Cuevas

Arte, solera y mucha historia en la cueva de Antonio Salinas

La Voz | Miércoles, 8 de Agosto del 2018
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La cueva que hemos tenido la oportunidad de visitar hoy es de finales del siglo XVIII. Su propietario, Antonio Salinas, nos ha mostrado esta joya arquitectónica que se pudo construir en torno a 1890, fecha en la que la economía de la Mancha, cerealística durante varios siglos, empezó a decantarse claramente por la vid.  Con el verano en pleno apogeo es un placer bajar a la cueva donde un termómetro marca la agradable temperatura, 17 grados, más o menos la mitad de la que hay en la calle que rondará los 35 grados en el mediodía. 

El primer detalle importante que percibimos a primera  vista de la cueva es que todas las tinajas son de barro, a excepción de dos, que son de cemento, que sustituyeron a las que reventaron. No tarda en aparecer la explicación de nuestro experto, José María Díaz, sobre por qué reventaban las tinajas. “Hay tres razones fundamentales; la primera puede estar relacionada con la temperatura; la segunda es que las tinajas sufrían algunos golpes al ser colocadas y podían cascarse, lo que a la larga provocaría un rotura mayor; la tercera es que la  cocción no cogió la temperatura adecuada y en las paredes de la tinaja se formaban cámaras de aire que también podrían ceder en un momento dado.

El techo está en la tosca y la mejor prueba es que el suelo está limpio sin ningún resto de tierra que se haya desprendido. También se observan dos pozos, “que eran los frigoríficos de antes”, señala el propietario, y la canaleta, otro elemento que da testimonio de la antigüedad de la cueva. Dispone de unas gárgolas de madera que conducían el mosto a cada una de las tinajas. Entre tinaja y tinaja vemos los empotres . Algunos están deteriorados por el paso del tiempo.  La canaleta también discurre cerca de los peldaños de la escalera, para transportar ese mosto que antes se obtenía en el jaraíz y que será la materia prima del vino que fermentará después. Salinas recuerda las precauciones que se adoptaban ante el temido tufo.

Un muro de construcción más reciente explica que la cueva era mayor, pero se tuvo que dividir tras la partición de una casa. “Se partió la casa y hubo que partir también la cueva”, explica el propietario, que añade que la otra cueva es algo más pequeña. En la que nos encontramos hay quince tinajas. Nos agrada también el contenido con algunos viejos aperos de labranza, una bomba, el ventilador y una colección de botellas de cooperativas y bodegas de la  ciudad que Antonio ha colocado ordenadamente en una escalera de madera, la que se utilizaba para subir a las tinajas. Botellas de Brandy Peinado y la gran mayoría de Torre de Gazate y Añil, también algunas de la famosa Quina Santa Catalina que me hace evocar recuerdos infantiles pues se decía entonces que este vino dulce despertaba el apetito de los niños.

La cueva está muy bien conservada y coincido con Ana Palacios, la arquitecta, en que la mayoría de las que hemos visitado en la ciudad están en buenas condiciones. Antes de subir, Antonio Salinas, nos muestra la parte oculta de una tinaja que se ha roto. Cuando nos disponemos a subir la escalera, José María comparte otro de sus descubrimientos. “Esta entrada de la cueva no era la original, pues se ve claramente que aquí hubo una tinaja”. Explica también que cada tinajero le solía dar su toque particular a las tinajas, no todos trabajaban de la misma manera.

Cuando pisamos suelo de la casa, en el recibidor principal, estamos rodeados por unos impresionantes dibujos de un Cristo y otros motivos religiosos. Nuestra admiración seguirá creciendo cuando llegamos a unas dependencias con varios cientos de cuadros con personajes del cine, la televisión, la política y el deporte que Antonio Salinas, un dibujante autodidacta, ha ido realizando. En tono jocoso dice que como no se ha casado ha tenido mucho tiempo para cultivar su afición al dibujo. Pero bromas aparte hay dibujos de mucha calidad. A Ana le llama la atención la precisión y finura con que ha reproducido las arrugas del rostro de Picasso, pero hay otros muchos iguales de buenos. Salinas nos muestra también una maravillosa colección de caricaturas de personajes famosos que ha ido pintando con distintas técnicas. Nos quedaríamos más tiempo admirando el talento artístico de Antonio Salinas pero es hora de irse. Ya en la calle José María, Ana y el periodista hablamos sobre los museos que nos vamos encontrando en nuestras visitas a las cuevas. Hemos hallado preciosos museos y el inmenso talento de gente que, aunque apenas lo muestren, es digno de toda admiración.


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