Bodegas familiares
como Finca Río Negro y Finca Antigua desafían los límites naturales del cultivo
de la vid y a 1.000 metros de altitud imprimen un matiz de innovación a sus
viñedos para crear caldos con personalidad y autenticidad como máximos
exponentes de la mayor región vitivinícola.
En un lugar de la Mancha…Más bien, en muchísimos lugares de
la Mancha, se cultivan viñedos, aunque a menudo pase desapercibido que la
Comunidad del Quijote representa el mayor viñedo del mundo. Como la obra más
insigne de la literatura española, comienza también la historia de tres bodegas
afincadas en un territorio que concentra casi la mitad de la superficie
vitivinícola nacional. No es de extrañar, por tanto, que en sus entrañas
arraiguen proyectos etnológicos por doquier, algunos de los cuales acaban dando
como fruto caldos llenos de singularidad y autenticidad; vinos que buscan las
bocas más exigente y que, sin duda, contribuyen a afianzar el prestigio del
sector español fuera de nuestras fronteras.
Bodegas y viñedos Río Negro, Bodegas Carrascas y Bodega
Finca Antigua ejemplifican a la perfección esa búsqueda de identidad propia por
parte de tres familias emprendedoras; una búsqueda que, precisamente como los
grandes caldos, lleva aparejado un mimado proceso de maduración, un trabajo de
años que comienza ahora a dar sus primeros grandes resultados.
Los suyos son proyectos diferentes entre sí, pero con
características comunes, han echado raíces en lugares cuya altitud desafía el
cultivo tradicional de la vid, se han integrado en pagos con características
muy peculiares y en perfecta armonía con la naturaleza, se rigen por la máxima
de la sostenibilidad y buscan que tierra y clima conecten para favorecer una
maduración muy lenta y extraordinariamente larga en el tiempo de la uva, dando
lugar a una productividad de la cepa pequeña pero de la máxima calidad.
Impulsadas por las familias Fuentes, Payá y Martínez
Bujanda, respectivamente, estas tres iniciativas enológicas comparten, además,
una misma filosofía desde el máximo respeto a uno de los cultivos más
tradicionales y artesanales que pueden existir, encontrar en la innovación el
matiz que haga completamente únicos a
sus caldos.
Hacer un vino con una personalidad extraordinaria, era,
precisamente, lo que buscaba José Manuel Fuentes cuando en 1.998 plantó media
hectárea de viñas en un pago a casi 1.000 metros de altitud de Cogolludo,
localidad guadalajareña que vio abandonada la viticultura en la década de los
70 del siglo pasado. Volver a los orígenes, eso es lo que este hombre natural
de la Tierra de Campos palentina quería al devolver las viñas a la Finca Río
Negro, y lo que está consiguiendo con un proyecto que hoy ya se extiende sobre
42 hectáreas de viñedos, y en el que también le acompañan sus hijos Víctor y
Fernando como director comercial y gerente, respectivamente.
Bajo la premisa de lograr el mejor vino que la tierra de
Finca Río Negro pudiera dar, respetando al máximo el paraje en su elaboración, la
primera añada de la bodega propia de los Fuentes vio la luz en 2010 logrando 92
puntos en la prestigiosa Guía Peñín, Tras ese primer “Finca Río Negro2007” han
llegado otros tintos y un blanco reconocidos en concursos internacionales,
alabados por la crítica en revistas especializadas y presentes ya, no solo en
20 paises, sino también en las mejores tiendas especializadas y en la alta
hostelería, espacios en los que, subraya Fernando Fuentes, “se buscan la
autenticidad y la excelencia”.
“Como un mirlo blanco”
La altitud, la tierra, el bosque y el clima particulares de
este enclave de Cogolludo han dado a los vinos Finca Río Negro el carácter
único que buscaban, y, en correspondencia, los Fuentes han querido igualmente
darle a esa localidad también lo mejor de sí, devolviéndole algo igualmente
único que perdió hace años. Se trata de la uva tinto fragoso, una variedad
ancestral, autóctona y rescatada, in
extremis, del olvido.
El Centro de investigación de la Vid y el Vino de
Castilla-La Mancha (IVICAM) descubrió en 2005 dos plantas de este tinto fragoso
casi extinguida en un viñedo hoy desaparecido. “Fue una pura casualidad”,
relata Fernando Fuentes, y ha sido “como el hallazgo del mirlo blanco” para su
bodega, pues tras entrar a formar parte de un blanco de plantas en Tomelloso,
injertarse en 2017 en una plantación experimental en la propia Finca Río Negro
y ser minuciosamente estudiada, esta uva se ha erigido en extraordinaria
materia prima para caldos de crianza completamente innovadores.
La pasada vendimia se recogieron 3.000 kilos de esta tinto
fragoso que, tras el visto bueno del Ejecutivo regional para entrar a formar
parte del listado de variedades de vinificación, acaba de traspasar la línea de
la experimentación para emprender el camino de la comercialización con su
entrada en barrica.
En 2024 calculan tener su primer vino de tinto fragoso –aún
no está claro si será monovarietal-, los Fuentes, una saga de viticultores que
ya han tendido la mano para colaborar en la extensión de esta variedad
felizmente rescatada, en lo que no deja de ser una muestra más de su compromiso
con la tierra que hace más de dos décadas acogió su proyecto.
