Una de las noticias de la semana ha sido la emisión en
directo del programa del popular periodista Carlos Herrera en un acto de
promoción de FENAVIN en Tomelloso.
Carlos Herrera es un dominador absoluto de los platós y
estudios de televisión y radio. Ha presentado telediarios, programas de
variedades (principalmente en TVE y Canal Sur) y ha dirigido – y dirige -
espacios en las más importantes emisoras, como RNE, Canal Sur Radio, la SER,
Onda Cero y desde hace unos años en la COPE. También se ha prodigado como
columnista en los desaparecidos Diario 16 y Cambio 16. Actualmente lo hace en
ABC. Cuenta con infinidad de premios. Una de sus características más
reconocibles es su personalísima, potente y atractiva voz, garantía de éxito en
un medio con tantos registros y competencia. Indudablemente y por méritos
propios nos encontramos ante un maestro de las ondas.
Carlos Herrera no ha ocultado nunca sus preferencias
políticas, muy respetables, que ni quitan ni
añaden nada a sus credenciales profesionales. La cuestión estriba en
tener la suficiente habilidad e
inteligencia en segregar lo que es la información y la opinión. Y seguidamente,
lo que es la opinión y la defenestración simbólica de quienes se sitúan en
territorios y márgenes “no homologables” a un determinado sistema o escala de
valores. Desgraciadamente, Carlos Herrera traspasó hace tiempo esos límites.
Pero no sólo él.
Carlos Herrera ha hecho del insulto, el desprecio y la
violencia verbal su particular forma de concebir el periodismo, el debate
público y el entretenimiento. Este señor ha exhibido una imprecación cuasiobsesiva con el 8-M, las feministas, y
el Ministerio de Igualdad. Ha tildado a Podemos, ERC y EH Bildu de
"escoria". Acompañado de sus contertulianos se rió groseramente del
"canalillo" de la vicepresidenta primera y ministra de Presidencia
Carmen Calvo en una foto tomada en una audiencia en
el Vaticano. Un señor que hace profesión de fe del odio indisimulado a un
espectro político concreto, pero que no dice nada de los casos de pederastia,
del escándalo de las inmatriculaciones (como también hace la izquierda, por
cierto), o de los privilegios fiscales y regalías de una institución anacrónica, homófoba,
misógina y reaccionaria. Para la que trabaja, y es de entender. Un señor que
incumple el código deontológico del periodismo (principio de profesionalidad y
ética, respeto a la verdad, respeto al derecho de las personas a su integridad
e imagen, extremar el celo profesional al respeto de los derechos de los más
débiles, independencia y equidad, objetividad y rigor en el tratamiento de la
información, todos ellos principios generales aprobados en la Asamblea Ordinaria
de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, FAPE, celebrada en Sevilla el día 27 de Noviembre
de 1993, y actualizados en la Asamblea Ordinaria que tuvo lugar en Mérida el
día 22 de abril de 2017), que practica el matonismo
dialéctico y el escarnio contra todo aquello que no coincida con su peculiar y
apocalíptica manera de entender la
política y la sociedad de nuestro tiempo.
El análisis y la crítica son legítimas y necesarias,
enriquecen la interpretación y comprensión de los hechos y acontecimientos,
siendo esenciales en el discurrir de los procesos políticos, y en las
transformaciones que validan la evolución del demos
o pueblo. La deshumanización del contrario, así como
su negación, es violencia, entierra el discurso, y arruina la convivencia y el
entendimiento (sin tener que hacer por ello dejación de la diferencia o el
antagonismo). Tener el privilegio de hacer uso de una tribuna pública, de un
espacio de poder, para impulsar corrientes de opinión - formuladas a menudo
desde la visceralidad y la calumnia - conducen a la despersonalización y degradación de quienes no se amoldan o se
autoexcluyen, supuestamente, de un sistema de valores propio (aunque sea
impostado). Mostrar empatía con el resto de realidades diferentes es una
condición sine qua non para el progreso social, lo que no significa que
haya que compartirlas o secundarlas. La empatía ennoblece y acredita, en
aptitud, actitud, y generosidad, a quienes la profesan.
Este señor se ha ganado un lugar en el Olimpo del
periodismo radiofónico español, le pagan muy bien por lo que hace, tiene éxito
y muchos seguidores. Seguramente nada le han regalado y lo que ha conseguido ha
sido con mucho esfuerzo. Tampoco se trata de objetar la programación, línea
editorial, fines y valores de la COPE, un prestigioso medio privado de
radiodifusión. Lo que no me parece aceptable es que se invite, patrocine y
financie con dinero público, y en un local público, a un personaje con un
perfil tan controvertido, que desde hace un tiempo predica discursos del odio
cercanos al fascismo. Que además se haya hecho desde instituciones gobernadas
por el PSOE provoca hilaridad,
porque cabalmente este partido es uno de los destinatarios de
su procacidad frente al micro. A no ser que
pretendan despojarse de prejuicios y quieran dar una imagen aparente de
“normalidad democrática” (y es que casi
todo son apariencias en una sociedad falsaria, clasista, heteropatriarcal y
racista) para quedar bien... aunque te escupan a la cara (ahí están los
programas de Herrera para quien los quiera escuchar). Un partido que
cansinamente se autoproclama "progresista y feminista" (de nuevo las
apariencias y la mercadotecnia) y que presume de políticas de igualdad, tiene
la genial idea de invitar a Carlos Herrera. No puede ser. Es.
Qué decir del monto de dinero público de todo esto. Porque
ese señor seguro que no vino gratis. Que nos digan lo que ha costado. Y si hay
superávit, que se destine el dinero de todos a combatir con mayor énfasis la
emergencia social que sufrimos. Que falta hace.
¿Qué será lo siguiente?
¿Un Festival de Cine Porno?
¿Poner un plató a la telebasura?
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Jueves, 25 de Abril del 2024