José Rojo: dos pinchazos, casi entera arriba tendida y descabello (oreja tras aviso); entera atravesada que hace guardia y descabello (ovación tras aviso).

Víctor Hernández, que sustituía a Daniel de la Fuente: pinchazo y casi entera desprendida (ovación con saludos); casi entera arriba (oreja).

Durante el transcurso de las faenas se interpretaron fandangos por parte de El Choileja, con Adrián Lomas a la guitarra.

Prieto Carbajo saludó tras parear al tercero. Sergio Felipe recibió el trofeo como triunfador del festejo por parte de la Peña Taurina de Tomelloso al término del festejo.

Faltó calor ayer en los tendidos de Tomelloso en forma de asistencia de público, algo relativamente previsible por la fecha elegida para la celebración de esta novillada picada, la cual, no obstante, bienvenida sea.

Abrió festejo un firme Sergio Felipe que aprovechó de manera intermitente el buen pitón izquierdo del utrero de Sonia González. Por el derecho el novillo saltaba como un tigre, dificultando el lucimiento.

En el cuarto hubo naturales aislados magníficos, mientras que por el derecho lo mejor llegó cuando el albaceteño logró sortear los derrotes defensivos del novillo. Cerró con bernadinas de ajuste escalofriante y mató a la primera, por lo que, como era de esperar, las dos orejas fueron a sus manos.

El segundo se aflojó tras pasar por el caballo del picador, y llegó a la muleta con el empuje justo, si bien se dejó por el derecho; sin humillar, eso sí. José Rojo, su matador, basó su trasteo por ese pitón, compuso la figura vaciando la embestida hacia dentro cuando pudo y hacia fuera otras, siéndole concedida una generosa oreja.

Bien peleó en el caballo el quinto, pero no por bravura, sino porque su querencia a los adentros impulsó su espíritu acometedor. En la muleta tardeó en demasía y Rojo exteriorizó su impotencia para hacer embestir a su antagonista.

No estuvo cómodo Víctor Hernández con el tercero, un novillo escurrido que se movió rebrincado y soltando la la cara, yéndose a por la espada tras intentarlo sin brillo por los dos pitones.

En el sexto Hernández se desquitó con un notable recinto a la verónica; pero ahí quedó su dicha, y la nuestra. Sin apenas sangrar tras el paso por el peto el de Sonia González se movió descompuesto pidiendo exactitud en los toques y en el trazo, y ni así a veces, quedando el trasteo en un querer sin poder.