Con “Destellos de luz en la oscuridad. La historia oculta de
las cuevas bodegas de Tomelloso”, María Carretero ha obtenido el Primer Premio
de Trabajos Fin de Grado de la Escuela de Arquitectura de Servilla, un galardón
al que optaban los estudiantes que tuviesen una nota de 9 o 10.
En el resumen de su estudio cuenta María Carretero que
Tomelloso se encuentra en el corazón de un mar de viñedos, tierra manchega
caracterizada por su clima y porque en ella se dan los ingredientes perfectos
para la producción del vino. La dedicación a la uva por parte de muchas generaciones
de la ciudad ha originado una tipología de vivienda única que incorporaba esa
actividad como parte indispensable de la misma. Se vacía el terreno creando cuevas-bodegas.
“La cueva, un diálogo continuo y variable entre luz y
oscuridad donde descansa el vino”, apunta la incipiente arquitecta. La autora
de trabajo realiza en el estudio una propuesta de reconversión de las cuevas “fusionándolas
con el arte y la consideración patrimonial de estor ricos espacios;
entendiéndolos como un conjunto que mantiene intacta su esencia”.
Carretero estudia cinco cuevas, de las que levantó la
planimetría, y las compara con el arte gracias a Antonio López Torres. “Es el
motor del trabajo y quien me llevó a vincular todas las fotografías con el arte
y con obras arquitectónicas que buscan lo que la cueva ya de por sí tiene, esos
puntos de luz y oscuridad únicos”.
—¿Qué ha supuesto para usted recibir este premio?
—Ha sido un orgullo recibirlo. También ha sido muy
importante e interesante elaborar el trabajo. Esta es mi tierra y he aprendido
un montón de esta arquitectura, que existe, pero que está casi olvidada y que
yo tampoco conocía a fondo.
—¿Por qué elige las cuevas de Tomelloso como objeto de su
TFG?
—Básicamente porque quería estudiar esa tipología constructiva
asociada a la vivienda. Son espacios únicos y he querido expresar lo que las
cuevas trasmiten. Además, forman parte de patrimonio histórico de la ciudad y
creía que era necesario visualizar estos espacios.
—El trabajo tiene como subtítulo “Historia oculta de las
cuevas de Tomelloso”, ¿son tan desconocidas?
—Sí. En Sevilla, cuando propuse hacer el trabajo sobre este
tema, nadie sabía de la existencia de las cuevas de Tomelloso.
—En La Voz defendemos que las cuevas son una clara seña
de identidad de Tomelloso, ¿está de acuerdo con eso?
—Por supuesto, considero que las cuevas son la esencia de la
ciudad de Tomelloso.
—Usted en su trabajo une el arte, la pintura, la poesía,
la fotografía, con las cuevas…
—Para informarme de los temas técnicos sobre las cuevas me
leí el libro de Ángel Bernao. Vi que al final del volumen el autor recogía
varios poemas. Y como la cueva es un espacio que transmite muchas sensaciones,
quería vincularlo a los poemas que hablan de ello, a la pintura y a la
arquitectura, claro.
—Dice que es Antonio López Torres el faro que la ha
iluminado en este estudio.
—Él, a través de la pintura, quería expresar y mostrar la esencia
del lugar y su tierra e inequívocamente, las cuevas también muestran eso.
—En el trabajo marca unos objetivos sobre lo que, a su juicio,
hay que hacer con las cuevas, ¿nos los puede explicar?
—Marco unos objetivos buscando la finalidad de darles un
uso. A mí me preocupaba que se trata de un patrimonio que tenemos en Tomelloso.
De forma general, con esas indicaciones se trata de llegar a la gente que no
conoce las cuevas y también recuperarlas. Pero sin interferir en su esencia y
en esa construcción tan pura que tienen esos espacios.
—En ese sentido, ¿sería conveniente que se mantuviese la
cueva cuando la casa a la que pertenece se reformase?
—Sí, sí… Y darle un uso. Al final son espacios muy diáfanos
y aparte de las tinajas y los elementos que tienen, se pueden utilizar para
cualquier cosa.
—También en su trabajo enumera una serie de usos para las
cuevas, ¿no es así?
—Como enfoqué todo el trabajo al arte y la poesía propongo utilizar
estos espacios vinculándolos a esto mismo. A través de la luz proyectada en las
paredes, como arte interactivo, permitiendo pintar el espacio de otra forma,
sin tocar la arquitectura.
—En su trabajo juega con la dualidad de las luces y las
sombras, usando una analogía muy poética…
—La verdadera esencia de estos espacios es que tuviese un
solo punto de luz. Tenía su parte técnica, ya que era para fermentar el vino o
ventilar. Pero creo que la luz es lo que marca el lugar. Lo digo en el estudio
que, esa cueva con un punto de luz diferente sería un espacio distinto.
—¿Es la lumbrera ese punto de luz?
—Así es. Pero también en el trabajo identifico que la
escalera puede ser otro punto de luz que quiere entra a la cueva e ilumina un
poco.
—En el estudio enumera cuatro tipos de cuevas, señalando
en la zona de Tomelloso en la que se encuentra cada uno de ellos.
—Empecé clasificando las cuevas de las más antiguas a las
más recientes, que están vinculadas del centro de la ciudad al extrarradio. Pero
también las clasifiqué por puntos de luz, hay cuevas que tiene más de una
lumbrera, hasta cuatro en alguna de las que visité. También por los accesos, si
son desde dentro de la vivienda o desde el patio. Con ello me hice mi propia
clasificación.
—Insiste en su trabajo en lo que han promulgado otros autores,
que Tomelloso es una ciudad hecha a sí misma.
—Por supuesto. Y en el caso de las cuevas, fueron los
propios habitantes los que generaron estos espacios.
—¿Las cuevas son producto de la geología de Tomelloso?
—Claro, porque la roca caliza permite estas grandes
excavaciones. Aunque no todas tiene la misma profundidad.
—¿Cuánto tiempo le ha llevado el TFG?
—Han sido cinco meses para completarlo y varias semanas para
introducir modificaciones y “retoques”.
—¿Con qué se queda de su intenso viaje por las cuevas de
Tomelloso?
—Con muchas cosas. Sobre todo, el estar allí sola, en muchos
sitios me dejaban hacerlo, viendo como cambiaba la luz, como entraba por la
escalera después de haberla visto pasar por la lumbrera. Fue lo que me llevó a
desarrollarlo más poéticamente.
—¿Por qué se decidió a estudiar Arquitectura? ¿Viene de
familia de arquitectos?
—No, no vengo de familia de arquitectos, pero siempre he
sido muy creativa. Me gustaba mucho el diseño. Me interesaba mucho la parte
creativa de la carrera.
—¿Cuál es la arquitectura que le gusta, en la que se fija?
—Me gusta la buena arquitectura que dialoga con el lugar.
Que sea rompedora cuando tenga que serlo, pero teniendo muy en cuenta lo que ya
existe. Es algo que he tenido muy presente en las cuevas, no digo que se vaya a
revestir la cueva y a crear un espacio nuevo, sino que se trata de conservar lo
que fue para poder usarlas ahora.
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Viernes, 19 de Abril del 2024
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