Finaliza agosto y el calor no da tregua, pero si te
animas a pasear por las calles de Parla comprobarás que hay algunos
aparcamientos libres, no muchos, pero se nota que algunos han tomado las de Villadiego
y se han ido de vacaciones, generalmente son los más atrevidos, los más
rumbosos o los que tienen pueblo, todos los vecinos que se pueden ausentar por
unos días de "La ciudad de la furia".
Soportando la rutina y el bochorno se quedan, nos
quedamos, la gran mayoría. Por sus
plazas y parques siguen vegetando los macarras de siempre y, junto a
ellos, los habituales mendigos se parecen, por su escasa movilidad, a esas
esculturas costumbristas que se han puesto tan de moda en las grandes urbes.
Como han cerrado muchos comercios, ahora compro el pan
en un super retirado del barrio, y a la vuelta observo cómo descansan en un
banco bebiendo cerveza los chatarreros ocasionales que limpian las calles de
trastos y objetos desechados, son una nueva especie surgida de las crisis. A mí
me recuerdan a esas hormigas del bosque o de la selva que transportan todo tipo
de materia limpiando y regenerando el medio natural.
Hace un rato, y como resultado de una reforma o la
adquisición de un piso de segunda mano, acaban de dejar junto a los
contenedores de la basura un viejo horno y algunos cachivaches más; ¡ah! y
también hay una bañera que han depositado los albañiles. Estoy convencido que
no tardarán mucho en desaparecer, pero lo más chungo es cuando dejan los
colchones viejos porque entonces los desarman allí mismo dejando esparcidos los
materiales que no se pueden vender y a veces eso es un desastre, ya que el
efecto limpieza que realizan se vuelve contraproducente, pero es así, la ciudad
tiene estas cosas.
No todos tenemos asimilado el concepto del reciclaje,
ni siquiera habría que culpar por no hacerlo cuando mucha gente vive al límite,
en pisos muy pequeños, en habitaciones y en situaciones muy precarias. Bastante
tienen con resistir como para exigirles esos valores que nos demandan algunos
dirigentes u otros vecinos más acomodados.
Cuando se acerca el mediodía, las calles se quedan
casi desiertas y las chicharras están dándolo todo con su monótono y rutinario
sonido. Solo algún despistado baja por el bulevar amparándose en la sombra de
los bloques y los árboles.
Pero al atardecer la avenida se llenará de gente,
siendo entonces cuando me vuelven los recuerdos de hace unos años, cuando el
bulevar tenía otra distribución más barroca, por decirlo de alguna manera. Pues
bien, entonces se notaba la inminente llegada del nuevo curso porque, entrada
la tarde, y día tras día, había más adolescentes que se reencontraban con los
amigos que no se habían ido de vacaciones.
Ya al anochecer la calle más que un murmullo era puro
griterío, risas estridentes y conversaciones vacuas se elevaban más allá de los
rosales y los arbustos alrededor de la fuente, un ambiente casi festivo se
alargaba hasta casi la madrugada y así hasta que llegasen las fiestas de la
patrona que suele coincidir con la apertura de colegios e institutos.
En estos días, sin embargo, casi todo está
relativamente calmado y silencioso, cuando se acerca el crepúsculo algún
atrevido se dirige al centro comercial para combatir el aburrimiento. Hay que
reconocer que en la ciudad no hay grandes ofertas de ocio, en todo caso puedes
recurrir a las habituales terrazas o al paseo, que son las opciones más lógicas
antes de que acabe el verano. Mientras tanto, en estos días que faltan para
terminar el mes irán retornando a cuentagotas los afortunados que han podido
salir de la ciudad.
Como tantos otros, también yo me animo hoy a visitar
el centro comercial que allí se estará más fresquito y por lo menos puedes
ojear los escaparates y la cartelera del cine.
Recorro sin prisa pero sin pausa la calle Pinto y
observo, antes de su demolición, la antigua Casa Cuartel de la Guardia Civil,
un edificio decadente que ni siquiera será rescatado para equipamientos
culturales u otros fines y, como el condenado espera su ejecución, así aguarda,
impasible y resignado, el inmueble a la piqueta.
Miro hacia arriba para ver donde está situado el astro
rey tratando de evitarlo, entonces, la vista se cruza con las hojas de las
palmeras que ya se han recuperado de los efectos de Filomena. No sé si será
consecuencia de la calor pero en ese instante me acuerdo de aquel viejo eslogan
del mayo del 68, ya saben: "Debajo de los adoquines, la playa"
y haciendo un ejercicio imposible de ensoñación, pienso que ahí mismo,
cerquita, cerquita, justo detrás de aquella urbanización estará mi playa, solo
tengo que cerrar los ojos para imaginarla.
Y es que el que no se consuela es porque no quiere, o
porque no le pone imaginación al asunto jaja...
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Miércoles, 17 de Abril del 2024
Miércoles, 17 de Abril del 2024
Jueves, 18 de Abril del 2024
Jueves, 18 de Abril del 2024
Jueves, 18 de Abril del 2024