término de Socuéllamos, donde encontraron al pastor vecino de Villarrobledo Andrés Almansa, soltero y de veintitrés años.

Éste, armado de su escopeta larga, salió huyendo siendo cercado prontamente, ya que sus buscadores iban a caballo, y encontrándose en semejante aprieto y sin hacer caso de las recomendaciones del Jefe de la Santa Hermandad, quien le decía que se entregase al Rey, no hizo caso y a la vez “que profería palabras de vituperio contra todos” disparó la escopeta contra Juan Montero causándole heridas de las que poco días después falleció. Una vez rendido fue maniatado y conducido a la cárcel de Tomelloso.

En su defensa declaró que estando en el ejercicio de su trabajo habían ido ya tres veces a por él para enrolarlo en el servicio de las armas, en puesto de un sobrino de los aprehensores de Tomelloso, cosa que “él repugnaba no por servir al Rey en la guerra sino que ya que lo hacía fuera por sí o por un vecino de su pueblo Villarrobledo y no por uno de Tomellloso”. Que huía para ganar el término de su pueblo, lo que consiguió, siendo cogido en la haza que llaman Vallejo de Trompeta y que cuando ya estaban muy cerca se le disparó la escopeta, hiriendo a Montero y al verlo se quedó “muy acelerado y asustado y se entregó, y estando agarrado por dos de sus perseguidores llegó Gabriel Díaz Ajofrín y lo golpeó desde el caballo con una pistola en la cabeza hiriéndolo gravemente, recibiendo mal trato de todos y llevándoselo atado a la cola de un caballo”.

Siguió un largo proceso con muchas comparecencias, declaraciones, juramentos y cuanto en estos casos es menester, de abogados, cirujanos, testigos , amigos, familiares, etc…, hasta que aparece una resolución del Rey, comunicada por el Marqués de la Ensenada, resolviendo que Andrés Almansa Ramírez figurara “en la presente leva” (reclutamiento de soldados) en lugar de uno de los comprometidos e n ella, sobreseyendo la causa que se había formad o. Sin embargo, la muerte del herido, Juan Montero, hizo que cambiase la sentencia ya que “considera que se le debe dar más castigo al reo por lo que debe continuar el proceso”. Esta orden fue comunicada el 10 de marzo de 1747.

Al final la condena para Almansa fue de 8 años de galeras a remo y sin sueldo, siendo condenados también a menores penas el Alcalde de la Santa Hermandad y García Ajofrín por malos tratos, a otros testigos también se les condenó levemente por desmerecer en sus declaraciones y también a los dos Alcaldes pedáneos de Tomelloso por comunicar tardíamente a Socuéllamos lo ocurrido.

Otro suceso que provocó ríos de tinta entre las jurisdicciones de Socuéllamos, Alcázar de San Juan y Tomelloso, fue instruido el 21 de marzo de 1747.

En él se manifiesta como los tomelloseros Francisco López alias Cavedo y Pedro Gómez en el paraje de Pu ente Bermeja, cerca del río Záncara quitaron “con gran denuedo y voces desensonadas y disparando” las armas que portaban los soldados Juan Martínez Márquez y José Gómez. Estos soldados se dirigían a la Caja de Alcázar y pertenecían a la leva del año 1747.

El suceso, considerado de gravísima importancia, obligó a u n amplio expediente iniciado por los Alcaldes Pedáneos de Tomelloso, Juan Francisco García Castellano y Juan Francisco Romero Caravaño.

Rúbricas de los alcaldes pedáneos de Tomelloso (FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan)

Como curiosidad podemos ver las descripciones de las cuatro personas que se vieron afectas en este suceso. Los dos vecinos de Tomelloso, supuestos ladrones de las armas, y los dos jóvenes soldados que fueron despojados de las citadas armas.

Las descripciones son las siguientes:

“Juan Francisco Cavedo es un hombre como de dos varas, pintado de viruelas, cargado de espaldas, calzón de anse y coleto (pelliza) de badana (cuero) como de treinta a treinta y cinco años.

Pedro Gómez es cargado de espaldas, perniquebrado, un poco delgado, su altura más de dos varas, poca barba, vestido de paño y chupa (chaqueta) azul y edad como de treinta años.

