Opinión

Machismo Fútbol Club

Manuel Sánchez Patón | Jueves, 20 de Diciembre del 2018
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La liga española goza de excelente salud. La presencia y éxito incontestable de sus más importantes equipos en las competiciones europeas, el nivel competitivo en la liga doméstica, las estrellas nacionales e internacionales que cada domingo nos regalan su rutilante clase, el crecimiento del fútbol femenino gracias a la Liga Iberdrola, el maná de los derechos televisivos (que han salvado a más de un club histórico de la desaparición), la expansión del fútbol español en mercados exteriores, los títulos obtenidos por la selección nacional absoluta y las categorías inferiores resumen el buen momento de nuestro deporte favorito.

Estamos de enhorabuena. Sin embargo, voy a hablar de un tema que pese a su repercusión puntual en los medios de comunicación, está pasando con más pena que gloria debido a la falta de reflexión, análisis y toma de decisiones de las instancias responsables. Sin menospreciar la insuficiente falta de conciencia – y por consiguiente, de respuesta- de quien sostiene el deporte rey, y aquí voy a trascender la industria y el negocio para extenderlo a la afición, alma, enseña y razón de ser del fútbol (por mucho que la globalización capitalista ponga su empeño en expropiárselo).

Pues el fútbol, como caja de resonancia social de nuestras pasiones, impulsos y sentimientos de pertenencia a una realidad identitaria (nacional, política, tribal…) no escapa a la estigmatización de la mujer en mil y una coyunturas. Así, valga como ejemplo una breve relación de casos que han trascendido en el último año:

  • Adán, ex-guardameta del Betis: “Mi novia es sevillista y es una puta más”.

  • Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid: “Yo no hablo de dinero y menos ante mujeres”.

  • Cánticos de los ultras béticos (por la denuncia de malos tratos de la que fue novia del delantero Rubén Castro): “Rubén Castro, alé, no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien”.

  • Vitolo, jugador del Atlético de Madrid: “No somos mujeres para ir metiendo cizaña”.

Cómo no recordar el caso de dos futbolistas de la SD Eibar (Sergio Enrich y Antonio Luna, este último ahora en el Levante) protagonistas de un vídeo sexual que inflamó las redes sociales y cuya difusión se hizo sin el consentimiento de la chica; el espectáculo de la peña ultra del Sevilla, los Biris, tan de izquierdas y antifascistas, apoyando a uno de los miembros de la Manada (El Prenda, socio del Sevilla CF e integrante a propósito de los Biris); el escupitajo de Iñaki Williams, delantero del Athletic Club de Bilbao, a su pareja en una noche durante las fiestas de esa ciudad; o las agresiones de Lucas Hernández (Campeón del mundo con Francia y jugador del Atlético de Madrid) a su novia.

Lo peor no es que ocurran tales cosas en “la mejor liga del mundo” sino que ni los clubes, ni las autoridades deportivas (Liga de Fútbol Profesional, Federación Española de Fútbol, Consejo Superior de Deportes) hagan nada por desenmascarar y denunciar estos hechos.

Concluyendo: el fútbol tiene impunidad en alentar, proteger o subestimar la violencia de género. No pasa nada. El #MeToo y la revolución feminista no han aterrizado todavía en el apasionante universo del balompié.

Mal vamos si en nombre del fútbol, a diferencia de otras actividades y estamentos, normalizamos estos comportamientos y actitudes inconcebibles en una sociedad democrática que cree, valora e interioriza las políticas de igualdad.

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