Opinión

Mi viaje a China (I)

Visitando Pekin, Xian, Luoyang, Nanjing, Suzohu, Hanghzou, Y Shanghai en el año 2005

José Antonio Negrillo | Miércoles, 17 de Marzo del 2021
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Este viaje me es más difícil de relatar, fueron dieciocho días intensos y por eso voy a tratar de hacerlo lo más ameno posible.

Se empieza a cocer a raíz de que la compañía Air Europa inauguraba una línea Madrid-Pekín en vuelo directo y tenían unas ofertas muy apetitosas. Me llaman una mañana mis chicas de Halcón Viajes, Esther, Mercedes y Mari Luz, me cuentan la historia, total que me venden la burra, adquiero los billetes, se lo cuento a mi mujer, y lo corriente, muchacho que tú estás loco, si yo estoy loco, pero ella ya estaba haciendo las maletas. El cuatro de septiembre salimos hacia Madrid, dejamos el coche en el  garaje que tiene mi hermana y a Barajas. Nos presentamos en el mostrador de Politours y todavía estaba cerrado, abren ya y fuimos los primeros, mira tú a uno de Tomelloso le van a ganar los del foro, el operario coge los billetes para darnos las tarjetas de embarque y nos dice:

-Para estos viajes y hasta llegar a destino, uno del grupo se tiene que hacer cargo de todos, todo esto por orden estrictamente gubernamentales. Siempre se elige al que factura primero.

-Pero si yo no sé Ingles ni menos chino.

-No hay problema ya están acostumbrados.

Total, con un periódico como en los San Fermines voy reclutando al grupo total veintiocho, les explico que tienen que estar pegados a mí una vez en Pekín y que me sigan los pasos.

Embarcamos, y para arriba, nada nueve mil trescientos kilómetros, del ala y once horas volando, desembarcamos y llega el momento de mi actuación, aparto el grupo en un lado, me voy con los papeles a la policía, que policías había más que cuando juega el Madrid-Barça, les entrego las listas y en un control un chino como un alcahuete, pero con más mala idea que el sargento Penicilina, van pasando no sin mirarlos mil veces de arriba abajo, todo bien hasta….que se para la cola, el chino venga mirar a una Sra. de nuestro grupo y poniendo un dedo en el pasaporte y otro en la lista de Politours, y nada que no la dejaba  entrar y cómo le preguntaba yo que es lo que pasaba, menos mal que venía detrás uno de los pilotos del avión le dijimos lo que había y es que la tilde de la eñe no iba en la lista y si en el pasaporte, ya por fin pasamos y vimos al guía, allí los guías no pueden entrar al área del aeropuerto tiene que ser ya en los aparcamientos, hicimos las correspondientes presentaciones, al bus y al hotel, por si alguno le pilla de paso y quiere ir a Beijing el Hotel era el Novotel.

Tomamos posesión de nuestra habitación y casi sin deshacer maletas nos metemos en la ducha pues calor no es para contarlo, allí sudan hasta los guerreros de Xian, luego la diferencia de temperaturas, en los Hoteles disponen de un aire acondicionado de lujo y claro al asomar las narices a la calle a sudar a chorros.

Esa primera tarde estábamos un poco despistadillos, la teníamos libre y apenas si conocíamos al grupo anduvimos dando vueltas alrededor del Hotel para no perdernos, le propongo a mi mujer ir a ver la Plaza de Tiananmen, pues de noche Pekín cambia un montón, de día una ciudad muy grande, pero de noche es una maravilla tiene una iluminación espectacular, accede a mi petición y claro sin tener ni idea de donde estamos y menos conocimiento de chino, vamos a una parada de Taxis le digo al taxista donde queremos ir y dice que no, se lo decimos a otro y lo mismo y así cuatro o cinco, en estas que pasa un chino con un triciclo me da en el hombro y me dice: yo Tiananmen, dándose golpes en el pecho, el hombre tendría 50 años y como un alambre, le digo que donde va con casi 160 kgs. de peso, nada el hombre empeñado y dándome empujones para subir al “taxi”, ya me dice el precio, creo que fueron 250 yuanes, al cambio 25 euros, entonces diez yuanes eran un euro, por fin se pone en marcha, llevaba como un motorcillo adherido a la rueda delantera y eso le ayudaba algo, el pobre hombre no hacía nada más que pasarse un trapo por la cara para quitarse el sudor, nosotros sufriendo por verlo, de momento se le sale la cadena la pone y otra vez dale a los pedales. Tenemos que cruzar una avenida que la Castellana es la calle el Codo comparándolo con aquello, pasando miles de coches, si he dicho miles, y en medio de la avenida otra vez se le sale la cadena, yo pensaba ¡coño que no nos hemos matado en el avión y aquí nos dejan fritos!, pues los semáforos se los pasan por el forro y los pasos de peatones ni te cuento, además todos los coches o motos tocando el claxon, de locura. Por fin llegamos a nuestro destino sanos y salvos, intento convencer al chino que volvíamos en taxi pero nada no hubo manera se quedó allí esperando.