José Gómez es un hombre de dos varas, como de diez y ocho años, chupa de estameña tornasolada, casaca de mezcla y calzón de paño.

Juan Martínez Márquez es un hombre delgado, su altura más de dos varas, color bermejo, su edad como de veinte y cinco años. Vestido de paño negro, es oficial de la ...”

Al final el pleito concluyó con el encarcelamiento de los dos tomelloseros en la cárcel de Alcázar y el embargo de parte de sus bienes.

La portada de la documentación judicial que se requirió para este caso, que se encuentra en el Archivo Histórico de Alcázar de San Juan, nos da, en resumen, los detalles del asunto:

(FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan)

Hasta hace unas décadas, la dependencia económica de nuestros pueblos hacia los recursos naturales era primordial. La actividad agrícola, ganadera y forestal fue la fuente general de subsistencia para toda una sociedad a lo largo de siglos. Evidentemente, los derechos de aprovechamiento de dichos recursos fue continuo motivo de disputa entre pueblos y ciudadanos de los mismos.

A veces, los incidentes que se generaban eran bastante farragosos y originaban extensos expedientes judiciales donde unos y otros, personas afectadas y localidades interesadas, defendían sus derechos que, en mucho de los casos, eran fundamentales para poder ejercer una actividad económica primordial para la vida cotidiana de todos.

Algunos ejemplos de estos incidentes de “índole económica” se enumeran a continuación (todos ellos situados en la segunda mitad del siglo XVIII y cuyas documentaciones se encuentran en el Archivo Histórico de Alcázar de San Juan en su sección de “Causas de Montes”):

10 de mayo de 1758. Desde la vecina Argamasilla nos encontramos los autos de justicia criminal contra Baltasar Valterra, Juan Sepúlveda “el de la Morena” y Monjiles “hijo de Jerónimo” y Francisco Martínez Bázquez (carretero de profesión); vecinos todos de Socuéllamos por destrozos en el monte propio de la Villa de Tomelloso.

31 de agosto de 1772. En Alcázar de San Juan se presenta la querella de Paulino Ortiz, vecino de Tomelloso, contra Juan “alias Abujeta” (pastor del ganado de Juan Antonio Saavedra –de Alcázar-) por daños en unos sembrados de su propiedad.

7 de mayo de 1773. En Argamasilla de Alba, se presenta la denuncia por cortar leña contra Antonio Paños, vecino de Tomelloso.

31 de enero de 1776. También desde Argamasilla de Alba, denuncia contra Pedro

Martínez Perete y consortes, vecinos de Tomelloso por cortar leña en el monte de Argamasilla.

1 de noviembre de 1784. En Alcázar de San Juan, se presenta denuncia contra las

vacas de José López Guerrero, vecino de Tomelloso, por daños en unos salicones (o salicores en otros sitios, aunque en Tomelloso se conocen como malvecinos. También denominada barrilla, de sus cenizas se obtenía la sosa).

17 de diciembre de 1784. En Argamasilla de Alba se denuncia a Pedro Martínez y

otros vecinos de Tomelloso, por corta de leña en el monte de Argamasilla de Alba. Hay que recordar que este mismo personaje también se vio envuelto en otra causa de montes en la misma localidad argamasillera unos años antes.

22 de diciembre de 1788. En Alcázar de San Juan, denuncia contra José Rodrigo y su hermano “el Miliciano”, vecinos de Tomelloso, por corta de leña mataparda.

En 1774 nos encontramos con un curioso expediente donde se ven implicados vecinos de Tomelloso. Así el 14 de junio de dicho año se inicia causa criminal de oficio de la Real Justicia contra Francisco Castellanos, vecino de Tomelloso, sobre la muerte en Alcázar de San Juan de Antonio de la Cámara, natural de Vara del Rey (Cuenca)

Los hechos ocurrieron de la siguiente manera:

De Tomelloso a Alcázar de San Juan partieron tres galeras con sus correspondientes mulas cargadas de “lana de la Mancha” con destino a las Reales Fábricas de Pólvora y Salitres. Los que llevan los citados carros son los tomelloseros Ángel Izquierdo y los hermanos Francisco Castellanos y Gabriel Castellanos. Llegados a Alcázar hacen su entrega y por la tarde parten de vuelta hacia Tomelloso.

