Opinión

La Política en tiempos de pandemia

Lucas Antun Cassab | Domingo, 25 de Abril del 2021
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En estos tiempos donde parece que estamos abocados a votar, o como mínimo, ser espectadores de algun escenario electoral todos los años; parece que lo más acertado de todo candidato en campaña que se precie es hablar de la política como herramienta  de consenso, diálogo y cuyo fin principal es tender puentes.

Nos preguntamos entonces cuando todas esas y más virtudes de la política dejaron de estar implícitas y de ser mandamientos escenciales para que hoy nos lo quieran vender como novedosos "extras" quienes buscan dirigir los destinos de la sociedad. 

Se deduce entonces que la concordia, el servicio público como único fin  y la libertad de pensamiento de un líder, en algún momento dejaron de ser prioridad y compatibles con pensar distinto al ocasional adversario en las urnas, para que hoy, quién se presenta a candidato nos lo tenga que repetir una y otra vez.

La política es mucho más que el superficial palabrerío y postureo, hábitat en el cual muchos se mueven como pez en el agua, incluso en tiempos de pandemia, donde algunos no se han dado cuenta aún que  abusar de la confianza y paciencia de los votantes parece poco aconsejable si no se pretende como mínimo, provocar una patada al tablero electoral y acrecentar esa grieta de confianza entre el soberano y sus representantes.

Hacer política, conjugar necesidades y recursos, gestionar soluciones efectivas y duraderas en el tiempo, es la mayor responsabilidad junto a la de crear bienestar y progreso para todos los habitantes y para lo cual algunos deberían tener siempre presente aquello de "El que gana gobierna, pero el que pierde ayuda".

Lo fácil, lo mediocre y lo desleal es hacer o decir aquello que solo consuela, que pone parches o aporta soluciones precarias a los problemas de cualquier vecino o colectivo; sin estar dispuestos a hacer el máximo esfuerzo por proporcionar soluciones a la altura de las circunstancias.

El desafío es trabajar para que la política siga siendo "El arte de servir al prójimo" sin caer jamás, quienes nunca lo han hecho, en esa tendencia moderna de ser confundida con el populismo; ya que este es más un juego de clientelismo político que una manera digna de hacer política. 

Asistimos absortos a como los extremos tan radicales en su escencia y su discurso, al final de cuentas terminan buscando su ración de poder pactando con todo aquello que habita a su derecha o a su izquierda y que durante cualquier campaña nos venden como "lo malo conocido".

La política útil requiere lo mismo que cualquier trabajo que dignifique a quien lo lleva a cabo, sea en el ámbito público o privado, una mezcla de altos valores éticos y morales, sentido común, constancia, esfuerzo, humildad, honradez y el compromiso inquebrantable de ser intolerantes con la corrupción y de apoyar incondicionalmente todo aquello que sea beneficioso para la sociedad sin perder de vista nunca el pragmatismo que muchas veces condiciona la práctica de la teoría.

Quienes se van de la política como vinieron (aún los hay), jamás pierden de vista que están representando a sus vecinos, por y para quienes trabajan; a quienes rinden cuentas de sus actos y quienes juzgarán sus aciertos y errores con el paso del tiempo. 

"España necesita adversarios políticos que puedan ser amigos", ese valor que vimos tan afianzado en antaño con la vuelta de la democracia, desde aquella lejana Transición y que con el paso de los años parece haberse diluido y estar en peligro de extinción, quizás sin que los actores principales se den cuenta que el odio y el rencor convierte a las personas en miserables; pero más aún cuando de ellos depende el bienestar y futuro de un país, de su país.

Dewight D. Eisenhower, aquel General héroe de Normandía y que llegó a la Casa Blanca, decía que  "La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano", y en esta España "políticamente tan volátil" que nos lleva a las urnas con tanta frecuencia parece un buen consejo para quienes dejando de lado el enfrentamiento y la crispación, quieran arremangarse y trabajar para que como dijo Platón, "El precio de desentenderse de la política no sea estar gobernado por los peores hombres".


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