El 17 de noviembre el tomellosero Felipe Blanco fue nombrado
en La Laguna Cofrade de Mérito de la Cofradía del Vino de Canarias. En la
Cofradía del Vino están bodegueros de las islas, periodistas, políticos y
distintas personas del mundo vitivinícola y que han tenido que ver con la
recuperación de ese sector en el Archipiélago. Blanco es un profesional que ha
dedicado su vida al vino y que ha tenido mucho que ver en el auge que ese
producto ha tenido en los últimos cuarenta años.
A pesar de haber recibido más de 150 medallas, Felipe Blanco es un tipo culto, humilde, pegado a la tierra y que asegura que hay que aprender, y mucho, de los agricultores. Tiene una conversación agradable, nada estridente, sosegada, como de alguien que tiene la conciencia tranquila y nada que temer Con la excusa del premio charlamos con este Ingeniero Técnico Agrícola y enólogo, creador del Añil y otros muchos vinos. Dice sentirse orgulloso de que su trabajo «ha servido para mejorar las condiciones de vida de los viticultores. Elaborando buenos vinos hemos podido pagarle mejor la uva al agricultor, que está todo el año cuidando su viña».
Felipe Blanco explica a César Manrique el funcionamiento de un equipo de frío de la bodega El Grifo
Felipe Blanco es Ingeniero Técnico Agrícola «de la primera promoción la Escuela de
Ciudad Real», empezó a trabajar en la Cooperativa Virgen de las Viñas «como encargado del laboratorio y ahí me
empecé a meter de lleno en el mundo de la enología». En el año 1976 «algo raro para entonces» le ofrecieron
la posibilidad de trabajar en una bodega en Lanzarote. Una circunstancia que «me permitió ser el responsable de la
elaboración y también del campo. Había más de cien hectáreas que atender y la
mitad del tiempo la dedicaba a la viña. Soy de los primeros enólogos que
también iban al campo atendiendo esa relación que tiene que haber entre la vid
y la calidad del vino».
Felipe Blanco me asegura que un buen vino es consecuencia de
la viña «en primer lugar, del suelo que
marca mucho. Luego, la variedad también influye y, en último lugar, la mano del
hombre». La misión del enólogo
es que «todo lo que se ha conseguido en
el campo, gracias a la labor del viticultor, no se eche a perder». Una
circunstancia que tuvo claro desde el principio, «siempre he visto como el agricultor, tanto el de aquí como el de allí,
mimaba su uva, la cuidaba, haciendo todas las labores para que llegue en las
mejores condiciones a la recolección. Pero luego, en la misma vendimia, se
echaba el fruto en el remolque, se pisoteaba… Es decir, que en el último
momento maltratábamos algo que habíamos estado cuidando durante todo un año. Se
trata de que ese buen trabajo que se hace en el campo continúe en la bodega».
Llegada a Lanzarote
Nuestro interlocutor, como decimos, llegó a Lanzarote en
1976 a hacerse cargo Bodegas Mazaga. «Y
resumiendo, estuve trabajando muy duro y lo que hice fue que, de una situación
vitivinícola casi de abandono, se lograse recuperar la viña. No se embotellaba
y el vino a granel estaba a punto de desaparecer por la competencia desleal de
fuera… Fue una apuesta decidida de la sociedad que creó la bodega que tuvo
claro, desde el primer momento, que había que crear equipos de trabajo en el
campo y yo estaba al frente de todo aquel proyecto».
De aquella etapa, el mejor recuerdo de Felipe Blanco es que
«conseguí por primera vez para Lanzarote
un Primer Premio Regional al mejor vino blanco con la cosecha de 1977. Para la
isla fue algo muy importante, sirvió para subir la autoestima y crear
confianza. A partir de ahí, se empezaron a hacer otros proyectos». Después, el enólogo regreso una pequeña temporada a La Mancha,
concretamente a una bodega de Las Mesas como responsable técnico. «Allí me familiaricé con la enología
moderna de entonces como la microfiltración o el tratamiento de frío, que en
Lanzarote no utilizaba nadie».