En primer lugar, va Ángel Izquierdo tras él Gabriel Castellanos y algo más retrasado Francisco Castellanos. Pues bien, saliendo de la localidad alcazareña, sin que tengamos la razón exacta de lo ocurrido, la última galera atropelló de forma mortal a Antonio de la Cámara que se encontraba buscando trabajo en Alcázar. No se sabe si éste cruzó de forma descuidada o si Francisco no llevaba la carreta de forma adecuada –pues las testificaciones no fueron concluyentes- pero el caso es que un hombre terminó muerto y pronto soldados de la Justicia alcazareña procedieron a perseguir, capturar y meter en prisión a los tres tomelloseros.

Por si fuese poco lo ocurrido los hechos se precipitan agravan do la situación. Así, Gabriel Castellanos, el menor de los hermanos con 18 años al ver como eran detenidos y como acusaban a su hermano Francisco de haber matado a un hombre se pone nervioso y saca un “cuchillo prohibido”. Por ello, se le abrió un expediente criminal paralelo a la causa del fallecimiento de Antonio de la Cámara. Sin embargo, este percance se dirimió pronto con una multa al acusado pues se argumentó que la falta cometida se debió a “lo corto de sus años” y además se confirmó por la justicia que el joven “es de genio quieto, pacífico y nada violento, ni inclinado a quimeras, ni al uso de tales armas prohibidas”.

Pero el problema grave lo tenía su hermano Francisco, de 35 años, que era el conductor de la galera que atropelló al fallecido. Además, la situación se complicó pues cuando iba detenido por los soldados se abalanzó contra ellos y con siguió esconderse y refugiarse en la Iglesia Parroquial de Santa María de Alcázar de San Juan. Hay que recordar que en aquella época existía el denominado Asilo en Sagrado, por lo que cualquier perseguido por la justicia podía acogerse a la protección de iglesias y monasterios

La situación se fue enredando cada vez más. La Justicia buscando testigos que no hallaba, el acusado encerrado en lugar sagrado, la esposa del fallecido –María Salomé Alonso Sevilla- que en principio actuó como testigo pero que posteriormente se demostró que no había visto exactamente el suceso, los médicos haciendo sus correspondientes informes para verificar como se podían haber realizado las heridas y contusiones del muerto…. Tenemos que comprender que este hecho acaeció hace aproximadamente 260 años por lo que los avances de las investigaciones policiales que hoy vemos por televisión en nada deberían semejarse a los de aquella época.

Pero el curso de los acontecimientos se fue complicando más, posiblemente con ayuda del exterior el acusado Francisco Castellanos salió de la Iglesia Parroquial donde estaba oculto y terminó estando en paradero desconocido para la Justicia. Por más que se le quiso localizar, las pesquisas no dieron fruto. Cada dos por tres eran consultados en Tomelloso los alcaldes del lugar para ver si podían dar alguna información sobre donde podía parar el acusado, pero siempre la respuesta se basaba en el desconocimiento sobre cualquier dato que pudiese servir de utilidad.

Y así hasta un año después, 1749, cuando, posiblemente aconsejado por algún conocedor de las leyes, Francisco Castellanos se puso en contacto con la Justicia de Alcázar de San Juan a través de un escrito. En él, sorprendentemente, esta persona dice que se ha enterado de que la Justicia lo reclama. No deja de ser asombroso que un año después sea cuando se da por enterado Francisco de que es requerido, después de todos los hechos acaecidos y suplique la total clemencia y ser declarado libre argumentando la proximidad de la recolección y que debe ayudar a sus padres.

La transcripción de su escrito es la siguiente:

“Francisco Castelllanos, vecino de la villa del Tomilloso, ante Vuesa Merced como mas haya lugar, digo: Que en el año próximo pasado se formó contra mí en ese Juzgado causa con el motivo de haber atropellado la galera y mulas que conducía a Antonio de la Cámara, vecino que fue de Vara de Rey, y según parece se siguió la muerte al susodicho tan casual como de la misma causa resultara; y acogido al sagrado de la Parroquial de Santa María de esa villa, le desamparé; y por ello es llegado a mi noticia se me ha emplazado por edictos y pregones, y respecto a que cualquiera culpa que se me puede atribuir, es puramente voluntaria por no haber intervenido en el hecho que ocurrió del atropello referido solo alguno y menos malicia; a fin de acreditarlo como corresponde y la buena fe con que procedo, desde luego me presento a la disposición de ese Juzgado, y por ello:

Suplico se sirva hacerme por tal presentado, y declarándome por libre de cualquier cargo que se me atribuía, concederme su licencia y permiso para restituirme a la compañía de mis padres en el tiempo de la presente recolección de frutos, sin perjuicio y a reserva de cualesquiera otras acciones y actos que me competan y sean de Justicia”.

(FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan)

Al final, a Francisco Castellanos le fueron embargados parte de sus bienes para costear todos los gastos generados por su actitud; aunque, quizá por la ausencia de testigos contra él, no consta que fuese detenido.

Al igual que en la actualidad, los accidentes de tráfico de coches y motos están al orden del día, en aquella época los percances con las caballerías eran la causa de muchas incidencias que, en muchos de los casos, como el referido anteriormente, causaba desgracias irreversibles.

Un ejemplo curioso lo vemos el 17 de mayo de 1790, cuando en Alcázar de San Juan se abre una causa criminal de oficio por parte de la Real Justicia sobre el “descubrimiento del autor del autor o autores del golpe que Juan Serrano hijo de José, vecino de Tomelloso, sufrió en la cabeza, al vuelco de un carro de dos ruedas”.

El tomellosero había ido a la vecina Alcázar de San Juan a llevar leña a diferentes fábricas, como tantos otros hacían. Su nombre era Juan José Serrano alias “Chalo”. El asunto tuvo desde un principio un cariz bastante dramático. Se encontró al citado Juan Serrano tumbado en el suelo, al pie de un carro, con “bastante sangre que cuajaba en el oído izquierdo”. Urgentemente se le dio la extremaunción y, aunque volvió en sí y se le pudo tomar una declaración, falleció en pocos minutos.

La declaración del herido fue la siguiente:

“Preguntado si otros convecinos suyos iban con él que declara cuando se retiró de las fábricas con las yuntas y carro que maneja, quien le recibió en ellas las escobas que refiere estuvo descargando y adonde se dirigía cuando ocurrió el pasarse en la Placeta de la Rubia, dijo:

Que cuando se retiró de aquellas –las fábricas- iban un corto trecho delante del que declara, Francisco Serrano, su primo, Ramón Navarro y Juan Pimienta Chinela, sus convecinos, quienes poco antes habían descargado en las mismas cada uno otro carro de la propia leña.

Que se la recibieron Santiago Atienza y un lumbrero que ignora como se llama; y que el que declara se dirigía a las casas del expresado Manuel Páez con el ánimo de dar un pienso a la yunta, y después marcharse al leñar con sus tres compañeros, pues así lo tenían trazado los cuatro.

Preguntado para que efecto quería el pliego de papel que deja referido, y si sus tres compañeros se hallaron presentes al tiempo de asombrase las mulas, dijo que aquel –el papel- lo quería para anotar las arrobas de leña que su amo va comprando en la Quintería de este término, llamada de Las Tres Caras, a los que allí van a venderla, para después conducirla a otras Fábricas; y que sus tres compañeros no presenciaron lo que se refiere a la pregunta.

Preguntado si ha tenido algún desazón con cualquiera de sus tres compañeros o con alguna otra persona, dijo que con nadie ha tenido desazón alguno”.

Llegado a este punto parece ser que el estado del herido empeoraba por momentos, y así el cirujano presente en el interrogatorio, Bernardino, aconsejó no seguir con las pesquisas.

“… en este estado, y con la reserva de continuar diciéndole las demás preguntas que se tengan por convenientes a depurar en el asunto de que se trata, se cesó en esta declaración por hacer presente el cirujano que no conviene por tener que aplicarle las medicinas correspondientes, y dejar en quietud al declarante, quien expresó que lo que en ella se contiene es la verdad, so cargo de su juramento, y hallarse en la edad de veinte años poco más o menos”.

A las pocas horas el tomellosero Juan José Serrano fallecía debido a las heridas del accidente.

