Cuanto más se aproximaba la máscara  a la plaza, mayor era el bullicio y la concentración. Resultaba trabajoso andar. Había que sortear con dificultad los grupos de máscaras y gentes sin disfraces que se formaban en todos sitios con cualquier pretexto. Ya en la plaza era imposible dar un paso. La gente se arremolinaba sin orden ni dirección. Entre el vocerío y los gritos de las máscaras, a veces, sin saber de donde procedía, llegaba el redoble de un tambor, el tocar de un cencerro, o los ahogados acordes de una orquesta de cuerda. Desde el balcón del Ayuntamiento, por ejemplo, la plaza presentaba el aspecto de una enorme tortilla formada de cabezas tocadas con colorines, que se movían sin cesar en todas direcciones”

Francisco García Pavón. El Carnaval.

Este bello fragmento del gran escritor tomellosero sobre el carnaval nos sirve de perfecta introducción para nuestro protagonista, Manolo Setien, amante de una fiesta que saborea al máximo. Pavón recrea la magia del carnaval y la música, dos aficiones que Manolo cultiva desde hace tiempo y que contribuyen a hacer su vida más feliz.  Sus apariciones han sido muy saludables en el  carnaval de Tomelloso y desde hace años es una de las máscaras más esperadas. Minutos antes de entrar en faena de entrevista, Setien me explica los orígenes cántabros de una familia que acabó echando raíces en la ciudad, ya no solo para ganarse la vida, sino también para implicarse en su vida social y cultural.

-¿Cuándo nace la vocación carnavalera de Manolo Setien?

-A mi padre le gustaba mucho. Nos disfrazaba a todos; a mí, a mis hermanos, primos, amigos…Incluso sin ser carnaval aprovechaba cualquier motivo para disfrazarnos. Luego nos hacía fotografías en la que se nos puede ver de maceros, curas antiguos y otros curiosos personajes. Y otro factor importante fue mi tía Mari, que también le gustaba mucho y como era modista nos confeccionaba los trajes.

-Se ha decantado claramente por un carnaval de humor, crítico con la realidad y de mucha interpretación…

-Así entiendo el carnaval porque lo he mamado desde pequeño. Es el que va con nuestra idiosincrasia y cultura. Los desfiles son fundamentales y las peñas realizan un trabajo espectacular, es más, gracias a ellas el carnaval sigue en pie. Pero yo concibo el carnaval  desde la gracia de la máscara callejera, que actúa y le saca punta a cualquier tema, eso sí, siempre desde el respeto y sin herir la sensibilidad de nadie. Se puede hacer burla, pero nunca hacer daño.

-Su compañero de viaje en los últimos carnavales ha sido Carlos de la Osa, otro enamorado de la fiesta, ¿no es así?

-Es un buen amigo y un socio ideal para estas ocurrencias nuestras.  Pensamos lo que vamos a hacer solo unos cuantos días antes y vamos componiendo el disfraz con cuatro trapos  que nos encontremos. Mi madre y mi tía me prestan una ayuda esencial y de este modo el disfraz va tomando cuerpo. Guardo todos los trajes que me he puesto en un armario. No solo los trajes, sino también esos complementos que me han permitido caracterizarme mucho mejor.

-¿Con qué número o representación de las realizadas se queda?

-Creo que fue muy buena la del Obrero, que coincidió con la restauración del monumento, pero la que más expectación provocó fue la parodia de la alcaldesa junto a Donald Trump con el vestido que lució cuando la visita de los Reyes.  Fue tremendo. En tono de broma la propia alcaldesa me llegó a comentar que me dejaba cualquiera de sus trajes para disfrazarme.

-Su hija nació un martes de carnaval, curiosa coincidencia, ¿no cree?

-Sí, fue hace siete años y como es lógico aquel carnaval no me pude disfrazar, pero lo recuerdo como uno de los momentos maravillosos de mi vida. No sé si mi hija Isabel vivirá la fiesta con la intensidad que yo la vivo, pero esta mañana la he llevado al cole disfrazada de Harry Potter. Trataré de enseñarle que se divierta siempre con respeto y sin perder la compostura.

-Perteneció a una peña de trayectoria efímera, “Lo que nos juntemos”, que sin embargo, hizo cosas muy buenas. ¿Por qué tuvo tan corto recorrido?

-Es verdad que se hicieron cosas bonitas como la representación del  Un, dos, tres; el Gran Hermano, la Fiesta de las Letras…El problema es que el peso lo llevábamos unos pocos y una  comparsa implica mucho trabajo, sobre todo lo relacionado con el arreglo y preparación de la carroza. Siempre éramos los mismos los que estábamos allí y nos acabamos cansando. Pero queda el recuerdo de aquellos desfiles en el que lo pasábamos bien nosotros y también el público.

-¿Qué opinión le merece el Carnaval de Tomelloso?

-Ha ido cambiando. Los días importantes eran antes el lunes, el martes y el miércoles y el fin de semana se enfocaba más a las actividades de los niños. En aquellos inolvidables lunes y martes, el carnaval era de mucha risa, humor, algo de chabacanería y el miércoles llegaba el entierro de la sardina que tenía un participación tremenda, pero ha caído en picado. Ahora el día fuerte es el sábado, quizá por eso de no madrugar al día siguiente. Pero los carnavaleros auténticos se han ido al trabajo desde el baile, con los labios y los ojos pintados.

-¿Cómo lleva estos días de carnaval sin carnaval?

-Mal, como todos a los que nos gusta tanto. Llegué a plantearme salir el sábado, pero acabé desanimándome. Todavía hay un clima de tristeza general, mucho más en Tomelloso donde lo hemos pasado muy mal en esta pandemia. Para no herir ninguna sensibilidad, era mejor dejarlo para tiempos mejores. Lo que yo denomino “profesionales” del carnaval en nuestra ciudad creo que piensan de la misma forma que yo.

-El año próximo cogerá el carnaval con renovadas ganas…

-Claro. Trataremos de dar el campanazo con cualquier tema y ojala la situación se haya normalizado y la gente se anime a salir y disfrutar. Al fin y al cabo, el carnaval es una fiesta de alegría, para compartir con la gente.