de la sagrada ilusión

afanosas en recuperar el tejido de la vida amable,

ínclito brocado de geométricas formas

logrado en la lucha diaria por vivir un presente y

cincelar un mañana del que la próxima generación

pueda sentirse orgullosa y alcance una vida mejor.

Las musas iluminan la esperanza con farolillos de

miles de luciérnagas que, en el campo manchego,

hacen que la Noche en todo su esplendor brille

y se sienta hermosa

y con sus largos dedos

taña las cuerdas del arpa de la Fantasía.

Mi tierra tomellosana,

dónde todo es posible en este encanto

de noche de pólvora y palmeras

en el estío, a finales de agosto,

dónde paisanos y visitantes

se disponen a gozar de las mieles

de la soñada Feria.

¡Ay Tomelloso!

Quién te ha visto y quién te ve comprueba

que no hay quién te detenga

a lomos del corcel del Progreso.

Acogedoras gentes abiertas de corazón

como tu horizonte manchego,

como el llano de tu agreste tierra

que se pega en los pies del viajero

y ya no puede olvidarte

porque se instala en un huequito del corazón.