Compromiso con la tierra es también el que defiende la
relación que Amelia Payá estableció con el Bonillo (Albacete) cuando, hace 16
años, decidió acompañar a su padre en la ventura de adentrarse en la
viticultura como hobby. Ella, arquitecto de formación, debía diseñar la bodega
en el pago Carrascas, una finca de 540 hectáreas que, reconoce, al principio no
la cautivó. Suponía un gran choque con su Alicante de origen y le resultaba
“fría”, hasta que, poco a poco, estación, fue descubriendo el encanto de su
monte, su vegetación de encinas y carrascas, sus ricas flora y fauna, etc.
Comenzó a sentirse en otro mundo y, entonces sí, aquel mundo acabó de
enamorarla.
“El poema de
Carrascas”
“No pensaba dedicarme al vino”, dice Amelia de un universo
tradicionalmente masculinizado en el que, ser mujer y joven, como es su caso
–hoy tiene 42 años-, “es un escalón que hay que subir”. No obstante, superada
la barrera de entrar, y ya como consejera delegada de Bodegas Carrascas, Amelia
Payá ha logrado llevar sus vinos a la refinada restauración de varios estrella
Michelín, pero, sobre todo, ha conseguido cumplir el principal objetivo que
compartía con su padre: hacer un “buen vino” para conquistar a los “enamorados”
del placer de degustar este producto, a personas “que quieren conocer cosas
nuevas, investigar y disfrutar” y que, a través de los caldos Carrascas, no
sólo lo consiguen, sino que viajan hasta el pago y las 55 hectáreas de viñedos
que rodean la bodega.
En el viaje hasta ese Olimpo que representan los mejores
restaurantes y los grandes degustadores, Bodegas Carrascas dio sus primeros
pasos de la mano del llamado enólogo de
la jet, el experto Ignacio de Miguel, y del ingeniero especializado en
viñedos José Ramón Lisssarraque, que fue su asesor de campo. Después, se ha
hecho acompañar de Utopicum, una prestigiosa agencia alicantina de marketing
que ha logrado entender el deseo de Amalia Payá de lograr que sus vinos
exclusivos y con alma, sean perfectamente identificables con Carrascas, con el
Bonillo y con Castilla-La Mancha, a primer golpe de vista.
Con Utopicum, Bodegas Carrascas ha renovado su imagen y
lanzado la innovadora idea de maridar vino y poesía, creando un poema con la
finca Carrascas como inspiración, en el que cada botella encierra el alma del
terruño del que bebe, cada vino un verso y la bodega en su conjunto, el poema: La torpe avutarda descansa, El tomillo y el
viento bailan, Al cobijo de una gran Sabina, Y sólo cuando el río calla, Una
sombra de ciervo avanza y Mientras cubre la luz tardía.
El tomillo y el viento
bailan 2019 acaba de presentarse en el recién concluido 2020 a través de
4.600 botellas exclusivas, dando nombre a un blanco luminoso y brillante
monovarietal de viognier. Este vino, que ha logrado 93 puntos en la Guía Peñín
y la medalla de oro en los Internacional Wine Awards 2020, marca el inicio de
ese poema que año a año irá incorporando un nuevo verso con cada uno de los
vinos de Carrascas. Serán vinos presentados en una botella con el poema
completo impreso, pero que solo llevará destacado el verso que le de nombre, y
pretende convertirse en productos de devoción para esos grandes aficionados al
buen vino, explica Amelia Payá con la emoción propia de quien emprende un nuevo
y apasionante camino, con la seguridad de haber apostado a caballo ganador
primando una productividad pequeña pero mimada y excelente, y con el orgullo de
saber que, en definitiva, está siendo “fiel a la tierra”.
También buscaban un enclave único los Martínez Bujanda, una
familia con 130 años de tradición vitivinícola, cuando aterrizaron en los
Hinojosos (Cuenca). A 900 metros de altitud, lo encontraron y en él crearon en
2003 su quinta bodega. Se trata de Finca Antigua, un pago con 421 hectáreas de
viñedos en producción y 500 de monte bajo en el que los Martínez Bujanda han
apostado por el uso de la nanotecnología y la biodinámica, han conseguido cero
residuos de fitosanitarios y metales pesados, han creado una bodega que
aprovecha su propia arquitectura para conseguir un sistema semi-natural de
humidificación y han implantado césped artificial reciclado de campos de fútbol
para reducir la necesidad de riego. Además, instalarán 360 paneles solares que
cubrirán el 20% de las necesidades energéticas anuales de la bodega.
Todas estas prácticas le valieron a Finca Antigua el premio
a la mejor gestión del Agua del Gobierno de Castilla-La Mancha en 2018, y la
han permitido lanzar en 2019 su primer vino orgánico, El Finca Antigua Orgánico
2017, un coupage de syrah y garnacha con el que esta familia inicia una nueva
etapa de incorporación paulatina de vinos con certificación orgánica para
atender la creciente demanda.
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Martes, 12 de Julio del 2022
Domingo, 5 de Septiembre del 2021
Jueves, 25 de Abril del 2024
Jueves, 25 de Abril del 2024
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