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Resumiendo
El
optimista inventa el avión; el pesimista, el paracaídas. (George Bernard Shaw)
Las voces de su cabeza la acompañaron durante el
trayecto en taxi de regreso a la Jefatura, rebotando en el improvisado universo
revuelto entre los límites parietales.
Aún seguían ahí cuando llegaba a las dependencias
policiales de Blas Infante, un zumbido de abejas atareadas en construir una
colmena con cientos de fragmentos prefabricados que se obstinaban en no
encajar. A diferencia de los puzles, en la vida real siempre suelen faltar
piezas y sobrar muchas otras.
Cruzó la sala del Grupo de Homicidios hacia su despacho
sin prestar atención a las miradas de los miembros del equipo a su paso.
Necesitaba un té.
Cinco minutos después continuaba absorta, recorriendo
con la vista el cauce de aquella fina raja que separaba en dos hemisferios el
techo de la oficina.
-
¿Todo bien, jefa? –la
sorprendió Carlos Coello desde la puerta-.
-
¿Eh? Sí, Abogado, descuida. Sólo
estaba… ¿Te has preguntado alguna vez si nuestro trabajo sirve realmente para
algo, si nuestro esfuerzo supone alguna diferencia real?
Coello disimuló el estupor mientras decidía qué
responder.
-
¿Quieres decir que si en ocasiones
me siento frustrado? Pues, claro que sí. Soy policía.
-
Lo dices como si fuese lo más natural.
-
¿Y acaso no lo es? Siempre nos
toca ir por detrás de sucesos dolorosos, rebuscar, indagar, perseguir,
demostrar… Siempre nadando a contracorriente. A veces me acuerdo de las
estadísticas de resolución de casos y logro sentirme satisfecho por un
instante, pero sé que se trata solamente de un pequeño remanso de paz. Luego,
nos llega un nuevo aviso y soy consciente de que volvemos a empezar de cero.
Otra realidad rota con entidad propia, otro pequeño planeta personal que nos
necesita para que reparemos el orden quebrantado.
-
Nunca se acaba.
-
Mi ex mujer me dijo una vez que
somos como barrenderos. Yo estuve a punto de ofenderme hasta que me explicó a
qué se refería. Cada mañana, las brigadas de limpieza de Lipasam barren las
mismas aceras que el día anterior y el otro y el otro… Nunca quedan limpias más
que por un pequeño momento. ¿Y qué significa eso? Alguien podría pensar que es
un trabajo inútil, que nunca logran el objetivo definitivo de que la calle
quede limpia pero ¿qué ocurriría si dejasen de hacerlo? La mierda nos comería
sin remedio.
-
Discúlpame, Carlos. Me temo que he
tenido un ligero bajón de confianza.
-
No te disculpes. Si prefieres
hacernos creer que no eres humana, yo te puedo guardar el secreto. Sin
problema.
-
Vale, capullo.
-
¡Sí, leches! Esa es mi jefa. –exclamó
dando una sonora palmada en el marco de la puerta-. Ahora que está todo
aclarado, me alegro de ser portador de buenas noticias. Acompáñame al rincón de
Sole. Tenemos algo.
Alrededor del escritorio junto a la ventana se había
convocado el resto del equipo presente.
Sole Sorolla sostenía unos enormes auriculares contra
sus orejas en medio de un corrillo formado por Madrazo, Fortuny y Velázquez,
como si estuviesen a punto de cantar a coro el We are the world.
La tensión en los mentones semejaba la excitación de
una grada de aficionados ante el contraataque que se adentraba en campo rival.
Acosta se dio cuenta enseguida de qué se trataba.
-
¿Las tenemos?
La sonrisa satisfecha de Madrazo contestaba a esa
pregunta con toda elocuencia.
-
Han llegado hace apenas un momento
–respondió en voz baja-. Todo un filón, jefa. Todavía está comenzando a
escucharlas pero, al parecer, han logrado desencriptar más de ochenta archivos
de audio.
-
Joder… Bueno, calma. Ya tenemos el
pajar pero aún necesitamos encontrar la aguja. Cuéntame, Sole.
-
La mayoría son grabaciones de
llamadas telefónicas realizadas con ACR2, una aplicación gratuita para móvil.
También hay archivos largos en formato .wav que no sé cómo se habrán obtenido.
