Opinión

“Carrascas, chaparros” y algo de fauna de La Mancha… (I)

Salvador Jiménez Ramírez | Lunes, 28 de Junio del 2021
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A las encinas comunes, tanto a la Quercus  ilex como a la Quercus rotundifolia; las hemos venido denominando, en estos lares manchegos, como “Carrascas” y “Chaparros”. La Quercus ilex es de hojas lanceoladas u oblongo-ovales, de color verde obscuro por el haz, con entre siete y once pares de nervios laterales, produce fruto o bellota amarga aunque no tóxica. La Quercus rotundifolia, más compacta, de más altura y mejor porte, de sombra más espesa y fuerte, es de hojas más redondeadas u ovaladas; el haz grisáceo-blanquecino con entre cinco y ocho pares de nervios laterales, y da fruto o bellota dulce. En ambas especies-subespecies, la bellota se encuentra recubierta por áspera y rugosa cúpula, “capuchón”, cascabillo o como vulgarmente solemos llamarle: “cascabullo”.

En llanadas al suroeste de la población de Argamasilla de Alba, en suelos calizo-arcillosos, con geo-jirones de cantos rodados y tenues concreciones travertínicas, aisladas, de escasa entidad, que evidencian la existencia de lagos vestigiales; pertenecientes a periodos hidrogeológicos pliocuaternarios y anteriores, se mantienen y desarrollan magníficos ejemplares de ambas especies de encina; destacando el extraordinario paraje de la dehesa “Las Pachecas”. Es un encinar casi único en esas abiertas orografías, con considerables masas arboladas y árboles sueltos, de unos cuatro metros de circunferencia y una altura máxima alrededor de veinte metros. La encina se adapta extraordinariamente a todo tipo de suelos, aunque los calizo-arcillosos serían los más óptimos, por ser más ricos en nutrientes; soportando mal los suelos salinos y encharcados… Al tratarse de terrenos de labor, mayormente, es primordial cuidar el laboreo de la tierra, tanto en los pedazos con cierta gradiente, como en torno al árbol… Estas fantásticas “Carrascas” y “Chaparros”, se alzan espléndidos, tranquilos…;(?) “meciéndose”, solo “inquietos” por la opresión que sobre ellos puedan ejercer, en cualquier momento, la imprevisible climatología y el ser humano… “¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrada mi presencia!”. Así hablaba D. Quijote de La Mancha, al pisar en los montes de Sierra Morena. Téngase en cuenta que, cuando en la Península Ibérica a la tala y explotación de los bosques, apenas si se les aplicaban trabas administrativas, los montes fueron arrasados sin control ni miramiento alguno… En el preámbulo de un Real Decreto de 1 de Noviembre de 1901, se puede comprobar cómo en la segunda mitad del siglo XIX, se talaron más encinares que en los setecientos años de Reconquista. De casi todos es conocido el comentario del duque de Almazán, en su libro “LA CETRERÍA”, que en tiempos de Juan II, una ardilla podía atravesar la península, de extremo a extremo, sin descender de las copas de los árboles. Y Tomás Borrás en “España sin Bosques”, escribe sobre un embajador extranjero, que hizo un viaje a Granada para departir con los Reyes Católicos: “desde Irún a Santa Fe, no he dejado de pasar por un interminable boscaje…”. Felipe II, que en todo no fue “trigo limpio”, como los montes eran propiedad del Rey; el año 1582, decía soberana y desusadamente: “…Una cosa deseo ver acabada de tratar, y es lo que toca a la conservación de los montes y aumento de ellos… temo que los que vinieren después de nosotros han de tener mucha queja de que se los dejamos consumidos, y plega a Dios que no lo veamos en nuestros días…”.

La bellota más dulce, la de la encina Q. rotundifolia, rica en taninos e hidratos de carbono, desde La Prehistoria, ha sido un alimento y sustento muy importante tanto para el ser humano, (exquisito manjar era el pan de bellota con miel en tiempos de la Edad del Bronce y de los Iberos) como para los animales… “…, ya que una base de la vida económica de los aldeanos españoles—describió Julio Caro Baroja, en “Los Pueblos de España”— ha sido la bellota hasta el momento no muy lejano en que el roble y la encina fueron atacados por una enorme enfermedad que en vastas extensiones hizo clarear y hasta desaparecer viejos bosques”. Desde el Paleolítico, los asentamientos humanos (ver agrupaciones temporales actuales) estaban condicionados, a la fauna, al agua y a los ubérrimos encinares, en determinados territorios y estaciones… “…; pésame cuanto pesarme puede, — (dice en su carta Teresa Panza a la Duquesa; D. Quijote de La Mancha, C. LII) — que este año no se han cogido bellotas en este pueblo, con todo eso envío a vuestra alteza hasta medio celemín que una a una las fui yo a coger y escoger al monte, y no las hallé más mayores; yo quisiera que fueran como huevos de avestruz…”.

La cantidad de dióxido de carbono (CO-2), que absorbe anualmente una encina de unos cincuenta años (que transforma en oxígeno); aunque no se sepa con exactitud, podría estar próxima a la del alcornoque que, “inhala” para su “respiración” y fotosíntesis, unos cuatro mil quinientos kilogramos anualmente. Según los expertos que han estudiado el papel que desempeñan las masas arboladas, respecto del cambio climático, (el fitoplancton de las grandes masas de agua, es fundamental) un kilómetro cuadrado de arboleda y matorral, catalogable como bosque, generaría unas mil toneladas de oxígeno anuales. Y el oxígeno que diariamente necesitamos media docena de personas, lo produciría diariamente una hectárea de árboles…

En determinadas estaciones y épocas, las enfermedades y plagas causadas por hongos e insectos defoliadores, suelen causar grandes daños en los encinares… La “escoba de bruja”, (Taphrina Kruchii) es un hongo parásito que penetra en el árbol, llegando a matarlo. Las distintas orugas: la “peluda” (Lymantria dispar L.); la “lagarta palomilla”, “lagarta rayada”, la “catocala”, etcétera; son lepidópteros (mariposas) defoliadores… También los coleópteros perforadores como el escarabajo (Cerambix cerdo L., carcoma) suelen matar el árbol… Cuando la encina se encuentra muy “decaída”, semiseca o muerta y la regeneración no resulta posible ni con la poda de regeneración y persiste la “decrepitud”; lo conveniente es la tala total, para evitar que la enfermedad y plaga se propaguen a los ejemplares sanos.

Las superficies adehesadas de las apuntadas llanadas, también se podrían calificar, rodal a rodal, como zonas de considerable interés faunístico, en relación a otros territorios desprovistos de matorral y arboleda, donde la variedad faunística y la biodiversidad en general, no se desarrolla tan armónicamente…

En la actualidad, la caza mayor está copando extensos territorios de monte bajo, espeso, “marginando”, desplazando y depredando a multitud de especies, entre ellas el conejo (Oryctolagus cuniculos) que, sin tregua, encuentra reventadas por el jabalí (Sus scrofa) sus vivares, “conejares” madrigueras o “conejeras”. (Finaliza en el siguiente capítulo).  

  Bellotas dulces de encinas Quercus rotundifolia.

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