Opinión

La despedida de la Navidad

Carlos Moreno | Martes, 8 de Enero del 2019
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Con la Epifanía de los Reyes Magos las Navidades han terminado, aunque no todo el mundo da por concluida la celebración del Nacimiento de Jesús en el mismo momento. Hay quien las prolonga hasta el tradicional, “hasta San Antón Pascuas Son” e incluso los hay quienes van mucho más allá, al 2 de febrero, día de la Candelaria, en el que se celebra la presentación de Jesús en el templo, la Purificación de la Virgen después del parto. Pero termine cuando termine, poco a poco las luces de la Navidad, ya sean las públicas de los Ayuntamientos, como las privadas que iluminan los balcones, puertas y ventanas de miles de casas se irán apagando; se desmontarán árboles y belenes, los contenedores no darán abasto para tanto envoltorio de roscones y cajas de juguetes y volveremos a esa rutina postnavideña que nos enfría un poco el ánimo, más cuando miramos la dura cuesta de enero que tendremos que encarar.

Vivo en un barrio de la periferia, donde son mayoría las casas se han construido con una entradita, espacio que junto a los balcones,  suele ser el más propicio para la colocación del los adornos navideños del exterior. Me hacen gracia esos Papás Noeles que suben por la fachada ayudándose de una escalera, también lo que ponen a prueba su musculatura escalando por una cuerda  o esos otros que deciden entrar a través de la chimenea. En otras ocasiones, Papa Noel llega a las viviendas montado en el trineo del que tiran los renos, donde muchas veces se topa con la impertérrita imagen del muñeco de nieve. También trepan por las fachadas los Reyes Magos de Oriente, fachadas iluminadas por la estrella de Belén o por las luces de árboles que se  colocan en los porches o las largas tiras de luces que rodean los marcos de puertas, balcones y ventanas. Las luces se mueven veloces, de lado a lado, de arriba abajo, combinan modos de rapidez y lentitud, se encienden y se apagan, parpadean y cambian de color.

En mis raciones casi diarias de paseos nocturnos me reconforta ver tanta luz en las calles. Pero inevitablemente, a partir del día 6  van desapareciendo y me voy fijando en las viviendas donde  permanecen más tiempo. Muchas llegarán hasta San Antón y con un poco de suerte podré ver alguna donde los destellos de luz aguanten hasta la Candelaria, en los albores del febrerillo loco. Años atrás observé  una casa que mantenía las luces mucho más tiempo, no sé si voluntariamente, por algún despiste, causa de fuerza mayor, o quizá porque su propietario pensaba que el espíritu navideño debe expresarse durante un tiempo más prolongado. En fin, a todos nos cuesta echar el cierre a las  Navidades, donde las cosas siempre son diferentes, algo más amables e impregnadas de ese componente mágico que casi todos nos esforzamos en cuidar. En mi caso, me gusta este tiempo de adviento que se inicia en el domingo más próximo a San Andrés Apóstol, el 30 de noviembre. Estas vísperas alargan una Navidad que, casi siempre, se pasa en un suspiro. 


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