Bodegas El Grifo
Al poco tiempo «me
llamaron de El Grifo, entonces era
una bodega antigua que llevaba cerrada al menos dos décadas». Se trataba de
empezar una nueva etapa y Felipe Blanco le tocó comenzar el proyecto de Bodegas
El Grifo «hice de todo, gerente,
contable, enólogo por supuesto, comercial… Esa experiencia me permitió tener
una visión global de una bodega». Blanco lo mismo vendía vino que buscaba
distribuidores o acompañaba a los vendedores «eso me hizo aprender mucho, especialmente de las apreciaciones de los
clientes: Me permitió sacar conclusiones para estar en sintonía con lo que el
mercado pedía». Y es que, nos asegura, al mercado nunca se le pude perder
de vista «tienes que defender tu
personalidad pero estando pendiente de las tendencias porque si no, te quedas
fuera».
Blanco estuvo diez años en El Grifo «allí fue donde me hice más maduro en todos los aspectos». La bodega empezó de cero «y cuando la dejé ya era la mejor de Canarias y estábamos entre las primeras de España. Ganamos premios al mismo tiempo que los primeros Albariño o los primeros Rueda. Era la época en la que comenzaron a surgir los Ribera del Duero y ahí estábamos nosotros, en los primeros lugares, sobre todo con los Malvasía». Un periodo que le sirvió para aprender a elaborar blancos «y tintos, la uva tinta en Lanzarote es más problemática. Pero fue sobre todo en los blancos en los que despuntamos. Por primera vez en las historia, se consiguieron medallas de oro internacionales, en Milán, Burdeos». El enólogo recuerda con cariño el primer premio importante que recibió la bodega, después de los regionales, «fue en la I Olimpiada del Vino Español y allí nos quedamos entre los cuatro mejores de España».
En la Feria Vinexpo de Burdeos, año 1991
Vinícola de Tomelloso
Profesionalmente hablando, a Felipe Blanco se le había
quedado pequeño Lanzarote. Conocía el proyecto de Vinícola de Tomelloso «y decidí venirme, estuve tres años.
Comencé en la vendimia de 1989 y permanecí hasta el mes de julio de 1992».
Ya con la cosecha de 1989 «conseguimos
quedarnos los segundos de la región en los Premios Gran Selección, fue con un
Airén, que entonces era la marca Ábrego». La bodega tenía un proyecto de
reestructuración de viñedo en el que algunos socios habían plantado Macabeo «y para la primera cosecha de esa variedad,
que llegó en 1990 buscamos una marca. En el diccionario encontré “añil”, que
tiene connotaciones manchegas. Y el vino, desde el primer momento fue un éxito.
Me enteré de casualidad de la primera edición de los Premios Zarcillo y
participamos con el Añil. Obtuvimos el Zarcillo de Oro, algo que fue un
bombazo: un vino de Tomelloso era el mejor de España». Pero lo mejor de
todo fue «que el que probó el vino, le
gustó, porque aunque un premio sea importante, lo es más que al público le
guste».
Felipe reconoce que el mérito de ese éxito de Vinícola de Tomelloso fue del equipo al frente del cual se encontraba. Ese premio, al igual que ocurrió en Lanzarote, sirvió para dar confianza a las bodegas de La Mancha con los vinos que elaboraban.
Inauguración de unas jornadas gastronómicas de Castilla-La Mancha en el Gran Casino de Las Palmas en 1992
Regreso a Canarias:
Tenerife
Al protagonista de nuestra entrevista le ofrecen trabajar en Tenerife, en Tacoronte Acentejo, «una comarca formada por pequeños viticultores que vendían todo el vino a granel». Un grupo de viticultores se unió —nos cuenta Felipe Blanco— para pedirle al Cabildo que hiciese una bodega. Se constituyó una sociedad mixta entre los agricultores y el Cabildo, Bodegas Insulares Tenerife, «y para ese proyecto me llamaron a mí». El primer año «empezamos a hacer vinos muy dignos», pero ya el segundo, «hice el primer vino con maceración carbónica, Viña Norte, era 1993. Pasó lo mismo que aquí con el Añil, fue un bombazo. En el Concurso Nacional de la Unión Española de Catadores nos quedamos como el mejor tinto joven de España obteniendo el Baco de Oro 1994. También recibimos algunos premios regionales y fue un comienzo muy espectacular». Esas circunstancias hicieron que se desechasen los prejuicios hacia los vinos de la tierra con respecto a otras denominaciones de origen «y Viña Norte fue muy demandado».