Lo que teníamos delante de nuestra vista era espectacular una plaza enorme, cuarenta hectáreas, la iluminación no se puede describir, y gente mucha gente, bueno China de día es bonito pero de noche es una maravilla todos los edificios iluminados como los americanos iluminan sus casas para Navidad, las pagodas con esa cantidad de colores, y anuncios comerciales y como no la enorme foto de Mao Tse Tung, eso sí todo lo que han gastado en iluminar plazas y demás se lo han quitado a las calles, están muy pobres de luz y algunas, muchas, casi a oscuras.

Eran sobre las once de la noche, y teníamos que regresar al Hotel busco al “taxista” y  si la ida fue una odisea la vuelta no tuvo desperdicio, cruzamos la gran avenida sin nada reseñable, pero faltando como quinientos metros para llegar vienen de frente ocupando toda la calle gente en bicicleta, que por lo visto cambiaban el turno de trabajo, como la marabunta a miles, y nosotros en medio ahí ya dije ¡esta no la saltamos!, por fin ya veo la entrada al Hotel y claro la salvación, le pago al chino y le digo que ni se le ocurra proponerme otro viajecito.

Ya estamos en la habitación algo relajados después de una ducha y de comentar la aventura de la tarde y a dormir…. pero todavía no se había acabado el día, sobre las cuatro de la madrugada me da un aviso la próstata y claro tengo que ir al baño y cuál es mi sorpresa que la puerta estaba con el seguro por dentro puesto, son pomos que llevan un agujerito y le introduces un alambre fino y se abre, yo lo sabía como ferretero que soy, pero donde estaba ese alambre, así que me hago las cuentas ¿cómo le digo al recepcionista el caso? yo de inglés las cuatro palabras sueltas y de chino ya es otra cosa, así que me armo de valor bajo a recepción y allí estaba un chino con la sonrisa de oreja a oreja, y a base de señas le pido un papel y lápiz me los da y le pongo, “room 350, wc closed, no open”, el operario me dirige otra sonrisa nos subimos al ascensor y solucionamos el problema.

Para ser el primer día no ha estado mal, muy entretenido.

Ya estamos preparados para salir ya desayunados y con los abanicos puestos a punto, bien engrasados, las zapatillas ajustadas y la ilusión de pasar un buen día. Ya en el autobús nos dan una vuelta…grande por Pekín y nos dirigimos a la Plaza de Tiananmen, si de noche nos pareció enorme, de día se ve toda su majestuosidad, de todas formas no tiene nada que ver es completamente distinta, vimos el Monumento a los Héroes del Pueblo, y la Ciudad Prohibida, fue palacio de 24 emperadores de las dos últimas dinastías Ming y Qing, ahí son 72 hectáreas, 9.999 ventanas, que simboliza la paz eterna, visitamos el Palacio de Verano, el Lago Kunming, y jardines y más jardines  una maravilla y todo cuidado al máximo, hicimos en alto para tomar fuerzas, creo que regresamos al hotel para refrescarnos estirar un poco las piernas y de vuelta al tajo, al atardecer nos llevaron a ver una Opera China, que cuando empezaron a cantar con una voz chillona, que parecía que estaba cantando la Gracita Morales, todos los espectadores, guiris, soltaron una carcajada y hubo un momento que me dije aquí nos fusilan,  menos mal que llegó la cordura y todo acabó airosamente. De ahí nos fuimos a un restaurante a degustar el Pato Laqueado, que es un plato típico de China, yo lo probé, pero una y nada más Sto. Tomás. Ya con nuestros estómagos aliviados, regresamos al Hotel, ducha y cama que la teníamos merecida.

