Opinión

La Cruz

Fermín Gassol Peco | Viernes, 19 de Abril del 2019
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La condición más determinante de la naturaleza humana es su finitud pues todo aquello que tiene un principio siempre se encuentra abocado a un irremediable final; es el cariz fundamental de lo contingente; todo lo que comienza, tarde o temprano acaba. Todo aquello que nace está destinado a morir. La naturaleza del ser humano resulta ser inexorablemente caduca. Y en esta caducidad reside su mayor precariedad, su mayor pobreza, su mayor fragilidad, nacer para morir. La muerte es la inevitable y universal cruz para el ser humano.

Pero aparte de esta cruz común ¿Quién no ha se ha encontrado, quien no se ha visto en la necesidad de llevar otras cruces en su vida? La cruz es un componente inevitable también en la existencia de todo ser humano. Ningún planteamiento, condición social, ninguna previsión por buena que sea y muy bien se diseñe, asegura que nunca vayamos a cargar con alguna cruz. Siquiera poseyendo todos los bienes materiales estaríamos a salvo de evitar todas las cruces. 

Porque no solamente existe la cruz de la pobreza material, la pobreza del hambre y la marginación, existen otras muchas cruces consecuencia de las relaciones personales, infidelidades, enfermedades, accidentes; las cruces no las elegimos, nos vienen dadas por la vida misma, por el imprevisible futuro. Las cruces pueden presentarse con muy distintos pesos, las más llevaderas son aquellas que nosotros mismos nos imponemos quizá porque siempre procuramos quedarnos cortos en su carga. Las más pesadas son aquellas que las circunstancias u otros te cuelgan y te llevan al límite de soportarlas. Sin embargo la cruz forma parte de nuestra condición humana, la cruz es consecuencia de lo temporal, en muchos casos sin culpables concretos.

La cruz siempre es algo para la aceptación o rechazo. Pero lo que la cruz siempre conlleva querámoslo o no, es la ocasión de madurar, de crecer humanamente. La cruz es fuente de todas las virtudes, sobre todo de la humildad. La cruz purifica asperezas, excesos, vanaglorias, estupideces, superficialidades, banalidades, infantilismos en nuestra existencia. La cruz es algo muy serio que da la ocasión de morir a lo viejo y nacer a lo nuevo.

La cruz hace que flaqueemos, nos sintamos inseguros, desconfiemos del porqué de la existencia, quizá de haber nacido…sin embargo no existe ninguna cruz superior a la grandeza de vivir. La vida es lo más, lo único que existe. Lo demás son consecuencias inevitables. 

Cristo abrazó la cruz de manera completamente libre, se encarnó, se hizo uno de los nuestros porque así lo decidió en un inmenso e inalcanzable para nuestra mente y corazón, acto de amor hacia la humanidad. 

Si la cruz es propia de nuestra naturaleza, el sufrimiento de Cristo en la Cruz nunca podremos llegar a comprenderlo, pues su muerte no fue algo obligado como Dios que es, sino como el hombre que por amor quiso ser. En la Cruz Cristo y la naturaleza humana alcanzan su plenitud.

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