A ver si me fichan de analista política… que, sin ser de
Madrid, sin pasear las calles de la Capital y sin tener mucha idea –de nada, la
verdad- bien que acerté la mayoritaria victoria de Díaz Ayuso –doña Isabel- en
las recientes elecciones autonómicas. Bien es verdad que profeticé absoluta
pero, a tenor de lo revolucionado que está cierto gallinero, me parece que el
golpe ha sido tal que ciertas alimañas han huido de sus madrigueras.
De todos modos, me han dicho que en algunos lugares de
esos de Facebook, reservados para que sus miembros –y miembras y miembres-
naden en sus propios lodos, se enfadaron mucho porque, al parecer, todo lo que
no sea asumir el recto cumplimiento de los dictados gubernamentales –del
Estado- es faltar al respeto y ejemplo preclaro de fascismo.
Pues nada… vamos a hablar de otros aspectos, a ver si
aquí me gano algo más de cariño y aplausos –que tampoco es que me importe lo
más mínimo, pero me preocupa que los pobres Francisco y Carlos, los dueños del
medio, acaben por sufrir algún daño o perjuicio por albergar a esta mujer
irredenta y libre.
A ustedes, supongo que igual que a mí, les caerá bien
María Morales, la concursante del televisivo reality gastronómico –sí,
reality, por muy gastronómico que
sea- que pagamos todos los españoles vía impuestos –directos o indirectos.
La joven es bella –da bien a la cámara-, es espontánea
–si es que eso puede entenderse como una virtud- y, además, cuenta con algo más
complicado de explicar pero que enternece y la hace próxima al común de los
mortales –quizá sea campechanía, pero, claro, ya saben ustedes que algunos se
adueñaron de ese adjetivo con ánimos más que espurios.
Y no basta con esa sensación de proximidad que, por su
acento y su deje, nos produce a los manchegos en general, y a los tomelloseros
en particular, porque tal aprecio se pierde pasados apenas doscientos
kilómetros en derredor.
Amén de lo anterior, una de sus competidoras la detesta y
la ha bautizado como “la Barbie de Tomelloso” –porque, reitero, la sonrisa de
la chica es amplia, su pelo está cuidado, los años le conservan la figura
lozana y los ojos verdes atildan una composición conseguida-, y, claro, pues
eso ha permitido que la audiencia –ese término poco menos que profético que se
podría escenificar, de un modo más adecuado, en el grupo que se coloca después
de cenar delante de la “caja tonta”-
le tome mayor simpatía y le confiera un apoyo privilegiado.
María, además, según dijo uno de los cocineros que
componen el jurado, “guisa bien” –para mí, desde aquel día, es María “la
Guisos”; y es aprecio y no mofa, que donde esté una buena cuchara, quítense
esas modernidades de mucho colorido y escaso contenido. Parece que, en otras
dotes culinarias, flaquea… pero, incluso, esto le vendrá bien porque,
convendrán conmigo, que al empollón de la clase todos le reservábamos cierta
tirria.
El caso, y a esto venía el artículo, es que María, “la
Guisos”, es mucho de eso que todo tomellosero representa. En ella se conjugan
todos los ingredientes de un buen paisano, a saber: gran parte de ímpetu y
confianza, cierta temeridad y un desaforado ánimo por elevar el localismo al
más elevado de los altares.
Ojalá tenga suerte y continúe con sus éxitos televisivos.
Y que sus sueños, sean éstos los que quiera que fueren, se le cumplan.
Supongo que, desde algunos despachos, y a poco que el
COVID consienta, nos la suben al estrado de la plaza del Ayuntamiento a darnos
el Pregón de la Feria.
Lástima que no la inviten a preparar unos galianos.
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Miércoles, 17 de Abril del 2024
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Jueves, 18 de Abril del 2024
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