Opinión

Dinero público (y pleitesía) a una tribuna del odio

Manuel Sánchez Patón | Sábado, 15 de Mayo del 2021
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Una de las noticias de la semana ha sido la emisión en directo del programa del popular periodista Carlos Herrera en un acto de promoción de FENAVIN en Tomelloso.

Carlos Herrera es un dominador absoluto de los platós y estudios de televisión y radio. Ha presentado telediarios, programas de variedades (principalmente en TVE y Canal Sur) y ha dirigido – y dirige - espacios en las más importantes emisoras, como RNE, Canal Sur Radio, la SER, Onda Cero y desde hace unos años en la COPE. También se ha prodigado como columnista en los desaparecidos Diario 16 y Cambio 16. Actualmente lo hace en ABC. Cuenta con infinidad de premios. Una de sus características más reconocibles es su personalísima, potente y atractiva voz, garantía de éxito en un medio con tantos registros y competencia. Indudablemente y por méritos propios nos encontramos ante un maestro de las ondas.

Carlos Herrera no ha ocultado nunca sus preferencias políticas, muy respetables, que ni quitan ni  añaden nada a sus credenciales profesionales. La cuestión estriba en tener la suficiente habilidad  e inteligencia en segregar lo que es la información y la opinión. Y seguidamente, lo que es la opinión y la defenestración simbólica de quienes se sitúan en territorios y márgenes “no homologables” a un determinado sistema o escala de valores. Desgraciadamente, Carlos Herrera traspasó hace tiempo esos límites. Pero no sólo él.

Carlos Herrera ha hecho del insulto, el desprecio y la violencia verbal su particular forma de concebir el periodismo, el debate público y el entretenimiento. Este señor ha exhibido una imprecación  cuasiobsesiva con el 8-M, las feministas, y el Ministerio de Igualdad. Ha tildado a Podemos, ERC y EH Bildu de "escoria". Acompañado de sus contertulianos se rió groseramente del "canalillo" de la vicepresidenta primera y ministra de Presidencia Carmen Calvo en una foto tomada en una audiencia en el Vaticano. Un señor que hace profesión de fe del odio indisimulado a un espectro político concreto, pero que no dice nada de los casos de pederastia, del escándalo de las inmatriculaciones (como también hace la izquierda, por cierto), o de los privilegios fiscales y regalías  de una institución anacrónica, homófoba, misógina y reaccionaria. Para la que trabaja, y es de entender. Un señor que incumple el código deontológico del periodismo (principio de profesionalidad y ética, respeto a la verdad, respeto al derecho de las personas a su integridad e imagen, extremar el celo profesional al respeto de los derechos de los más débiles, independencia y equidad, objetividad y rigor en el tratamiento de la información, todos ellos principios generales aprobados en la Asamblea Ordinaria de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, FAPE, celebrada en Sevilla el día 27 de Noviembre de 1993, y actualizados en la Asamblea Ordinaria que tuvo lugar en Mérida el día 22 de abril de 2017), que practica el matonismo dialéctico y el escarnio contra todo aquello que no coincida con su peculiar y apocalíptica  manera de entender la política y la sociedad de nuestro tiempo.

El análisis y la crítica son legítimas y necesarias, enriquecen la interpretación y comprensión de los hechos y acontecimientos, siendo esenciales en el discurrir de los procesos políticos, y en las transformaciones que validan la evolución del demos o pueblo. La deshumanización del contrario, así como su negación, es violencia, entierra el discurso, y arruina la convivencia y el entendimiento (sin tener que hacer por ello dejación de la diferencia o el antagonismo). Tener el privilegio de hacer uso de una tribuna pública, de un espacio de poder, para impulsar corrientes de opinión - formuladas a menudo desde la visceralidad y la calumnia - conducen a la despersonalización y  degradación de quienes no se amoldan o se autoexcluyen, supuestamente, de un sistema de valores propio (aunque sea impostado). Mostrar empatía con el resto de realidades diferentes es una condición sine qua non para el progreso social, lo que no significa que haya que compartirlas o secundarlas. La empatía ennoblece y acredita, en aptitud, actitud, y generosidad, a quienes la profesan.

Este señor se ha ganado un lugar en el Olimpo del periodismo radiofónico español, le pagan muy bien por lo que hace, tiene éxito y muchos seguidores. Seguramente nada le han regalado y lo que ha conseguido ha sido con mucho esfuerzo. Tampoco se trata de objetar la programación, línea editorial, fines y valores de la COPE, un prestigioso medio privado de radiodifusión. Lo que no me parece aceptable es que se invite, patrocine y financie con dinero público, y en un local público, a un personaje con un perfil tan controvertido, que desde hace un tiempo predica discursos del odio cercanos al fascismo. Que además se haya hecho desde instituciones gobernadas por el PSOE provoca hilaridad, porque cabalmente este partido es uno de los destinatarios de su procacidad frente al micro. A no ser que pretendan despojarse de prejuicios y quieran dar una imagen aparente de “normalidad democrática”  (y es que casi todo son apariencias en una sociedad falsaria, clasista, heteropatriarcal y racista) para quedar bien... aunque te escupan a la cara (ahí están los programas de Herrera para quien los quiera escuchar). Un partido que cansinamente se autoproclama "progresista y feminista" (de nuevo las apariencias y la mercadotecnia) y que presume de políticas de igualdad, tiene la genial idea de invitar a Carlos Herrera. No puede ser. Es.

Qué decir del monto de dinero público de todo esto. Porque ese señor seguro que no vino gratis. Que nos digan lo que ha costado. Y si hay superávit, que se destine el dinero de todos a combatir con mayor énfasis la emergencia social que sufrimos. Que falta hace.

¿Qué será lo siguiente?

¿Un Festival de Cine Porno?

¿Poner un plató a la telebasura?

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