Ese césped pateado también por las incombustibles carreras de Navarro; el histórico gol de Treviño al Celta; las visitas del Betis, Sevilla, Villarreal, Cádiz, Castellón, Albacete,  Hércules, Elche, Real Madrid, Getafe, Alcorcón, Salamanca, Toledo o  Atlético Madrileño; aquella remontada de los juveniles en la promoción frente al Azuqueca; la legión de equipos extremeños y andaluces que se enfrentaron al Tomelloso en las promociones de ascenso en los noventa y primeros años dos mil; los ocho goles al Alpera para volver a categoría nacional; el gol de un novel Josevi al Ciudad Lorquí;  un derbi fratricidas entre Tomelloso C.F. y Atlético; la visita del Barsa B que comandaba un tal Guardiola;  los saques de banda de Dani Soria, los cortes provindenciales de Luismi; las indicaciones con la garganta al límite de Ubeda y Loren; el gracejo pícaro de Manolo Chico; la sabiduría seria de Juan Carlos Rodríguez;  los desplazamientos largos del cerebro De las Heras; las subidas por la izquierda de Mauri; la inteligencia defensiva de Rodri; los slaloms de Javi Fernández, los goles trabajados de Gallego; aquel duelo con el Real Madrid de veteranos que dirigió el mítico Alfredo Di Stefano; el pressing eterno de Agustín; el talento que pusieron las chicas del Sporting primero y las atléticas ahora; el desparpajo de la cantera; muchas cosas sobre ese césped que ha permanecido más de treinta y tres años. 

Ahora la historia continuará en otra superficie donde el balón sonará, botará y rodará de otra manera, pero donde se tiene que seguir escribiendo una buena historia.