Opinión

Mis recuerdos...

José Antonio Negrillo Martínez | Lunes, 17 de Mayo del 2021
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Ahora que me voy recuperando de un pequeño susto en mi no muy fuerte estado de salud, no por el Covid, y cuando estaba dentro del pozo me pasaba una película por mi mente, y me venían recuerdos de mi niñez , luego mi adolescencia y entre los muchos que  iban apareciendo fue de mis “veraneos” en el Pantano de Peñarroya.

 Resulta que la ferretería que regentaba mi padre fue proveedora de las dos empresas que construyeron el embalse, Dragados y Construcciones y la Jefatura de Sondeos, y claro eran otros tiempos y la relación cliente y proveedor fue muy estrecha, tanto hasta tener una amistad más allá de lo comercial, el Ingeniero de Dragados Don Rafael Nieto y el encargado de la Jefatura Don Rafael Daimiel y su segundo a bordo el Sr. Agustín, no me acuerdo del apellido pues todo esto es de memoria, cuando venían a Tomelloso, que era con bastante frecuencia, se quedaban en mi casa a comer y la tienda  era la oficina de colocación para los obreros, que por cierto en un libro que escribió mi amigo Tomás Perales Benito, “UNA TIERRA POR VENCER, MEMORIAS DE UN ESTRAPERLISTA”, editado por Mancha Norte Ediciones S.l., año 2009, y en su página 53 dice: ”….Pedaleábamos en silencio con toda la atención puesta en el irregular y traicionero camino. A nuestras espaldas quedaba, a escasos kilómetros, una obra monumental para aquella zona agrícola desconocedora de las grandes construcciones civiles: la presa de Peñarroya, en la que se puso la primera piedra en 1936 y se acometió su construcción tantos años después por el gobierno del General Franco con el sudor de cientos de presos obligados a trabajar de sol a sol fuertemente vigilados por numerosas patrullas de la Guardia Civil, con residencia en el lugar….” y eso es totalmente falso ahí todos los obreros eran tomelloseros y argamasilleros, a excepción claro de los técnicos. El Cuartel de la Guardia Civil se hizo bien empezada la obra y es  porque detectaron robos en el almacén del cemento, y tampoco era un Regimiento yo me quiero acordar que habría como mucho seis u ocho efectivos. También cuenta en ese mismo libro otra falsedad y es en su página 54  “….. Y para tal propósito era necesario acumular en la presa, que inauguró el Caudillo en persona con toda su corte para mayor gloria y propaganda política de su régimen……”  El Pantano lo inauguró el Ministro de Obras Públicas  Don Jorge Vigón Suero-Díaz, el día 23 de mayo de 1959, que por cierto llovió “más que cuando enterraron a Zafra”.  Me acuerdo perfectamente de los “pinches” que venían todos los días aunque cayeran “chuzos” de punta a Tomelloso a comprar al mercado o algunas cosas de pequeño tamaño ya que su medio de transporte era la bicicleta con unos portas enormes, uno se llamaba Gabriel que venía por parte de Dragados y el otro Vicente, de la Jefatura.

Un día el Sr. Agustín le comentó a mi padre que nos dejara ir con ellos al Pantano en el verano, mi padre dio el visto bueno y mi hermano Emiliano se fue al chalet de los ingenieros, que estaban de guardeses el matrimonio de José María Cañas y yo me quedé en casa del Sr. Agustín, que tenía un hijo de  mi edad, y fue de los veranos que recuerdo más gratos de mi vida, por allí andaba Cristóbal García, que su madre la Kika tenía el economato, y nos íbamos con una carabina de aire comprimido a cazar palomas al Castillo, y allí había una señora, la santera, con muy malas pulgas, recuerdo que mató una paloma Cristóbal, oyó el tiro la señora nos echó la bronca y Cristóbal con la paloma en el bolsillo que se le veía la cabeza le decía: si no hemos hecho nada, y salíamos corriendo.

Todavía está en pié la casa donde yo estuve, es la primera que hay llegando al pantano, el chalet ya no existe estaba al final a la izquierda.

Algunas mañanas hacíamos excursiones a Los Cerrillos, nos daba unas rosquillas Doña Cinta que era una señora muy amable, jugábamos por allí, y Agustín mi amigo, se iba con los perros que eran enormes y a mí me daban más que respeto era puro miedo de  lo cual disfrutaba Augusto, y también su hermano Fernando que eran  los hijos de Doña Cinta. Luego, cosas  de la vida, quien nos iba a decir que ya de muy mayores recalaron en Tomelloso, donde los dos fallecieron, primero Augusto y después Fernando, éste se hizo muy amigo mío y todos los días iba a visitarme a mi tienda “la Tinetería”, me quedaron muy buenos recuerdos de él.

Las anochecidas nos bajábamos por un camino a la base de la presa, que estaban entonces inyectándoles cemento, y allí al fresco de los chopos hacíamos merienda- cena, que eso era una delicia, algunas tardes bajaba con nosotros, Cristóbal, José Mari y uno o dos niños hijos de obreros que  tenían casa, bueno era un pabellón, y la sobremesa era jugar alrededor de la base, un lujo.

Tengo que hacer una mención especial a la Kika, la madre de Cristóbal, que me tenía mucho cariño, y una mañana fuimos a comprar el pan y entre los muchos productos que tenía en su economato había, que cosas, cerveza y me dijo Tinete ¿no la has probado?, naturalmente a mis años pues no, sí había probado las “catas” de pan con vino y azúcar, pero cerveza no, me dio un vasito, lo probé y la encontraba muy amarga, entonces le puso un poco de gaseosa y mira por donde estaba inventando “la clara de cerveza”, y ella fue la que me indujo ya años más tarde mi pasión por tan refrescante bebida, pero sin gaseosa.

También estaba por allí la madre del compañero de mi hermano Rafael, Ignacio Carretero, que tenía el comedor de los trabajadores, de su nombre no me acuerdo.

Son muchos recuerdos que guardo en mi disco duro particular, no se me olvidará nunca cuando venían a comer Don Rafael Nieto y Don Rafael Daimiel, (se juntaban cuatro Rafaeles, mi padre y mi hermano) ,y a este último le gustaban mucho los helados de la Elodia, a mí me mandaban a comprarlos para el postre y mi madre le tenía que pasar su helado al horno  como medio minuto para que no estuviera tan frío. Luego el Sr. Daimiel se hizo muy amigo de mi vecino Columbiano, pues sacaron  en conclusión que eran parientes, Columbiano de segundo apellido era Daimiel. Cuando terminaban la comida y su correspondiente sobremesa mi padre llamaba al Blanquillo, Pedro Antonio Lara, que era el chófer oficial y los retornaba a su residencia.

Luego contaré otras historias. Por hoy ya está bien.

 

José Antonio Negrillo Martínez.

Nota:

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, las de La Voz de Tomelloso. Las cartas remitidas a este medio deben ir debidamente firmadas y con el DNI. 

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Soy nieta de Columbano Ruiz Daimiel y me ha hecho mucha ilusión verle nombrado en este artículo por uno de los vecinos que se criaron con mi padre y mis tíos con la familiaridad que da vivir puerta con puerta. Me has alegrado la mañana. Muchas gracias.
BUEN LIBRO INTERESANTE POR CIERTO EL AUTOR DE ESE LIBRO ES PRIMO MIO Y DESDE AQUI TE ENVIO UN FUERTE ABRAZO Y MUCHO ANIMO SIGUE ADELANTE TE LO MERECES

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