Platea, bajo la dirección de Alberto Palacios, acomete con un buen resultado esta conocida obra de John Patrick Shanley, que tiene tema espinoso como es el abuso infantil como telón de fondo, y que fue ganadora del Premio Pulitzer y el premio Tony en 2005. El propio Shnaley dirigió una versión para el cine protagonizada Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams y Viola Davids.

En una sobria pero efectiva escenografía, “La Duda” nos traslada a una época de cambios, el año 1964 y a una ficticia iglesia del Bronx, San Nicolás. El padre Flynn, a quien da vida Alberto Palacios, es un carismático cura progresista, hijo de su tiempo. El sacerdote desafía las estrictas normas del colegio que dirige con mano de hierro la hermana Luisa Bouvier, Beatriz Muñoz. Entre ellos está la hermana Jane (Pilar Castillejos), una sor recién llegada que, con muchas dudas, pronto se pone de parte de la directora.

Jane informa a la hermana Luisa de un encuentro privado entre el cura y el primer y único alumno negro del centro, Donald Miller. A partir de ahí se produce una lucha entre la superiora y el cura profesor, un crudo enfrentamiento, lleno de reproches, falsedades y acusaciones falsas. Incluso la madre del niño, la señora Miller, Helena Jiménez, aprueba la relación del profesor con el niño.

“La Duda” es una obra trepidante, sustentada en los diálogos y monólogos de los actores que están brillantes. Beatriz Muñoz, soberbia en su papel, nos ofrece una monja desconfiada, urdidora, huraña y melancólica pero convencida de que actúa por un bien mayor. Alberto Palacios es un cura carismático, con la fuerza y la alegría de quien viene a cambiar el mundo. Pilar Castillejos interpreta a una joven monja, inocente, que poco a poco va adoptando las convicciones de la directora. Helena Jiménez da vida a una señora Miller convencida de que ese colegio y ese profesor son lo mejor para su hijo.

“La Duda” no deja a nadie indiferente, es incómoda, ambigua, nos hace tomar partido; el espectador sale de teatro dudando. Estamos seguros de que Platea recibió una merecida y larga ovación del público del Marcelo Grande.

La iluminación correspondió a María Montañez, en el sonido estuvo Noelia Salinas y el vestuario fue de Isabel Cañas.