Hoy nos amanece un día nublado con amenaza de lluvia, y tenemos un día duro pues nos vamos a visitar la Gran Muralla y el Templo del Cielo, es el Templo más grande de China, de la Gran Muralla que voy a decir, no tengo palabras me parecía un cuento el que estuviéramos por allí, no me lo podía creer, yo imaginaba algo grandioso, pero no tanto, por la parte a la que accedimos, a unos 70 kms. de Pekín, tiene una anchura de seis metros u ocho y piso para poder pasear cómodamente y cada 200 metros hay una especie de garitas de vigilancia, dicen que es la única construcción humana visible desde la luna, de verdad que es un sueño es otro mundo. Este viaje me está costando el poder relatarlo, pues por mucho que cuente no os podéis imaginar lo que están almacenando mis retinas, tantos templos, pagodas, por ejemplo, el que estamos ya visitando el Templo del Cielo, donde los emperadores de las Dinastías Ming y Quing rendían culto al cielo y rogaban por abundantes cosechas, por dentro tiene varias salas, enormes, a cada cual más bonita.

Regresamos al hotel, y esa noche como casi todas salíamos en grupo a cenar, siempre por los alrededores para no despistarnos pues como comenté anteriormente la iluminación deja bastante que desear y hay avenidas mejor iluminadas y calles paralelas casi a oscuras, bueno pues salimos en busca de aventura y a buscar un restaurante que fuera aceptable, íbamos por una calle casi a ciegas y al final vemos un luminoso que ponía más o menos: Restaurante de lujo con salas VIP, pues nada allí que vamos, pasamos los trece (el grupo entero eran 28 pero hicimos más amistad los trece) subimos a los comedores, salen tres o cuatro chinos haciendo reverencias y su sonrisa de oreja a oreja, nos acomodamos, nos dejan la carta y tienen la costumbre de ponerte un vasito de plástico y te lo llenan de cerveza y éramos todos buenos bebedores de birra, llamo a uno de los camareros y le digo, más bien le hago señas, que queríamos cerveza pero una botella para cada uno, curiosamente la cerveza era San Miguel y botellas de ¾, me mira extrañado llama a otro compañero se hablan entre ellos y se me acercan para que les confirme que quería trece botellas, al rato aparecen cinco o seis camareros para llevarnos la bebida y mirándonos como bichos raros, yo estaba sentado al lado de una ventana y me quedé mirando las cortinas, sería por deformación profesional, y no me lo podía creer tenían grasa  y guarrería para dar y tomar, yo me callé no quise poner malos cuerpos. Nos llevan la carta tenían de todo y como las mesas todas son redondas y en el centro tienen un cristal  giratorio y vas eligiendo lo que más te apetezca, yo siempre comía lo mismo una especie de berenjenas en salsa de tomate le ponía arroz y poco más, los compañeros pidieron chuletas de cordero, otros sopa con una carne en salsa, de todo muy variado para luego ir picando ¡ah! algunos rollitos de primavera que si que estaban ricos, al fin llevan las viandas y lo primero que veo las chuletas de cordero, eran de palo pero de palo largo, ya no me pude callar y les digo: chicos yo no entiendo mucho de carnes pero estas chuletas si no son de un galgo les faltan poco, nadie las tocó. Pedimos la cuenta, llegan dos chinos y me la entregan, abro la factura me quedo sin respiración y todos los socios me miran esperando el sablazo,  y les digo calmaos hombres de poca fe, la cuenta asciende a…… quinientos treinta yuanes, entre trece a ochenta con quince la pareja, al cambio nuestro, ocho cincuenta euros, entonces se hizo junta económica y se aprobó por mayoría absoluta pagar a diez euros por pareja, pusimos el dinero en una bandeja se lo damos al camarero y a los cinco minutos vuelve con el dinero y nos dice “que no que nos hemos equivocado y hay dinelo de más, mucho dinelo, mucho dinelo, irían 220 yuanes de propina”, y le digo que no que eso era para ellos por lo bien que nos han atendido, yo no sé qué cara pondrán si les toca la lotería pero no paraban de hacer inclinaciones y si había en el Restaurante veinte camareros todos se pusieron en la escalera a despedirnos, hasta los de la cocina, igual que en Colonia que les dejé UN marco y al salir a la calle me lo tiró a la cabeza.

Aquí nos despedimos de Pekín, ya cuando nos levantemos salimos para Xian, pero para no cansaros os lo contaré en otro golpe de bomba. Hasta luego.

 

José Antonio Negrillo Martínez


Nota:

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, las de La Voz de Tomelloso. Las cartas remitidas a este medio deben ir debidamente firmadas y con el DNI. 

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