El recorrido que La Voz de Tomelloso sigue realizando por las cuevas de la ciudad nos ha llevado hoy a Bodegas Dinastía, la empresa elaboradora de vinagres y aceites que dirigen Clemente y Estrella Cuesta. No es la primera vez, ni tampoco será la última, que los periodistas de La Voz visitemos una empresa que genera mucha información por su actividad económica, innovación de productos, apuesta por el deporte y apego a las tradiciones. En la Bodega se está llevando a cabo un ambicioso plan de modernización que otorga una importancia capital al marketing y la comercialización.
Pero este toque de modernidad no impide valorar a sus responsables de donde vienen, la importancia de lo antiguo una empresa que ha pasado ya por cuatro generaciones de la familia Cuesta, “los cuatro Clementes” a los que cariñosamente se refiere María Estrella, que siempre se deshace en atenciones con nosotros, los dos periodistas, el experto en cuevas que siempre nos acompaña, José María Díaz y la arquitecta, Ana Palacios, que no deja de disparar con su cámara para captar la esencia de esos elementos de la arquitectura manchega que tanto admira.
Hoy no visitamos una cueva propiamente dicha, sino una original bodega semienterrada que alberga veintiuna tinajas de cemento que tienen una capacidad de seiscientas arrobas. Las tinajas están numeradas, aunque la autoría de su construcción no corresponde a los Díaz. “Estas tinajas se hicieron en los primeros años sesenta, una época en la que ya había que pensarse mucho la construcción de una cueva. De este modo, se inclinaron por realizar una pequeña excavación”. Las tinajas están cerradas con unas tapas de metal.
La bodega ofrece un original diseño con cuatro puentes que comunican las dos filas de tinajas, con la balaustrada y el empotrado en impecable estado de conservación. El suelo de cemento es más alto en su parte central y observamos también los pocillos y los tapiales encalados que tendrán unos ochenta años. Gomas de muchos colores, enredadas unas con otras, revelan una actividad reciente. Mirando hacia arriba admiramos una techumbre con cerchas de madera, donde el cañizo ha sido sustituido por ladrillo.
Esta bodega ya no se utiliza. El vinagre afina su puesta a punto en una nave contigua de barricas apiladas en filas de cuatro pisos. Los empleados han anotado con tiza numerosas fechas e indicaciones lo que da fe de un proceso de elaboración riguroso y bien cuidado. Una puerta de la nave conduce a otra dependencia donde hay un pequeño altar con una Virgen de la Inmaculada, “la que nos protege y nos ampara” dice María Estrella. Deduce José María Díaz que la nave que guarda la barricas albergó antes mas tinajas.
Solo hay que andar unos pocos metros para pasar de la zona más vetusta de la bodega a la más moderna, con una acogedora tienda en la que se venden los productos que se elaboran en la bodega y otros muchos de Tomelloso y comarca. En la tienda, una de las empleadas no despega la vista del ordenador, buscando esos mercados on line que tanta relevancia tienen en el mundo económico de hoy. Compartimos un vino al que se incorpora Sergio Blanco y la conversación se torna distendida y agradable, aunque en realidad todo lo ha sido en esta visita a Bodegas Dinastía donde modernidad y tradición caminan unidas, sabia mezcla con que los responsables de la empresa quieren seguir conquistando mercados y satisfacer a unos clientes cada vez más exigentes.
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