Aunque los problemas de estrés hídrico no son de la magnitud del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, la verdad es que las extracciones de su acuífero han propiciado un régimen muy diferente al que correspondería a su genuina naturaleza: alterna las situaciones de caudales óptimos con las de sequías severas dependiendo de las circunstancias meteorológicas sin poder realizar el papel estabilizador y regulador que sería característico de estas estructuras.

Por otra parte, la presión turística y urbanística agobia el paisaje de este oasis manchego, entregándolo a los sempiternos intereses de empresarios, políticos y demás depredadores que anteponen siempre los intereses particulares y cortoplacistas al interés general y al estricto cumplimiento de la propia ley que debería frenar y limitar este ansia especulativa.

En la actualidad, la reivindicación de este espacio, junto al resto de humedales y cursos fluviales de La Mancha, se centra en la política comunitaria que establece la Directiva Marco del Agua, que pretende recuperar las masas de agua, tanto superficiales como subterráneas, en calidad y cantidad. Aunque para algunos esto pueda parecer utópico, será el fiel que decante si apostamos por un futuro sostenible o continuamos en una carrera suicida contra nosotros mismos y contra la inteligencia.