-
Ok, ok. Vamos a organizarnos para
ganar tiempo. Haz una copia en la nube común y que cada uno vaya escuchando una
parte de las grabaciones. Identificadlas con la fecha de la llamada y el número
del receptor y realizad un breve resumen de contenido. Mario, tu ve cotejando
esos teléfonos con los listados de Ferreiro para ponerle nombre a cada
interlocutor.
-
Espera, jefa. Hay algo más –intervino
Sorolla-. Es como… No sabría decirte. Una especie de monólogo. Por la voz
es evidente que se trata de Ferreiro en primera persona pero suena inquietante.
No soy capaz de suponer de qué se trata. Tal vez tú que le conoces más…
-
De acuerdo. Envíamela. ¡Venga, equipo, todos a trabajar!
El clima del departamento floreció de actividad en un
instante impulsado por la excitación del nuevo hallazgo. Incluso la niebla en
el ánimo de la inspectora Acosta pareció disiparse con la brisa fresca de los
acontecimientos. Acopló los auriculares de su móvil al ordenador y accionó el play.
Tras unos segundos de silencio inicial comenzó a escucharse la voz del
fallecido Victoriano Ferreiro lastrada por una densa solemnidad.
¿Para
qué sirve realmente la belleza, la armonía de la música, los olores evocadores,
la simetría de los rasgos renacentistas? ¿Para qué los colores de la
naturaleza, los culos esculpidos en mármol de Carrara, las casualidades
matemáticas, las pinceladas barrocas…?
Todo
aquello que aparece en un orden equilibrado supone un diseño previo, una
maquinaria de funcionamiento predecible, una segunda intención.
Pero
la falsa fachada de cartón-piedra esconde una verdad anárquica. Vivimos frente
a un escenario y la inmensa mayoría de nosotros apenas lo observamos
expectantes desde la artificiosa comodidad de un patio de butacas.
La
música y el arte amansan el instinto de las fieras, los colores y olores atraen
a los insectos a las bocas del depredador, el supuesto orden algebraico es la
máscara que esconde la personalidad caótica de la naturaleza.
Son
pocos los que se han atrevido a traspasar conscientemente la frontera de la
cordura, a desafiar la obligada portada para lograr descubrir el verdadero
arjé.
No,
no fueron los ingenuos presocráticos ni los apóstoles de soluciones
monoteístas.
Os
lo puedo asegurar.
Si
queréis seguir el rastro que os conduzca a alguna de las escasas puertas de la
verdad, deberéis seguir las huellas de las almas que osaron echar un vistazo
detrás del telón: leer los signos en los lienzos de El Bosco, beber la mente
líquida de Niestzche, contemplar la paleta y texturas de la obra de Jack el
Destripador… Y reconocer las respuestas en su mensaje.
Pero,
si os atrevéis a hacerlo, os encontraréis con vigilantes sin escrúpulos
dispuestos a defender sus posiciones hasta la última gota de vuestra sangre,
seres que no dudarán en arrastraros al abismo, a pisar con suela de acero
vuestros dedos que se quiebran aferrados a la cornisa de su castillo de oro.
Tal
vez eso lo resuma todo, la avaricia como motor fundamental de la naturaleza
humana.
Para
Platón, la peor de todas las corrupciones de una sociedad es la de los
guardianes que se vuelven contra quienes tendrían el deber de proteger. Es
necesario enfrentarse a ellos y sacarlos de sus cuevas a la luz del escrutinio
público. Es la única esperanza y merece la pena intentarlo… Aunque se pierda.
Acosta se dio cuenta de que era la primera vez que oía
a la persona real que vivía detrás del expediente de asesinato en el que
llevaba sumergida los últimos días. Una voz del más allá, herida de tristeza,
cargada de profundidad, con un tono y una angustia que podrían pertenecer a la
última reflexión insomne del condenado esperando la horca al amanecer.
Sorolla tenía razón –se dijo-. ¿Qué demonios
significaba aquello? Tenía pinta de delirio desesperado, el eco de un Hamlet
sosteniendo la calavera de Yorik.
De no conocer los detalles y circunstancias reales de
su muerte, incluso se podría haber confundido aquellas palabras con una especie
de amargo discurso de suicidio. ¿Acaso la obsesión de su cruzada contra la
corrupción le estaba afectando a la razón?
En medio de sus
reflexiones le abordó una duda.
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Martes, 12 de Julio del 2022
Domingo, 5 de Septiembre del 2021
Sábado, 20 de Abril del 2024
Sábado, 20 de Abril del 2024
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