En Tenerife —«porque
ha sido donde más tiempo he estado»— es donde Felipe Blanco ha conseguido
más premios. «En Bruselas nos dieron
cuatro medallas, una Gran Medalla de Oro con un tinto crianza. Saqué vinos
nuevos como el Humboldt, una marca que yo mismo registré». Y es que, el
científico alemán Alexander von Humboldt
«en su viaje a América pasó por las
Canarias. Aunque no pudo hacerlo en Lanzarote porque había navíos ingleses,
desembarcó en La Graciosa y allí hizo observaciones muy meticulosas de la
geología de la isla. También estuvo en Tenerife en junio de 1799, coincidiendo
con las fiestas de San Juan. Subió al
Teide, descubrió como la vegetación cambia con la altura, midió el volcán y,
encima, escribió un libro. En definitiva, que registré el nombre que iba a ser
para una elaboración especial, el primer vino dulce que sacamos al mercado para
la Navidad de 1998».
Se había creado una fundación para conmemorar el bicentenario de la visita de alemán a las Canarias «sin saber que se iba a celebrar la efeméride cuando registré la marca, estuvimos presentes en todos los actos sociales y científicos; en la bodega recibimos un montón de visitas». Humboldt fue otra de las innovaciones de Felipe Blanco «un vino dulce, tipo Oporto, que también ha recibido premios importantes como el Bachus de Oro, reconocimientos en París o Burdeos y 95 puntos en la Guía Peñín». Con la creación de Humboldt, Felipe Blanco quiso recuperar esos vinos «que se hacían en la isla cuando el científico la visitó y que se exportaban a las colonias y a Norteamérica». Tenerife —me cuenta Felipe Blanco— es una isla con un relieve muy cambiante y pronunciado, con distintos microclimas «hay que elaborar varios tipos de vinos que respondan a las distintas cotas de altitud».
Más de 150 premios
Felipe Blanco ha recibido a lo largo de su carrera como
enólogo «más de 150 medallas y premios
entre oros, platas y bronces. La mayor parte de ellas y Tenerife y en Bodegas
Insulares». Entre otras cosas, a Felipe Blanco se le nombra Cofrade de
Mérito «porque hay una labor de
promoción de los vinos de Canarias». Ese galardón representa para el
tomellosero «una gran satisfacción, es
una alegría saber que hay personas que valoran lo que has hecho». También
en 2005 fue acreedor del Premio San Andrés «por
mi trabajo en favor de la vitivinicultura de la isla», siendo el único
peninsular que lo tiene. Continuando con los reconocimientos a Felipe Blanco,
El Diario de Avisos, lo premio en 1995 por “La mejor labor en vinos”,
reconocimiento que volvió a repetir en 2005.
Premios Baco de 1999
Felipe Blanco ha dedicado toda su vida al vino, de nuestra
charla el periodista deduce que se siente muy satisfecho —y con razón— de su
labor «tal vez haya sido por la época
que me ha tocado vivir. Cuando llegué a Lanzarote fui el primer enólogo
profesional al frente de una bodega. Entonces estaba todo por hacer en el mundo
del vino en España». Para Felipe Blanco, cuando recibía la comunicación de
haber obtenido un premio «era un momento
de mucha satisfacción, pero me duraba solo media hora. Después se convertía en
un reto, un listón que tú mismo te marcaba».
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Jueves, 25 de Abril del 2024
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