Aunque más o menos ya estaba claro que lo sufrido por el fallecido era un lamentable accidente, fueron tomadas más declaraciones a numerosos testigos que en mayor o menor medida estaban relacionados con el caso. Por ejemplo, tenemos la declaración del hombre que “trajo un azadón y limpió la sangre que había vertida, porque no la lamiese un perro”.

Tras la declaración de Rufina Sobrado, se puso luz sobre todo el asunto, que ocurrió de la siguiente manera:

“… tras retirarse -Juan Serrano- de las Fábricas de Salitre donde hacía media hora que estuvo descargando un carro de escobas, se dirigió para las casas de Manuel Paez, en las cuales estaba hospedado con otros convecinos suyos. Al cruzar por la Placeta que llaman de La Rubia, tuvo necesidad de comprar un pliego de papel común, y parándose en ella con la yunta que tiraba del carro, en el cual iba subido, le dijo a una muchacha pequeña, a quien no conocía, que de una tienda que le parece nombraban la del Rosquero, le sacase el pliego de papel ya referido. Y ejecutado así, aquella –la niña- al tiempo de ir a entregárselo se asombró una mula de las dos que iban uncidas u partiendo a correr ambas con el carro se volcó éste, y de resultas del golpe que sufrió, precisamente se quedó entorpecido y quedándose privado principió a verter sangre por los oidos”.

El nombre de la niña resultó ser Ángela, y el lugar exacto del vuelco del carro fue “en la esquina de las Casa de Jesús del Campo, y con el vuelco despidió al hombre quien fue a caer de cabeza junto a la Portezuela de Juan Meco, inmediato a lo cual estaba de pie derecho una mujer que vive en la Puerta Cervera y que se llama Lucía”

Detalle de los autos instruidos por el fallecimiento del tomellosero Juan José Serrano:


Otro suceso acaeció el 22 de agosto de 1813, entre las diez y doce de la mañana, en el Camino Real que de la villa de Socuéllamos “lleva a la inmediata Tomelloso” y a distancia de una legua fueron robados D. Benito Martín y D. Vicente Jiménez, “que así dijeron llamarse, ser vecinos de Villagarcía –provincia de Cuenca-, y del Comercio, por tres hombres a caballo que no reconocieron ni distinguieron si eran soldados o paisanos”.

Hay que tener en cuenta la distinción que se hace entre soldados o paisanos. No en vano, en esta época estamos inmersos en plena Guerra de la Independencia y a veces propios desertores de los diferentes ejércitos eran los que cometían las fechorías.

En el robo les quitaron un macho mular, ochocientos reales, las capas y otras prendas de vestir y aparejos, con las letras de camino que llevaban para Cádiz y aunque por el Sr. Regente, entonces, D. Andrés Manuel Rodríguez comisionado por el Sr. Jefe Político, se despachó gente armada en su persecución, oficiando a las inmediatas villas de Villarrobledo, Tomelloso y Pedro Muñoz, “no se pudo lograr verles ni capturar”.

Unos años después, en concreto el 8 de noviembre de 1822, se inicia causa criminal contra Manuel Izquierdo alias “manta al hombro”, vecino de Campo de Criptana por robo y agresión a vecinos de Tomelloso. Los tomelloseros agredidos fueron Jesús García y José Antonio Villena, los cuales hicieron el siguiente relato de los hechos ocurridos:

“…. llevában dos carros de arroz para su venta en la Vega de este término y jurisdicción –Tomelloso – y en las inmediaciones a la Puerta Bermeja del Río Záncara les había salido un hombre a caballo y armado y les había sorprendido, roban a el uno un pañuelo morado y con flores y unas botas y queriendo hacer lo mismo con el otro éste se resistió, por lo que el otro hombre le había disparado un tiro con la pistola”.

Tras estos hechos, el criminal huyó y siguiendo los tomelloseros su camino vieron a unos leñadores, y tras contarles lo sucedido éstos dijeron que el criminal era “manta al hombro”, pues lo habían visto por aquellos parajes.

Pronto se dictó la búsqueda y captura del malhechor, que por si fuese poco era prófugo de la cárcel de Alcázar de San Juan. La descripción del mismo fue la siguiente:

“… treinta y cuatro años, color trigueño, zamarra de pellejo como lanoso, chaleco como de mahón pintado con botones dorado y capa parda, con montera, …” 

(Continuará)

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